miércoles, 29 de febrero de 2012

Los Premios Literarios

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 10, marzo de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com

Los Premios Literarios

Hernán Restrepo R. / Raúl Jaime Gaviria V.

El más grande de todos los premios literarios es el Nobel, y a la postre resulta, recorriendo la lista de los que lo han obtenido, tan falible como la mayoría de los premios que pululan hoy en día en el mundo. Entre las razones que explican la falibilidad de este premio están: El gusto cambiante de los lectores y críticos que a veces es pésimo. La rotación por países y géneros literarios. Las influencias políticas y de todo tipo, todas ellas oscuras. Como balance final en asuntos que atañen a los escritores Nobeles,  nos encontramos con autores malos, medianos, mediocres, apenas buenos, muy buenos, olvidados y recordados con y sin justicia (poética).
De Sully Prudhomme a Herta Müller existe un torrente de escritores tan deficientes como ellos. Y por otra parte cuántos grandes, realmente grandes escritores ni siquiera han sido jamás candidatizados al Nobel. Y nos detenemos aquí, porque no contamos con espacio para enumerar completas, las listas ni de los ganadores que el tiempo ha borrado, que es muy extensa, ni la de los que lo han debido de obtener, que lo es aún más. Aunque algún día nos atreveremos a señalar uno por uno a los que integran la primera y a no pocos de los que integran la última.
Concentrémonos ahora en los premios que se otorgan en Colombia y en aquellos países hispanohablantes que premian ocasionalmente autores colombianos.
Es muy frecuente la decepción del lector que se arroja sobre las páginas de un libro premiado en Colombia o en otro país de nuestro mundo hispano con la expectativa de encontrarse con una gran obra. Lo que ignora el ingenuo lector es todo lo que rodea a este tipo de galardones en nuestro medio. ¿Se habrá preguntado alguna vez ese lector porque la mayoría de los autores premiados por grandes editoriales son casualmente escritores exclusivos de esa editorial con antelación a la consecución del premio?
Es cierto pero solamente en una escasa medida que algunos autores de verdadera valía son promocionados con justicia a través del estímulo que da el ganarse un premio. Sin embargo hay que hacer un gran esfuerzo de memoria para identificar a estos autores. Por lo contrario cuan sencillo resulta enumerar a escritores que fundados en un real esfuerzo han logrado una obra literaria de mérito y en constante proceso de superación y que no necesitaron nunca de este tipo de promoción. Prueba inequívoca de ello es el hecho de que quizás el más grande escritor colombiano del siglo pasado Germán Espinosa nunca obtuvo un premio a lo largo de su vasta y valiosísima carrera literaria.
Para finalizar y  a modo de recomendación para aquellos que se sientan tentados por el tema llevado a un plano ficcional, los animamos a leer dos novelas que se han escrito sobre la temática de los premios literarios. El Premio de Juan Antonio Zunzunegui  que trata sobre las penalidades de un escritor joven que obtiene en España un importante premio literario y que nunca pudo superar el hecho de haber ganado ese premio. La segunda novela se titula expresamente El premio Nobel y su autor Irving Wallace, de quien no podemos negar su carácter comercial, ni tampoco el hecho de ser un escritor hábil y entretenido. Wallace logra penetrar en las entretelas de la organización del premio Nobel y de la Academia sueca y se documentó directamente con la gran escritora noruega ganadora del Nobel Sigrid Undset y logra mostrarnos de manera si bien un poco sensacionalista, todos los intríngulis y mezquindades que se mueven alrededor del premio Nobel. Y aunque la novela Los Premios del inmerecidamente In-Nobel Julio Cortázar no tiene nada que ver con el tema, su excelencia literaria la avala para ser recomendada a todo lector avezado.   

martes, 21 de febrero de 2012

Dos poesías

GUADAÑAZOS PARA LA                             
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 10, enero  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Encuentro en el metro (Versión y di-versión  del poema
"The piano" de D. H Lawrence)
Por Raúl Jaime Gaviria

