lunes, 26 de enero de 2015

De cómo me convertí en un precoz lector


GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 173, enero de 2015
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 

Publicación de Revista Asfódelo




De cómo me convertí  en un precoz lector
Por Hernán Botero R.

I

Pocos recuerdan, a la edad que yo tengo, si comenzaron a leer, como es mi caso, desde que se encontraron con La alegría de leer de Evangelista Quintana, o con alguna cartilla similar, ni mucho menos cual fue el primer libro al que dieron lectura. En mi caso, y hablo de él porque es el único que conozco, recuerdo el haber sido escogido en el Kinder Jardín de Honor (nombre de la institución en la que terminé mi primer año escolar, contando yo entre seis y siete años) entre los niños que definitivamente podían leer la cartilla desde la primera hasta la última página, con poca o casi ninguna dificultad. Los libros fueron regalados por una editorial de la ciudad, de orientación rígidamente católica y se obsequiaron a quienes fueron escogidos como los mejores lectores del curso (la selección la hizo la profesora de español). No sabría decir si entre los libritos de marras había alguno que no tuviese carácter narrativo, pues alcancé a darme cuenta de que todos tenían características narrativas.

Estando así las cosas, uno de los que repartieron los libros puso en mis manos La taza del bonzo blanco de un tal A. Hounder, sacerdote jesuita, autor del que en la actualidad quizás solo se puedan hallar unos cuantos datos en internet. ¿Qué recuerdo del libro? Recuerdo que se trataba de un texto de espíritu tarcisiano: el niño protagonista era sacrificado por sus creencias cristianas en la Roma de los primeros seguidores de Cristo. El librito de Hounder estaba ambientado en un país asiático, ya no recuerdo en que época exactamente; y en cuanto al sacrificio del niño por parte de los bonzos de pacotilla, este fue ejecutado por miembros de una secta de enemigos de Cristo.

A pesar de toda su simplicidad confesional, y no hay porque explicitar los motivos de mi respuesta emocional, la obrita me fascinó y sembró en mí el deseo de leer otros libros, cosa que efectivamente hice. Debo contar que el obsequio de La taza del bonzo blanco se produjo al terminar el año lectivo de 1949 y que terminé de leerlo en casa de mi abuela materna en Andes, Antioquia, en donde solía pasar mis vacaciones de fin de curso. Recuerdo que mientras leía el librito me acompañaba un ángel negro, la empleada  de la casa ( a la que en esa época se referían de manera despectiva como "la sirvienta") y a quien yo adoraba. Por cierto ella disfrutó con el relato de A. Hounder tanto como yo y, estoy seguro que este fue el único relato que llegó a conocer en su vida.

II

Sin un libro a la mano descubrí, gracias a mi devota tía soltera Cecilia, que existía una biblioteca parroquial de Andes, a la cual ella me llevó. Se trataba fundamentalmente de una minúscula colección de libros devotos que no atrajeron mi atención y cuyos títulos miré, uno a uno; hasta que encontré entre ellos el único de tema no religioso El centavo milagroso de Luis Enrique Osorio.

El centavo milagroso de Luis Enrique Osorio era aún más breve que La taza del bonzo blanco de Hounder, se trataba de un libro de espíritu de orden más capitalista que católico, pues narraba la historia de un muchacho colombiano, cuya fortuna se había cimentado en el hecho de haber comenzado por ahorrar el primer centavo que le regaló su padre. Leí el librillo de Osorio de cabo a rabo con un entusiasmo infinitamente menor que aquel con el que leí la historia misional del padre Hounder; en parte porque nunca me ha atraído la costumbre de ahorrar y en parte también porque ya a los siete años la tendencia a gastar en aquello que se me antojara se estaba formando. A propósito de Luis E. Osorio, muchos años después, unos veinte por lo menos, conocí su obra teatral, pulcra en el estilo y vivaz en el tratamiento de sus temas, personajes y conflictos. Baste con que el padre de Sonia Osorio haya escrito su pieza de espíritu socio-político Toque de queda para que yo le recuerde con gratitud, hasta el punto de haber releído dicha pieza a la cual juzgo digna de ser llevada a las tablas junto con otras de su misma autoría.

