miércoles, 25 de junio de 2014

Don Pedro Ruiz y dos de sus reencarnaciones

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 143, junio de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
email: revistasfodelo@yahoo.com




Don Pedro Ruiz y dos de sus reencarnaciones

Por Hernán Botero Restrepo

I
Matilde Arriaga fue ejemplar en todo.
Yo soy una mujer de clase acomodada,
solía decir al frisar la cincuentena
poco después de apostatar
del cristianismo y la Iglesia Romana,
soy una buena y muy feliz esposa
una madre adorada por sus hijos
y cuatro nietos que son cuatro angelitos
y por si fuera poco tengo el privilegio
de ser iluminada
por poseer la fe en la metempsicosis.-

II
Desde que doña Matilde cumplió su medio siglo
o un poco antes, o un poco después,
se convirtió en la más irredimible reencarnacionista
y en esto ningún varón llegaba a sus talones,
sin que el no recordar ninguna de sus vidas anteriores
entibiara su fe,
pues le bastaban
las historias de muchos que sí las recordaban
que le contaban los gurúes de la secta.

III
Cuando el hado maligno intervino
en la edénica paz de la familia
en una tarde en que don Pedro
se dirigía a su casa,
un auto que se bebía los vientos
lo atropelló, dando al traste con su vida.

IV
Pasó el luto, pasaron los años
pero también pasó que una perra preñada,
la querida mascota de los Ruiz
parió a los pocos meses de la muerte de su amo
una camada de tres hembras y un macho.
Doña Matilde, una tarde cualquiera
fue a alimentar a la madre y sus crías
y de pronto notó que el machito la miraba
con la misma mirada de don Pedro.

V
Procurando que nadie tomara nota de ello
la viuda de don Pedro trató al perro
con amoroso mimo,
dormía con él, y reservaba para él
las más sabrosas viandas
y pensaba:
¿quién sabe Dios por qué
Pedro volvió a este mundo como perro?
Matilde le dio el nombre de Peter al perro.
Cuando el hado intervino otra vez,
Peter (Matilde estaba de visita)
salió a la calle en la que fue arrollado
por una moto
y no volvió a ladrar ni a respirar.

VI
Y los años siguieron corriendo en número de treinta.
Doña Matilde, que ya era bisabuela,
ya en sus últimos días, minada por el cáncer,
yacía en un lecho del único hospital
del pueblo en que habitaba.
Desahuciada,
su rostro encarcelado en una máscara de oxígeno,
y Pedro y Peter borrándose de su memoria.

VII
El hospital en que doña Matilde,
que vivió siempre en un modesto pueblo,
no estaba lejos de una teneduría
y el olor del proceso de las pieles,
que en ella se trataban,
atraía no pocos gallinazos famélicos.
Una tarde doña Matilde
se encontraba sola
y por unos momentos sin su máscara.
La mujer, que era larga de vista,
creyó que un gallinazo la miraba
como Peter y Pedro la habían mirado siempre.
¡Pero cómo es posible! -pensó. ¿De Pedro a gallinazo?
Explícame Dios mío por qué mi fiel esposo,
que era tan buen mozo y comedido,
pudo reencarnar en este repugnante pájaro carroñero.
Peter era también un animal pero un bello animal.
El gallinazo, luego, alzó su majestuoso vuelo
y como pudo, la agónica enferma
se incorporó del lecho.
Antes de que nadie llegara
doña Matilde no era ya de este mundo.

martes, 17 de junio de 2014

Breve esbozo acerca de Linda boquita y verdes mis ojos de J.D Salinger

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 142, junio de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
email: revistasfodelo@yahoo.com








Breve esbozo acerca de Linda boquita y verdes mis ojos de J.D Salinger
Raúl Jaime Gaviria

J. D. Salinger es considerado, hoy por hoy, un autor de culto. Alrededor de su vida y de su obra se ha edificado todo un mito. Cuando uno aborda críticamente a un autor de estas características corre el riesgo de dejarse obnubilar por esta enrarecida atmósfera, de ahí que sea necesario realizar, previo a la lectura, un ejercicio interior de profilaxis literaria frente al texto y al autor y leerlo como si se leyera a un desconocido o a algún amigo que le pasara a uno un texto cualquiera.  Así fue como abordé este relato de Salinger, sin ningún prejuicio. Primero lo leí en inglés, ya que, por lo general, las traducciones al español me resultan poco confiables, puesto que muchas veces desvirtúan el sentido de lo que el autor pretendió decir en su idioma original.

