lunes, 6 de agosto de 2012

Volviendo un poco atrás, casi con ira, pero con lucidez

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 30, agosto  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com

Volviendo un poco atrás, casi con ira, pero con lucidez
Hernán Botero Restrepo

El estío por las ramas
Soñolientas, tembladoras
 Filtra llamas, llamas, llamas
Quemadoras
(Julio Flóres)
 
Ante la actual ausencia de novedades literarias en el país, quiero aprovechar la ocasión para hacer un examen crítico, que ojalá no se quede en el nivel de lo superficial, debido al poco espacio de que dispongo, sobre la antología de la poesía de Julio Flóres, que el poeta, muy mediano a mi modo de ver, Harold Alvarado Tenorio, dio a la luz en el año de 1996. Comienzo por formular el hecho de que la antología no es lo que debiera ser. Algo, que no voy a tratar de desentrañar aquí, movió a Alvarado Tenorio a cargar la mano en los poemas filiales acerca de la madre, de Flóres. Que son demasiado extensos y abundan en cursilería sentimental, y en los de temática fúnebre, lo que tiende a producir la impresión de que el autor de  “Mis flores negras” encarna a un vate de lo más absolutamente populachero de la poesía colombiana. Poemas en cambio como el que se inicia con los dos hermosos versos:
Cuando lejos muy lejos en hondos mares
en lo mucho que sufro pienses a solas
  Que coincide en esencia con otros dos, uno de Edna Saint Vincent Millay, muy hermoso y otro de Safo, el que inicia cantando:
Ella en Sardes tiene su pensamiento puesto aquí.
  No se trata de influencias directas sino de afinidades literarias a través del tiempo. Lo mismo sucede con los dedicados a Silva, sobre todo el titulado “Por qué se mató Silva”, reconocido como absolutamente logrado (en sus “Chapolas negras”) hasta por ese negador de casi todo valor estético en la literatura colombiana que es Fernando Vallejo.  Dichos poemas no aparecen en la mencionada antología.
  En lo que se refiere al prólogo de la antología firmado también por el antólogo, se puede apreciar que la valoración del poeta y del caso Julio Flóres, se estancan en el aspecto general de los temas filial y fúnebre, sin rozar tan siquiera el aspecto musical de los versos ni las tantas veces acertadas rimas, ni lo que hizo el poeta antologado con los diversos asuntos, que rebasan con mucho los del amor filial a la madre y el fúnebre y los metros que cultivó.  De modo absurdo, solo en el brevísimo texto de la contraportada se hace constar que la poesía de Flóres, es clara y al mismo tiempo elaborada en su ritmo.
  En fin, que la antología de Alvarado Tenorio es insatisfactoria, pero al menos la Editorial Áncora la publicó, rindiéndole una especie de honor pírrico a Flóres, en una colección en la que también figuran: Tomás Carrasquilla, José Eustasio Rivera, José Manuel Marroquín, José Asunción Silva, Jorge Zalamea, Luis Carlos López, Porfirio Barba Jacob y Juan Manuel Roca, e insólitamente ese rey de la cursilería novelística colombiana que es José María Vargas Vila.

  Es frecuente que al referirse alguien en Colombia a Julio Flóres, le salgan al paso los críticos y académicos con la anécdota de que habiéndole dado a leer algún lector colombiano, unos versos de Flóres, a Don Marcelino Meléndez Pelayo. Este dijo: -Muy buen hijo debe de ser este Julio Flóres, pero poeta no es- . Es indudable, que de ser esto cierto, por lo menos en parte, no se le haya dado a conocer a Don Marcelino, (último gran defensor de la inquisición) más que algunas poesías de Flóres de carácter filial. Porque de haber leído versos como:
Algo se muere en mí todos los días
Del tiempo en la insonora catarata
O este verso inicial de otro poema:
Una gran agua gris, inmóvil, yerta
O el ya aludido poema “Por qué se mató Silva” o algunos poemas y versos de “Año Harmónico” de seguro que otro hubiese sido su concepto, y no peyorativo, acerca del poeta colombiano.