Después de lo que acabo de rememorar es necesario que me refiera a mis pesquisas literarias en la vitrina a la que pomposamente llamábamos “biblioteca” en nuestra casa. Los miserables de Víctor Hugo habían desaparecido miserablemente, de seguro por motivos moralistas. Encontré eso sí La Vorágine de José Eustasio Rivera, que devoré con placer y unos libros de Marco Fidel Suárez, que no fue sino hojearlos para sentir de inmediato que me mataban de aburrimiento. Claro está que durante este lapso mitigué mi obsesión de aventuras librescas con los Cuentos de los Hermanos Grimm y los de H. C. Andersen, La Condesa D’Alnoy, La Condesa de Segur (cuyas Memorias de un asno considero unas de las obras maestras de la literatura infantil), Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno de Croce-Dalla Fratta, Pinocho de Collodi y Corazón de E. Amicis.

Finalmente es preciso dedicarle un párrafo entero al encuentro que marcó de manera indeleble mi camino lector y este fue el que tuve con Un capitán de quince años de Julio Verne cuando contaba yo con el mismo número de años que el capitán y héroe de la novela verniana Dick Sand, al que jamás he olvidado y que fue el primer personaje protagónico de una novela con el cual me identifiqué plenamente.

Apostilla:

Mis padres no eran grandes lectores de literatura; aparte de los textos jurídicos que trajinaba mi padre en razón de su oficio y de la consabida prensa que leían tanto él como mi madre, a la sazón una  ama de casa dedicada a su esposo e hijos. Fue solo cuando les recomendé Crimen y castigo de Dostoievski (años más tarde) que comenzaron a leer con alguna frecuencia sin llegar a convertirse en lectores voraces; esta costumbre la mantuvieron hasta bien entrada su vejez.





miércoles, 21 de enero de 2015

Reivindicación del genio del Barón d’Holbach

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 172, enero de 2015
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo



Reivindicación del  genio del Barón d’Holbach
                                                                       A Michel Onfray
Por Hernán Botero Restrepo

Como a un clavo al rojo vivo
los académicos
y ¡hélas! también algunos
que no lo son en absoluto
se devanan los sesos con Rousseau
y con Voltaire
y sus parciales luces,
nadie se acuerda del Barón d’Holbach
que llegó hasta el final
odiado por deístas y teístas
cegados con pavor
-que fundieron con odio y con desprecio-
por la luz absoluta
del ateísmo del autor del  Sistema de la naturaleza.
Aun en el inmenso
genio de Diderot
la gloria terrenal está empañada
por las sombras de dudas
que ninguno sospecha por qué las abrigó.
En el Barón d´Holbach muchas ideas
pueden y, aún más, deben ser discutidas,
pero no su ateísmo alegre y luminoso.
En ese amigo cálido de los seres humanos,
soñador del progreso y enemigo
de toda tiranía
mucho hay que celebrar
y es triste que sus obras estén como escondidas
sobre todo porque este pensador
fue siempre ajeno
a las pasiones tristes

de las que habló Spinoza.

miércoles, 14 de enero de 2015

Introducción a los Cantos de Inocencia de W. Blake

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 171, enero de 2015
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo


   
   
Introduction to the Songs of Innocence
By William Blake (1757-1827)
   

Piping down the valleys wild
Piping songs of pleasant glee
On a cloud I saw a child.
And he laughing said to me.

Pipe a song about a Lamb;
So I piped with merry chear,
Piper pipe that song again—
So I piped, he wept to hear.

Drop thy pipe thy happy pipe
Sing thy songs of happy chear,
So I sung the same again
While he wept with joy to hear

Piper sit thee down and write
In a book that all may read—
So he vanish'd from my sight.
And I pluck'd a hollow reed.

And I made a rural pen,
And I stain'd the water clear,
And I wrote my happy songs
Every child may joy to hear


Introducción a los Cantos de Inocencia
Traducción por Raúl Jaime Gaviria (1967)

Tocando la gaita salvaje valle abajo
tocando la gaita con gozo y placer
en una alta nube y en un mar de risas
a un niño observé; que me habló:

Toca en la gaita gaitero
la gaita cantora
la canción sobre el cordero
entonces yo la toqué
y el niño lloró al oír.