Linda boquita y verdes mis ojos de J.D. Salinger es un cuento, como todos los de Salinger, que no permite una lectura superficial, hay que ahondar necesariamente en las diversas capas subtextuales para desencriptar el mensaje cifrado. Con Salinger hay que, por decirlo de algún modo, aprender a leer lo que no está escrito, lo tácitamente expresado. En el intrincado mapa que se desplegó ante mis ojos en este cuento pude vislumbrar algunos puntos interesantes que paso a resumir. 

Es interesante ver como el autor, durante todo el relato, no suelta prenda en lo que respecta a lo que piensan los personajes, de ahí que recurra a la narración en tercera persona omnisciente, y que el final del cuento resulte imprevisible para el lector pues el autor no le proporciona al lector ninguna pista que le permita hacerse una idea, siquiera aproximada, de lo que sucede al interior de los personajes.

El cuento se centra en los personajes de Lee y Arthur, un par de amigos, abogados de la ciudad de Nueva York, que sostienen una conversación telefónica en medio de la noche. Arthur le pregunta a Lee si sabe dónde se encuentra su esposa Joanie, a lo cual Lee, con toda la sangre fría, responde que no, a sabiendas de que la tiene a su lado, acostada en la cama. Durante casi toda la conversación telefónica Arthur emplea repetidamente (en la versión inglesa original) la palabra Cristo (Christ) así como la expresión ¡Por Cristo! (Christsake) lo que indica inseguridad de su parte y su alto nivel de frustración frente a la relación con Joanie. En realidad no se trata de un diálogo puesto que Arthur utiliza a Lee como campana de resonancia, dejando fluir por medio de su monólogo incoherente toda la carga de impotencia que subyace en su interior. Sin embargo, conociendo la técnica narrativa de Salinger, es preciso que el lector no apresure ningún tipo de consideraciones en relación con el fondo de los personajes. La tesitura real de estos solo es revelada al final del cuento e incluso luego de una profunda reflexión posterior a su lectura.

Volviendo a la historia, el personaje de Lee, a diferencia del de Arthur, se muestra seguro y calmado, dueño absoluto de la situación y lleva su cinismo al extremo de darle consejos a Arthur, pretendiendo consolarlo. Esta situación se da vuelta al final del relato luego de la segunda llamada de Arthur, que sabe que Lee se encuentra con su esposa y aun así le miente a su amigo diciéndole que Joanie ya ha llegado a casa. Aquí los papeles se invierten y el consolador pasa a ser el consolado, el engañador se convierte en el engañado. El texto implícito que podría aflorar en la mente de un lector avisado podría ser:  

–No eres más que un tonto Lee. Siempre he sabido que me engañas con Joanie y ¿sabes qué? me importa un bledo. Lo que me duele es que seas lo suficientemente estúpido como para no darte cuenta de que ella me trae sin cuidado. Hace mucho dejó de ser la niña pura de rosa y blanco de mi poema, la chica de los hermosos ojos verdes y la linda boquita y ahora es tan solo una putita que se acuesta con el primer estúpido que se le pase por el frente. Hoy eres tú, mañana podrá ser el panadero o el chico de los recados. Creías que me engañabas y por ello te sentías poderoso e inteligente. No Lee, tú eres igual de fracasado que yo y te diría que incluso mucho más, por lo menos yo soy consciente de mi fracaso y soy consecuente con ello. En cambio tú, tu además de fracasado eres patético.