Suavemente, en el crepúsculo,
una mujer me canta.
El metro se detiene en la última estación
y yo me bajo
ante el paisaje primordial de mis primeros años.
Veo a un niño (soy yo)
sentado bajo el piano,
extasiado
ante el florecimiento de las vibrantes cuerdas,
que aprieta los pequeños pies suspendidos
de una madre que sonríe mientras canta.
A pesar de mí mismo,
el insidioso virtuosismo del canto
me traiciona hasta el llanto.
Un corazón que pertenece
a esos y a estos (así hoy sea martes)
viejos atardeceres de domingo,
(everyday is like sunday, así dice el canto desgarrado de Morrissey).
Y a este vagón de metro que muere en cada estación.
Y a esos himnos en la acogedora salita de estar.
guiados por nuestro piano tintineante,
testigo: el invierno asomado a la ventana.
Vano es entonces el clamor de esta mujer
ante el appassionato del negro piano.
Su pantalón de negra popelina,
el libro blanco derritiéndose sobre él
el glamour de los viejos días me abruma.
Mi hombría se diluye
en el río de la memoria
y lloro de nuevo junto al niño de mi pasado,
ante esta inédita estación
que adivino tras la ventana del metro.
El invierno también se ha transformado,
apareció de improviso
con su intimidante nube de polvo tóxico,
golpeó la ventana con su furiosa mano invisible
y el piano de la memoria
volvió a sonar.


A Gabriela Mistral
Por Hernán Botero R.

Aunque aparezca sonriente en tantas fotos
Gabriela Mistral supo
lo que eran las hieles de la vida
era fea, sus rasgos masculinos
eran los rasgos de un varón sin gracia
aunque se debe
reconocer que su sonrisa
le prestaba a esos rasgos
una rara belleza.
Novio suicida
amores de los que nada en esencial se sabe
con otros hombres
que terminaron siempre en nada,
pero algo grande, hermoso y trágico
habitaba en su espíritu
que justifica casi el premio Nobel
que le fuera otorgado.
Al final de su vida le llegó la paz
cuando un vínculo
de amor y de pasión carnal
la unió a una mujer a la que por lo menos
doblaba en edad
y supo ver en ella lo mejor de su ser.
No toda su poesía, que fue escasa
fue gran poesía, pero algunos 
de sus poemas han de perdurar
y su prosa,
tan poco numerosa como su poesía
sorprende con frecuencia
gratamente
a quien la lee.
Y lo más admirable
es que
aun en medio de sus penas
Gabriela también supo
lo que era la alegría
y por supuesto el goce
de la creación poética
y el de enseñar.
Gabriela floreció
con lozanía,
al modo
en que florece en un erial
una perfecta rosa
no esperada por nadie.

martes, 14 de febrero de 2012

Las misivas de Amalia

GUADAÑAZOS PARA LA                             
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 9, enero  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


 Las misivas de Amalia
 Hernán Botero R.

Las cartas de la chica eran hermosas
no las vamos
a comparar
con las que a Pedro Abelardo
le dirigió Eloísa
ni con las de la dolida
Mariana Alcoforado,
Pero decían tanto,
rebosaban de sentimientos hondos
e ideas luminosas,
y de anécdotas llenas de gracia
o muy fina tristeza.
Él, el novio de Amalia,
se llamaba Rodrigo
y había sido
campeón en unas justas provinciales
de ortografía,
comenzó por hallarlas detestables
pues la heterografía
corría sin parar por cada línea
de las cartas de Amalia,
y acabó por romper su noviazgo.
Ella sufrió por ello lo indecible
(todo cuanto es posible
olvidar un desamor gratuito).
Él, que nunca pensaría
en enseñarle
que tímido y colérico
llevan tilde
en la i de tímido y en la e de colérico,
se lió con una dama
que jamás cometió
ni el más leve
error de ortografía,
y se casó con ella,
que resultó una arpía.
No es que así pase siempre,
pero cuando las cosas
son como sucedieron entre Amalia y Rodrigo,
dan mucho que pensar,
mucho, muchísimo,
y mucha pesadumbre,
y la ambrosía amorosa se convierte en acíbar.




jueves, 9 de febrero de 2012

Reseña crítica del libro Gente que necesita cerveza de Wilson Orozco


GUADAÑAZOS PARA LA                             
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 8, enero  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Reseña crítica del libro Gente que necesita cerveza de Wilson Orozco
Hernán Botero Restrepo/Raúl Jaime Gaviria

Recibimos hace unos pocos días el libro Gente que necesita cerveza de Wilson Orozco para su reseña. Después de haberlo leído con la atención requerida haremos las siguientes consideraciones:

  Aun siendo la opera prima del autor creemos que este hecho no justifica la  ínfima calidad literaria que este libro presenta en cuanto a su contenido y al tratamiento del mismo.

