BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 153,septiembre de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Reflexiones acerca de los grandes
valores de la literatura colombiana del siglo XIX
Por
Hernán Botero Restrepo
(Primera
serie)
I
El
José María Vergara y Vergara más logrado literariamente es el autor de las
novelas (larga y corta respectivamente): Olivos y aceitunos todos son uno ,
Jacinta, y la comedia El espíritu del siglo, es censurado por críticos como
Álvaro Pineda Botero en un enfoque parcializado, por su espíritu conservador,
ignorando los aciertos de las dos obras narrativas tanto como de la pieza
dramática.
En
esta es posible apreciar aspectos que van a ser fundamentales luego en el
teatro del absurdo europeo del siglo XX. Es extraño que ni Pineda Botero ni
ningún otro crítico colombiano se haya dado cuenta de que el Valle del
Chirichiqui de Olivos y aceitunos preludia el Macondo de García Márquez. En la
novela de Vergara y Vergara hay hasta un personaje que espera, de manera
infructuosa, que le llegue un ascenso del gobierno, personaje que prefigura
claramente al Coronel de García Márquez.
Pasando
de Vergara y Vergara a Ricardo Silva (padre de José Asunción) se debe
considerar la inclusión de la pieza teatral de aquel: El culto de los recuerdos
en la antología de teatro colombiano del siglo XIX de González Cajiao, obra
teatral que no tiene nada que ver con los cuadritos de costumbres de Don
Ricardo, ya que se trata de una pieza de un romanticismo entrañable e
intimista.
II
José
David Guarín, uno de los precursores del cuento moderno en el país, con sus
cuentos: Mi primer caballo y Entre usted que se moja es actualmente bastante
desconocido por lectores y críticos. La excepción de este desconocimiento la
constituye Fernando Ayala Poveda quien en su Manual de literatura colombiana da
cuenta de la gracia y del gran talento constructivo de esos relatos.
III
Manual
María Madiedo, autor de una narración: El contabandista (fragmento de una
novela corta perdida) anticipa algunos de los rasgos fundamentales de la escritura
de Hemingway. Además Madiedo dejó una extensa novela: Nuestro siglo XIX,
heteróclita e insólita para la época y rica en aciertos de diversa índole.
IV
A
Candelario Obeso se le admira desde hace tiempos por sus Cantos populares de mi
tierra, pero son contados los que aún en la Costa Atlántica colombiana se
refieren al hecho de que también Obeso escribió una novela y algo de teatro.
V
Otro
escritor de la misma latitud: Abraham López Penha, de fines del siglo XIX y
principios del XX, fusionó costumbrismo, romanticismo y parnasianismo con
innegable acierto, en el que sobresale
un humor fresco y vital tal como se puede apreciar en la novela: Camila
Sánchez. Valga la pena acotar que este
autor no ha sido considerado ni siquiera por parte de los críticos más
especializados y entusiastas de la literatura del caribe colombiano.
VI
Nadie
sabe por qué en Barranquilla existe un teatro con el nombre de la poeta costeña
Amira de La Rosa.
VII
Emila
Ayarza, otra poeta de la Costa Atlántica, que fue leída con beneplácito por muy
exigentes lectores, se ha desvanecido de la memoria de los colombianos lectores
de buena poesía como de la de los críticos de esta.
VIII
Además
de su obra maestra: El Moro, de la que es un entusiasta lector Fernando Vallejo,
otras dos novelas excelentes de José Manuel Marroquín: Entre primos y Blas Gil
no han servido más que para los sesgados juicios críticos de Álvaro Pineda
Botero.
Conocida
es también la admiración que el poema humorístico: La perrilla de Marroquín
causó en García Márquez y es una lástima que el autor de Cien años de soledad
pareciera no haber leído las dos últimas novelas mencionadas.
IX
Volviendo
a Marroquín, con el que se ha ensañado la crítica sociologizante, se ignora el
encanto de sus memorias: Recuerdos de Yerbabuena, de un cuento tan divertido
como ágil en su dinámica narrativo-estructural como lo es: La fortuna de los
Villafuentes y de un regocijante texto en forma de diálogo (cuyo título no
recuerdo) que inaugura la literatura de ciencia ficción de calidad en Colombia
y nada tiene que envidiarle, a pesar de su brevedad, a Julio Verne autor que
fascinaba a Marroquín.
X
Tránsito,
la novela de Luis Segundo Silvestre, obra de mérito por su autenticidad
sicológica y por su magnífica escritura, ha sido criticada entre otros por
Álvaro Pineda Botero, por la ausencia de matices temáticos que a todas luces se
encuentran presenten en dicha obra.¿ Puede haber una manera más torpe de ejercer
la crítica?
XI
La
riqueza socio-política y el lenguaje narrativo, tan enjundioso como sencillo,
(lo que lo convierte en precursor natural de Carrasquilla) que posee la novela:
El rejo de enlazar de Eugenio Díaz y el
hecho de ser esta la primera novela cuyo tema capital es el de las guerras
civiles decimonónicas en Colombia, ha pasado totalmente desapercibido para la
crítica literaria colombiana.
Concluyamos
esta primera serie recordando que Carrasquilla, (que se consideraba a sí mismo
como el primer autor que había novelado en auténtica prosa en Colombia) se
refirió a La Manuela de Eugenio Díaz como una obra incuestionablemente hermosa
aunque confesó no haber leído más que la primera parte. Cabe preguntarse pues
si Carrasquilla llegó a leer completa La Manuela, aunque lo que sí es seguro es
que el resto de la obra de Díaz fue totalmente ajeno a él,quien aparte de su
referencia a La Manuela no volvió a hacer mención alguna del autor bogotano.
Muchos
años después de la época de Carrasquilla, Colcultura publicó una edición de las
obras de Eugenio Díaz en la que no se incluye La Manuela por el hecho de ser
demasiado conocida. El prólogo de esta edición da cuenta de los valores
críticos que hacían falta para situar al novelista sabanero en el honorífico
lugar que ocupa en la narrativa de Colombia. No en balde está escrito por la
novelista Elisa Mújica, que no olvidó los aciertos de Díaz en: El rejo de
enlazar ni las maravillosas creaciones cuentísticas del autor prologado como
los son: María Ticince o los pescadores del Funza, que constituye, con un
relato de Josefa Acevedo de Gómez, el inicio de la más sólida literatura
indigenista de Colombia, Tampoco olvido Mújica esa joya que es: Una ronda de
Don Ventura Ahumada, a nuestro juicio, junto con el cuento ya mencionado de
Marroquín, la primera muestra excelente del cuento colombiano.