Linda boquita y verdes mis ojos es, en el fondo, un cuento acerca de la soledad y la deshumanización que tiene ocurrencia en las grandes urbes norteamericanas, lo que deviene en la trivialización de los sentimientos y la instrumentalización de las relaciones humanas. La amistad de Arthur y Lee es tan solo un simulacro de amistad, así como la relación matrimonial de Arthur y Joanie y el affaire de Lee con Joanie son tan solo simulacros de relaciones interpersonales puesto que en una ciudad como Nueva York (en donde el aislamiento del ser humano con respecto a sus congéneres es casi que total) es muy difícil el que se establezcan tipos de relaciones verdaderamente humanas. La conversación de Arthur con Lee es en realidad una conversación de Arthur consigo mismo, aquí el interlocutor es una mera excusa. Y para Lee la conversación telefónica con Arthur tiene valor solo en la medida en que Joanie es testigo de esta. Lee se muestra condescendiente y comprensivo con Arthur con la clara intención de reforzar ante Joanie su imagen de “el amante”, del hombre fuerte y seguro de sí, en contraste con la debilidad del hombre inseguro, de “el marido” que se encuentra al otro lado de la línea. Muy seguramente, de haber estado solo, Lee le hubiera colgado al instante el teléfono a Arthur. 

Lo falso de la amistad entre los dos personajes se puede apreciar con máxima claridad en el cuento durante la corta conversación que tuvo ocurrencia luego de la segunda llamada de Arthur, cuando este le dice a Lee que Joanie acaba de llegar a casa. Con esto Arthur derrumba todo el discurso de pretendida seguridad de Lee quien, al verse descubierto, solo le queda la vía de la auto-confrontación, de ahí que, aparte de sentirse mal, se disguste también con Joanie, pues el valor que Lee le otorgaba a esta residía exclusivamente en el hecho de que el traicionar la “amistad” de Arthur con ella lo hacía sentirse importante.

El cuento, a pesar de generar cierta abulia a causa del extenso monólogo de Arthur, es una pequeña obra maestra puesto que somete al lector, en unas cortas páginas, a establecer una relación contradictoria con ambos personajes masculinos (el personaje de Joanie, neutro en principio, se devela a posteriori a partir de la revelación de la naturaleza real de los personajes de Arthur y Lee). El lector, en principio, tiende a solidarizarse con Lee y a sentir antipatía por Arthur lo que cambia abruptamente al final de la historia luego de la última llamada telefónica y por decirlo así de la transfiguración heroica de Arthur. Al parecer a Salinger le gusta jugar con el lector y lo hace bastante bien. De ahí que no se trate del tipo de autor que pueda ser resistido por todo tipo de hígados literarios. Salinger no es, ni mucho menos, el autor que le ofrece la historia en bandeja a sus lectores. A las historias de Salinger hay que rumiarlas para poder apreciarlas en toda su significación. Hay que sumergirse mucho en ese mar para recoger las escasas perlas que allí yacen. Los cuentos de Salinger no basta con leerlos una sola vez, la relectura se hace indispensable pues, como sucede con los mejores vinos, a este autor no es posible degustarlo toscamente con la lengua sino que se requiere de un paladar literario bastante fino y sobre todo muy ejercitado.

jueves, 12 de junio de 2014

La gran narrativa de la I Guerra Mundial

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 141, junio de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
email: revistasfodelo@yahoo.com





La gran narrativa de la I Guerra Mundial

Hernán Botero Restrepo


Se está cumpliendo en este año de 2014 el centenario del inicio de la I Guerra Mundial; a propósito de ello la Revista Arcadia publicó, en su número 113, un breve artículo firmado por Alberto de Brigard, en el que se hace un recuento valorativo de las más memorables novelas que fueron escritas sobre dicha guerra, “la grande” como fue llamada en su momento por razones a las que sobra aludir aquí, por lo conocidas que son. El presente texto tiene por objeto examinar el artículo de De Brigard en dos aspectos: el primero es el de la indiscutible calidad literaria de las novelas consideradas por el autor del artículo como las más sobresalientes en lo que respecta a su valor novelístico-histórico y estilístico, y el segundo, completarlo, llenando algunos vacíos que quien escribe estas líneas ha encontrado en la lista de las novelas mencionadas por De Brigard en su texto, que tiene por título: La I Guerra Mundial en la novela. Estoy de acuerdo con De Brigard en que Sin novedad en el frente de Erich María Remarque sigue siendo la mejor obra de ficción sobre la I Guerra Mundial y que es, sin duda, una de las grandes novelas de todos los tiempos. 