Un conjunto de relatos es el subgénero narrativo en el que parecieran inscribirse estas páginas, pues a pesar de contar con un protagonista único sus capítulos se centran en distintos espacios tales como un bar, una iglesia, una sala de banquetes, y un gimnasio entre otros (no son muchos dada la brevedad del libro) y se narran en ellos historias independientes. Esto como lo hemos dicho es tan solo una aproximación ya que nos encontramos con un protagonista que a su vez es  narrador y autor sin que esto logre convertir al libro en una novela dado que los diversos capítulos son más crónicas que otra cosa y crónicas de un carácter neo-costumbrista, modalidad narrativa a la cual nos tiene acostumbrados en la Bella Villa el cúmulo de apuntes pseudo-sociológicos que constituye la mayor parte del material hoy en día publicado en el periódico cultural Universo- Centro.

  Un lector que conozca el espacio urbano donde se ambientan la mayoría de los escritos de la mencionada publicación encontrará en Gente que necesita cerveza un enfoque reiterativo de una Medellín reducida al area citadina comprendida entre la Universidad de Antioquia y el Parque del periodista.

  Aunque el libro pretenda elaborar un lenguaje narrativo coincidente con la realidad, no lo logra al quedarse en la mera caricaturización tanto de personajes como de atmósferas lo que le resta valor tanto a los capítulos individuales como a la obra en su conjunto. La sintaxis de este libro es apenas pasable aunque en algunos momentos presenta errores de una protuberancia tal que es imposible pensar que se hayan cometido ex-profeso en aras de esa pretendida coincidencia con el lenguaje coloquial.

   Ahora sí vamos a lo que es algo más grave que peccata minuta en Gente que necesita cerveza que trataremos de enumerar taxativamente en la medida de lo posible:

    El autor  pasa por ser un observador objetivo de la realidad al punto de considerar los más sensatos juicios como prejuicios lo cual constituye el colmo de una actitud prejuiciosa. Con el objeto de  mostrarse gracioso ante el lector despliega un humor muy precario y fundamentado en el desprecio absoluto a los diversos modos de ser y actuar de la condición humana.
 
    Tomemos solamente unos pocos ejemplos: En uno de los apartes del libro el narrador-autor-protagonista estando a punto de preferir beberse un jugo de mandarina a un whisky reflexiona si no será que se está volviendo homosexual, como si el hecho de tomarse un jugo de esa deliciosa fruta confiriese a quien lo bebiera esta condición según él vergonzosa. Quizás estemos equivocados y nos encontremos ante una especie de neo-newton  ya no de la manzana sino de la mandarina pues  tal como el científico inglés dedujo la ley de la gravitación universal a partir del fortuito evento de la manzana también Wilson Orozco parece haber descubierto en el jugo de esta fruta tropical tan nuestra una especie de maleficio homo-erótico.

   Orozco recurre al mismo cliché al retratar y detractar tipologías y diferencias humanes tales como los obesos a quienes él despectivamente llama gordos (sin tomar en consideración que no todo obeso lo es por tragaldabas ya que los hay quienes padecen de la tiroides así como los que lo son por sufrir de bulimia) y también a los pobres, indigentes, feos, alcohólicos, drogadictos y un largo etcétera de los para él indeseables que dejaremos en consideración de aquellos osados lectores que pese a la advertencia que les hacemos de mantenerse a más de 100 metros de distancia de este mal libro quieran arriesgar su pudor literario en esta ociosa desventura.

Para ir cerrando nuestra apreciación analizemos otro aparte del libro en el cual el autor considera insoportable la obra de Tomás Carrasquilla poniéndolo al nivel de Montecristo y de su émulo contemporáneo Suso. A quienes lean este artículo les aconsejaríamos que al menos hojearan las páginas que a Carrasquilla le fueron dedicadas por Unamuno y por dos críticos colombianos  tan ponderados como Rafael Gutiérrez Girardot y Jaime Mejía Duque además de leerse la novela Grandeza del gran escritor de Santo Domingo, (que con seguridad Orozco no ha leído) en la que aparece con realidad indeleble la Medellín de las primeras décadas del siglo XX (Carrasquilla muere en 1939).


