martes, 28 de enero de 2014

LIBERTARIO

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 121, enero de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
email: revistasfodelo@yahoo.com




 
LIBERTARIO

Por Raúl Jaime Gaviria


Cuando miré a la derecha venían los de izquierda
  
y me tomaron del brazo derecho.

Cuando miré a la izquierda venían los de derecha

y me tomaron del brazo izquierdo.

Cuando miré al frente vinieron los de centro `

y uno de ellos se acercó diciéndome al oído:

—nada podemos hacer por ti nosotros somos neutrales.

Cuando miré hacia arriba esperando la ayuda de Dios

vi  la soga del ahorcado cayendo del cielo.

Luego miré hacia abajo y me di cuenta de que con lo único que contaba

era con el suelo bajo mis pies.

Y entonces me liberé de mis captores

y corrí

y corrí

y corrí.

martes, 21 de enero de 2014

LOS TUGURIOS (fragmento del cuento Pequeño relato)

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 120, enero de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
escritor invitado: Rafael Antonio Botero R.
email: revistasfodelo@yahoo.com









LOS TUGURIOS (fragmento del cuento Pequeño relato)

Rafael Antonio Botero R.

Sus cortas piernas avanzaban por los polines de la carrilera que cual calle principal filaba  a lado y lado los míseros ranchos que constituían un manchón grisáceo.

Jadeaba un poco. El intenso trajín cotidiano le llevaba de un lado a otro y su medio de locomoción preferido eran sus piernas. 

Su figura era pequeña, su complexión escuálida. No en vano su niñez transcurrió entre el hambhre acuciante y el desamparo. Su rostro moreno, surcado de pliegues, no se compadecía con la fecha inscrita en su cédula de ciudadanía.

Cuando llegaba al rancho de Jesusa un puñado de niños salió a su encuentro, alborozados, con sus caras sucias, tiznados y con sus infladas barrigas al viento se le colgaban de los brazos con ansías de recibir un saludo, una caricia, un confite.

Ellos eran su espejo retrovisor. El también había crecido así, en medio de latas, piedras, ceniza, hedor de alcantarillas, punzadas en el estomago.

Llevaba unas grandes gafas que contrastaban con lo esmirriado de su cuerpo. La lectura a altas horas de la noche, a la luz de una vela, finalmente había afectado su visión.

Con alegría alzó en sus brazos a uno de los más pequeñines, mientras el resto gritaba “a mí”, “a mí”...

Entró al rancho de Jesusa y sentándose en una tabla que reposaba entre dos piedras saludó con su peculiar manera de llamar: “gente, gente ¿dónde andamos?”....Jesusa apareció rengueando y diciendo: “pero ve este maldito negro como llegó de temprano y me cogió sin arreglarme y sin haber hecho oficio, te vas a tener que esperar a que hirva la’guadulce pa’date café negro pinchao”.

Alberto rió con su estrepitosa carcajada que a todos contagiaba de entusiasmo, “pero ve esta negra tan aliñada, si es que vos no tenes arreglo, pa’que  te preocupás...”

El tugurio de Jesusa era igual a todos, paredes remendadas de cartones, triplex y madera, latas de techo cuñadas con piedras y pedazos de adobes, piso de tierra, una desvencijada cama metálica de tubos curvados con algunos pedazos aún pintados de café, cubierta con una pequeña colcha de retazos multicolores.

Se aspiraba un pesado vaho en el que confluían la pestilencia del río, los excrementos que se desparramaban por entre las casuchas y la carrilera y el olor de manteca rancia que desprendía la sartén que hacía poco montara Jesusa en el fogón de piedras y leña que estaba junto al otro hueco que en la parte de atrás rompía la seguidilla de retales de madera y cartón.

El rostro de Jesusa delataba de inmediato la adversidad de una dura existencia, aún así evidenciaba la fortaleza ante la contrariedad cuando su risa se abría de par en par y dejaba ver su boca mueca y franca.

Los tugurios del puente Colombia llevaban en pie más de quince años, perfectamente se veía la sucesión de esas construcciones del desespero y el abandono desde la limpia autopista por donde raudos iban los vehículos rumbo al sur o al norte.