Deja la gaita gaitero
la gaita feliz
y canta canciones de encanto
y entoné de nuevo el canto
y otra vez lloró al oír.

Gaitero escribe, un libro escribe
que entienda todo aquel que vive.
y ahí de mis ojos se fue
y de una caña hueca
tallé una rústica pluma
que de clara agua de luna entinté
y escribí canciones, felices canciones
para que felices niños las canten después.


miércoles, 7 de enero de 2015

Poesía y vejez

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 170, enero de 2015
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo


     Vejez de los mosqueteros
                                                       Por Hernán Botero Restrepo

Envejecen los cuatro
el dibujo que su amistad inscribe en la novela
se modifica,
más que una aventura
la vejez pone a prueba todo el ser:
el escaso futuro que aún transcurrirá
y los colores de sueño del recuerdo.
Los años se deslizan con las páginas,
el viento del tiempo dispersa los capítulos
(la obra está consumada),
y la amistad ya no es más que un ejemplo
para otros personajes: los lectores


Qué lucido fue Dumas
al no dar muerte a Aramis,
el que menos queremos del cuarteto
de los tres mosqueteros,
al final de El vizconde de Bragelonne
y convertido nada menos
que en la cabeza de los jesuitas.
Ciertamente Dumas era católico,
pero sabía muy bien
lo que la orden de Ignacio de Loyola
había sido hasta su propia época.










De senectute

Ganan en recuerdos vagos
o inundados de luz
el tiempo que les resta
cuando no se transforman en la contrafigura
del viejo memorioso,
lo cual a veces es una fortuna,
mas, ¿ a dónde se marchan
tantos bellos recuerdos no evocados?
¿Quién podría expresar
Los se quedan mudos en sus bocas temblonas?
Cuatro, seis, ocho manos,
pergamino traslúcido y manchado
ocultan sigilosas
fichas de dominó,
y el más inteligente goza tanto
como goza el más necio
si gana la partida.



sábado, 3 de enero de 2015

POEMAS INCONVERS.O.S. (20-22)

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 169, enero de 2015
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo

POEMAS INCONVERS.O.S. (20-22)


Por Raúl Jaime Gaviria


INFIERNO DE COBARDES

I

El poeta cobarde
todavía juega a las muñecas
con las palabras
sin percatarse
que por su puerta se empieza a colar la sangre.
El poeta cobarde
se refugia del derrumbe
bajo un pobre escudo de letras muertas.
El poeta cobarde nació en Colombia
un buen país para nacer poeta
y el mejor para nacer cobarde.

II

En Colombia, los poetas que buscan los altares,
cargan de tinta sus plumas
al mismo tiempo
en que los ejércitos que buscan el poder
cargan de balas sus fusiles,
y al mismo tiempo
en que los políticos que buscan mantenerse en el poder
cargan sus bocas de falsos discursos.
Unos y otros persiguen lo mismo, en el fondo:
¡matar!
Da lo mismo si se trata de cuerpos
o de almas,
porque en Colombia no triunfa

quien no está movido por un espíritu asesino.


EXPULSIÓN VANA

Ayer subí la traqueante escalera
que conduce a la habitación del falso
poeta, hoy en día viejo y enfermo,
que me dijo con lágrimas en los ojos:
Platón tenía razón
y yo le repliqué:
pues más le hubiera valido
haber molido a palos a un poeta falaz
como tú
que expulsarlos a todos
de una República que no existe.



EL EXTRAÑO PAÍS DE LA POESÍA

El león oscuro de la tarde
cayó sobre mí como una piedra ruda
y entonces dijeron los dioses:
hágase en ti la poesía
y la poesía en mí se hizo
y como en el principio, volví a estar desnudo
y está vez no sentí vergüenza sino que reí
reí a más no poder
y mi risa atravesó todos los campos
impregnó todas las flores, cruzó todos los ríos.
Luego sentí frío, un frío tal como no lo había sentido nunca
y ya no quise estar desnudo
y lloré
y me sentí profundamente solo
en aquel extraño país

de la poesía.