Es preciso llamar la atención sobre la infra-valoración que hace De Brigard con respecto al estilo presuntamente pasado de moda de Vicente Blasco Ibáñez, autor de una de las novelas escogidas por De Brigard, entre las más relevantes de su lista. Este, de manera arbitraria, considera que el estilo de Blasco Ibáñez está "pasado de moda" sin considerar el hecho de que se trata de un escritor cuyo lenguaje se caracteriza por su colorido y vivacidad.

De Brigard consideró, de manera acertada, que en “Adiós a las armas” de Ernest Hemingway: “además de sus méritos también se encuentra lo más insoportable del autor: “la sensiblería huera de sus historias de amor, debido sobre todo a la pobreza de los personajes femeninos”. También estoy de acuerdo con De Brigard cuando dice en su artículo que “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” de Blasco Ibáñez: “puede ser la primera obra importante sobre la Primera Guerra (sic)”. Ha de quedar claro que la inclusión en la lista de De Brigard de la novela de Blasco tiene que ver más con la temprana fecha de la publicación de esta que con su valor intrínseco. Como obras meritorias se cita en el texto de Arcadia la novela “Largo domingo de noviazgo” de Sebastián Japrisot y “14” de Jan Echenoz que, he de confesarlo, jamás he leído.

Con relación a los vacíos del texto de De Brigard paso a mencionar los más relevantes: Henri Barbusse, a quien De Brigard no menciona, publicó la novela “El fuego” antes de que fuera publicada “Sin novedad en el frente” de Remarque; La novela de Barbusse fue pionera entre las dedicadas a la Gran Guerra y, aunque es inferior a la de Remarque, no dejó de influirlo. No hay por qué olvidar, además, que Remarque fue autor de una especie de continuación sui generis de “Sin novedad en el frente”, que se tituló “De regreso” y que se halla a la altura poético-narrativa de la obra fundamental de Remarque.
También se le pasa por alto a De Brigard aludir a la novela “La muerte del héroe” de Richard Aldington, el principal aporte inglés a la narrativa de la I Guerra Mundial, si no consideramos los valiosos poemas de cariz narrativo escritos por los grandes poetas Wilfred Owen (quien murió en el frente) y Sigfried Sassoon. Tampoco menciona De Brigard la tetralogía sobre la guerra de Ford Madox Ford, cuyo volumen más elogiado es “El buen soldado”.

Desplazándonos a la Rusia post-revolucionaria, sabemos que se escribieron varias novelas sobre la Gran Guerra que no han sobrevivido dado el hecho de haber sido escritas bajo la nefasta influencia de la estética bolchevista.

Lo más inexcusable es el que De  Brigard, en su artículo, no se haya referido a una de las obra monumentales de la literatura centro-europea: “Las aventuras del buen soldado Schweik” de Jaroslav Hasek, en la que la guerra y todo lo relativo a esta es mostrado, con gran maestría, de una manera tragicómica y aun caricaturesca.

Recientemente, en la ópera prima del escritor sueco Jonas Jonason: “El abuelo que saltó por la ventana y se largó”, el autor rememora los hechos bélicos del 14 como si de un puzzle demencial se tratara.
Es bueno hacer memoria de una obra muy peculiar, entre novela y ensayo: “Los que no fuimos a la guerra” del gran novelista y humorista español Wenceslao Fernández Flórez. También el magnífico Valle Inclán escribió unas inquietantes impresiones de  alta factura poética, en las que se vislumbra la guerra desde la perspectiva de los soldados que descansan, en la alta noche, al lado de las trincheras en sus respectivos campamentos. Por su parte el cosmopolita escritor guatemalteco, Enrique Gómez Carrillo, tantas veces tildado de frívolo, escribió unas muy serias crónicas sobre la guerra como corresponsal del periódico El Liberal.

Es también necesario referirse, brevemente, a las novelas sobre la guerra escritas desde el punto de vista de los perdedores, entre las cuales la más famosa fue quizás “Tempestades de acero” de Ernst Jünger, texto de carácter seminovelístico y autobiográfico que está empapado de guerrerismo bismarckiano. Un epígono rastrero de Jünger, Ernst von Solomon, superó a su maestro en agresividad belicista  en varias obras narrativas.

Para concluir de manera un poco más grata quiero hacer memoria de la novela “Un hijo en el frente” de la norteamericana Edith Wharton (discípula de Henry James) editada en castellano en 1998 por Tusquets Editores.