Más de una vez las sucesivas administraciones municipales anunciaban planes de reubicación de los habitantes, pero todo no pasaba de ser un aspaviento engañoso.

Lo que sí había sido real eran los intentos de desalojo, al que habían resistido ofreciendo sus humanidades en disposición de vida o muerte cuando los piquetes policiales irrumpían con sus escudos, gases y bolillos.

Toda esa historia era la historia misma de Alberto.

Su deambular por la ciudad, siendo apenas un niño, con los pies descalzos, enfundado en unos grandes pantalones, con una enorme camisa, recorriendo esas duras calles donde recibía más de una vez la cachetada del desprecio social a la miseria, por ser pobre.

¡Cuántas laceraciones!, cuántas veces sentir dudas entre su identidad como un niño o mas bien como un niño-perro que olfatea deliciosos olores y degusta sabores y que, anhelante, casi que con la lengua afuera, espera un mendrugo de cualquiera de esos amos que como tal se le representaban.

Y que decir de aquellas noches terribles cobijado con su camisa y cubierto de periódicos o cartones, tiritando de frío, vencido por el hambre y el desaliento en la gélida esquina de un esplendoroso banco o en el portal de ese descomunal restaurante para él, para ellos prohibido.

El pudo haber sido uno más de esos gamines, que rápida e inexorablemente, van recorriendo un ciclo destructor, que sienten todo el desamparo de un medio que aplasta y que no conoce de sensiblerías ni romanticismos porque al fin y al cabo ¿qué hay de romántico, poético o humano en un sucio gamín, un gamín que huele a berrinche, que trasunta ignorancia, que produce pavor y fastidio....?

Alberto anduvo por esas calles de Medellín de los sesenta y allí recibió sus primeras lecciones sociológicas, verdadera radiografía social que dejaría esa impronta indeleble en lo más profundo de su ser.



sábado, 18 de enero de 2014

Roberto Bolaño and his critics about Chilean poetry

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 119, enero de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
email: revistasfodelo@yahoo.com


Roberto Bolaño and his critics about Chilean poetry
By Hernán Botero Restrepo
Translated by Raúl Jaime Gaviria


In the book written by Roberto Bolaño Entre paréntesis (Under parentheses), whose selected essays were compiled by Ignacio Echavarría and published posthumously after Bolaño's death  the reader can find a not very objective vision of contemporary Chilean poetry. It's basically a subjective critical approximation, aggressive at some moments and excessively encomiastic in others. A book that surfs through a wide range of writers and works going from Alonso de Ercilla's La Araucana to  Enrique Lihn's poetry.

Bolaño generally dislikes Chilean novelistics as well as poetry, but he doesn't take the time to make an argument about the very few authors and works he likes and the numerous he dislikes. Take as an example the case of Chilean surrealist poet Braulio Arenas, all Bolaño has to say about him is that he is “the horrible Braulio Arenas” nothing to say about him as a poet. In respect to Neruda Bolaño just says that he has written by large much more bad poems than good ones but he doesn't take the time to select even one example, he simply evades the profound universe of  Neruda's work. The same happens with Huidobro. Besides remembering the curious anecdote about Chilean author José Donoso asking that some excerpts of  Huidobro's famous poem Altazor were read to him when he was about to die, Bolaño just states that he likes Huidobro's poetry very much, but he says nothing about why he likes it so much.

The name of  poet Gonzalo Rojas appears in just one occasion throughout the book and not in a direct way when Bolaño takes into account the works of two prose writers still to be discovered: Claudio Giaconi and Enrique Lihn (obviously as a proser). By other side Bolaño shows his meanness by not even mentioning poets of such an importance as Humberto Díaz - Casanueva, (a perfect example of an innovative poet) or Julio Barrenechea which in his poetry manages to be cosmopolitan and Chilean at the same time. Another poet also ignored by Bolaño is Oscar Castro whose work is actually under rigorous investigation by Chilean literary critics. Same fortune (being ignored by Bolaño) goes for Rosamel del Valle, Oscar Hahn and Pablo de Rokha. In relation to Jorge Teiller Bolaños shows some kind of ambiguity.

