BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 140, junio de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
email: revistasfodelo@yahoo.com
Acerca de Abluciones de Patrick deWitt
Raúl Jaime Gaviria
El
canadiense Patrick de Witt no es un gran escritor. Jamás escribirá una obra
maestra aunque, de seguro, dará mucho de que hablar durante los próximos diez
años. Dentro de treinta, quizás veinte, estará
completamente olvidado. Y sin embargo, su opera prima Abluciones que, debo confesar, leí con
sentimientos contradictorios de asco
y fruición, es una buena novela. Es difícil admitir que una obra
estilísticamente pobre, plagada de lugares comunes te logre conmover. Lo cierto
es que el personaje principal de esta novela es muy auténtico, mucho más que el
artificioso Hank Chinaski de Bukowski (autor con el que se suele comparar a de
Witt) aunque menos vigoroso. Leer esta
novela para mí fue como subirme a una montaña rusa en cámara lenta, el mareo es
mucho peor cuando vas lento, así como es mucho más viva la sensación de absurdo
que te produce. No es lo mismo suicidarse de un pistoletazo en la sien que montarse,
por propia voluntad, en un potro de tortura y ver cómo, en medio del más
terrible dolor, se te desgarran literalmente los miembros y se te va la vida.
Una hipotética triple tortura si cabe pues tendrías el tiempo suficiente como para arrepentirte y
ya no podrías escapar de la trampa que tú mismo te has tendido.
Abluciones
nos presenta a un camarero anónimo de bar (personaje que representa al mismo de
Witt quien trabajó cinco años en uno) que realiza apuntes sobre los clientes
habituales del lugar, con su carga de dolor y perversión, con el fin de
escribir un libro que refleje la decadencia de una sociedad moderna que parece
no encontrar respuestas a los interrogantes esenciales del ser humano. No
obstante, el observador no puede ser imparcial ya que se involucra de lleno con
ese mundo que pretende narrar. Se bebe, noche a noche, todo el bar, se
atraganta de pastillas y se involucra sexualmente con la clientela femenina. En
determinado momento no sabe si es él quien narra o si es uno más de los
descarriados personajes que, desquiciados por la soledad y el absurdo
existencial, reptan lastimeramente por las páginas de este deprimente libro al
punto de que, en determinados pasajes , la fina línea entre lo humano y lo
animal parece desvanecerse en muchos de los personajes, que, convertidos en
patéticas caricaturas de sí mismos parecen clamar al cielo que la tierra pronto
se abra bajo sus pies poniéndole fin a tanto dolor.
Lo
más rescatable de este libro es indudablemente el mensaje de redención que
subyace en la historia, ya que en la medida en que el narrador se sumerge con
mayor profundidad en las fangosas aguas de la auto-destrucción, va tomando al
tiempo una mayor conciencia de la imperiosa necesidad que como ser humano tiene
de ser feliz. Y ahí es donde la historia
toma su giro más interesante pues el personaje adquiere la certeza de que la
única salida está en huir de sí mismo a como de lugar. Y la estrategia de fuga por
la que opta es de una poesía no exenta de absurdo. Quiere ir al Gran Cañón,
(luego de un robo continuo a la caja del bar) para poder reencontrarse con sí
mismo, con la verdad que habita en él, fuera de los espurios paraísos
espirituales que las drogas y el sexo desenfrenado le hayan podido ofrecer.
Abluciones
es en resumen una novela que produce un malestar indefinible, una náusea que,
para el lector hedonista, no resulta nada agradable y aunque desde sus primeras
páginas te sientas tentado a dejarlo y retomar lecturas más apacibles, en el
fondo sabes que este libro es como un enorme trago de whisky que te has de
apurar hasta el fondo esta vez, así te declares el mayor de los abstemios.