También les sugeriríamos a quienes sean tan testarudos como para leer Gente que necesita cerveza que viesen el programa humorístico de Suso o escuchasen alguna vieja grabación de Montecristo para que comprueben como nosotros lo hemos hecho que si alguien hay cercano en cuanto a humor ramplón a estos comicastros es Wilson Orozco a quien le recomendamos que en vez de a la literatura se dedique a  ahogar en cerveza la vergüenza que ha debido producirle el haber escrito un libro tan malo como este.



Nota final que consideramos para nada intrascendente:

Este libro se constituye en un fracaso total desde el título, pasando por el dibujo de la carátula hasta le errática y súper-encomiástica nota editorial no firmada de la contra carátula.

Finalmente queremos dejar en claro que no tenemos nada personal contra Wilson Orozco a quien uno de los firmantes conoce personalmente y de quien no tiene nada que lo anime a expresar ninguna clase de sentimiento hostil hacia su persona,: Simplemente la línea editorial de nuestro: Guadañazos para la Bella Villa es consecuente con su declaración de propósitos al  valorar en los términos que lo hemos hecho su: Gente que necesita cerveza.

viernes, 3 de febrero de 2012

Un dedo en la llaga de Tomás (González)

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     
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Edición No. 7, febrero de 2012                                                                     

Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo             

Publicación de Revista Asfódelo                                                             

Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com                                

Un dedo en la llaga de Tomás (González)

Hernán Botero R. /Raúl Jaime Gaviria

  Con respecto a la obra de Tomás González y ante la avalancha de elogios hiperbólicos que su última novela “La luz difícil” ha suscitado entre el público lector (principalmente el de solapas y columnas periodísticas) de nuestro país, y debido al escepticismo que nos caracteriza como críticos que preferimos leer las obras antes que apresuradas apologías de las mismas, haremos unas precisiones basadas en una lectura rigurosa de “La luz difícil”.

  No es nuestro propósito hacer un resumen de la novela, cosa que jamás debe hacerse, ni siquiera con los clásicos, ya que muchos no los han leído. Procuraremos entonces lograr un equilibrio entre la valoración de tipo general de la obra y los juicios concretos que una lectura orientadora dirigida al público lector no puede obviar.

  Es de todos conocido que el supuesto motivo capital de la novela es el de la eutanasia, tanto más importante por el hecho de que el personaje que recurre a esta es un joven que dadas las condiciones no viables de su existencia se las arregla para obtener la autorización legal para que tal procedimiento le sea practicado en una clínica en los Estados Unidos.

  Pero al lector se le da gato por liebre, ya que la eutanasia, a lo largo del libro se ve relegada a un mínimo espacio, en el que no cabe profundización alguna en un tema de suyo tan delicado y controversial, ya que no podemos considerar como profundas las conversaciones telefónicas que sostiene el padre del joven que ha decidido morir con un hermano de este que le acompaña en la clínica y esto debido a su brevedad casi telegráfica, a su carácter repetitivo y a que parecen no dejar ninguna huella emotiva en el padre que hace las llamadas a la institución hospitalaria.

  El desplazamiento temático al cual nos referimos lleva a la novela por el soso camino de las experiencias de Don David que acaba por ello convertido a trancas y barrancas en el protagonista de la novela.

  En resumen, aunque la novela pretende en sus comienzos proyectar una luz cenital sobre la problemática de la eutanasia, esta termina por convertirse en un paupérrimo espectáculo de fuegos artificiales, que desvía al lector del anunciado gran tema, concentrándose en las irrelevantes minucias del anecdotario de Don David.

  La luz difícil no pasa de ser una novela fácil ya que no exige esfuerzo interpretativo alguno por parte del lector que se deja arrastrar por lo meramente episódico en que finalmente la novela termina despeñándose. No ahondamos más en esta herida pues apenas estamos pisando los pródromos de un inquietante mal que viene aquejando a la narrativa colombiana desde hace mucho tiempo y que actualmente hace metástasis como si de un cáncer se tratara.

  Como no es nuestro empeño negar toda cualidad a las obras de las que nos ocupamos, reconocemos que la novela está bien escrita, con diálogos ágiles que desgraciadamente pesan poco en el contexto general de la novela. Además, el estilo, sin que se le pueda considerar renovador es elegante y correcto.

  Concluimos diciendo: Hemos metido el dedo en la llaga de Tomás (González), y al contrario del apóstol evangélico que introdujo su dedo en la llaga del mesías cristiano, seguimos descreyendo de este pretendido “salvador” de la literatura colombiana.