Chilean Nobel Prize winner Gabriela Mistral is also mentioned in several occasions in the book, one of them with bitter irony when Bolaño recalls an interview he gave to Playboy magazine where he was asked about what he would have said to the poetess in the hypothetic case that he would have talked to her personally. Bolaño's answer was the following: “I would have said to her —Mommy, please forgive me, I've been a bad boy but a woman's love has made me change into good—.

Even when Bolaño likes a poet's work very much his comments are generally circumscribed to one short phrase or two with an undoubtful flavor of excessive praise. So it is when he refers to poet Nicanor Parra as the number one living poet in Spanish language or when he wonders in respect to Enrique Lihn if the nation of Chile is really worthy of having such a great poet as a son. Not to say it couldn't be true (it also could be true that Neruda produced more bad poems than good ones) the thing is that Bolaño doesn't give solid arguments that can support his assertions.



martes, 14 de enero de 2014

Del dicho al hecho no hay tanto trecho


GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 118, enero de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo



Del dicho al hecho no hay tanto trecho
      Raúl Jaime Gaviria

Simone de Beauvoir, en su libro El existencialismo y la sabiduría de las naciones, rechaza de manera rotunda cualquier tipo de pretensión filosófica de los dichos y refranes. Según ella, no existe tal cosa como una filosofía popular que pueda reemplazar el pensamiento surgido de una conciencia colectiva estructurada. Yo comparto plenamente esa postura. Y aunque de manera particular, especialmente en el género de la poesía, he transitado por los vericuetos del habla popular, no le concedo filosofía alguna ni siquiera al clásico refranero de Sancho Panza en El Quijote en el que, sin duda alguna, hay piezas literarias poseedoras de una innegable sabiduría, lo que es otra cosa.
      En Antioquia muchos crecimos con la convicción, casi religiosa, de que estos decires contenían una verdad interna irrefutable, sin percatarnos que tras muchos de ellos se ocultan mensajes cargados de antivalores que, llevados a la práctica en la vida cotidiana, han causado estragos en nuestra sociedad. Aún hoy, son muchos los que se sienten atraídos de manera fetichista por estos dichos y refranes considerándolos parte inseparable de nuestra identidad cultural. Sexismo, discriminación racial, descohesión social y violencia intrafamiliar, atropello a la libertad de expresión, son apenas algunos de los antivalores promulgados en refranes y dichos tales como: “negro ni mi caballo”, “porque te quiero te aporreo”, “casado pero no capado”, “chupe por bobo”, “negro que no la hace a la entrada la hace a la salida”, “de la familia y el sol mientras más lejos mejor” y “coma callao” entre muchos otros.
     No dejamos de escandalizarnos al ver los noticieros que diariamente nos presentan una realidad intimidante en las diferentes comunas de nuestra ciudad y de manera facilista le echamos la culpa al gobierno por su falta de políticas efectivas de seguridad, al narcotráfico por su ambición de riqueza fácil, a la pobreza y a la falta de oportunidades. Sin embargo, casi nunca nos preguntamos hasta que punto también nosotros somos cómplices en detalles aparentemente tan insignificantes como pueden ser el reírnos ante un chiste, un refrán o un dicho que desvirtúan los valores humanos más preciados y aunque la cultura y la identidad de un pueblo son inseparables, va siendo ya la  hora de que como sociedad comencemos a separar la paja del trigo.
       Sin temor a equivocarme podría asegurar que son más los buenos y sólidos valores legados por nuestros abuelos que los negativos, aunque tristemente muchos de los primeros han caído en desuso o valen poco menos que nada hoy en día, como es el caso del respeto a la palabra empeñada. Sin embargo, si realizamos un esfuerzo colectivo por recuperar el verdadero rostro de nuestra cultura regional, quizá no todo esté perdido y nuestros hijos y nietos no tengan que repetir en el futuro aquel  lamentable verso de Robledo Ortiz: “siquiera se murieron los abuelos”.