BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 33, agosto de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com
Maniquíes
Hernán Botero Restrepo
I
Golpeó dos veces con suma discreción el cristal de la vitrina de Lady Brummel’s shop, con el objeto de inquirir por una dirección cercana que no recordaba con claridad, procurando atraer la atención de la muchacha que en posición de tres cuartos de perfil, colocaba un jarrón atiborrado de rosas sobre una mesita de centro. Todo sucedió en cuestión de segundos: primero, la inquietante sensación que le produjo la extraña inmovilidad de la joven –no tuvo tiempo de pensar que fuese dura de oído y por ello no había volteado la cara para observarlo-, y luego el que la muchacha no era una persona de carne y hueso, sino un maniquí. Un extraño pavor hizo presa de él y se alejó de inmediato del lugar de sus descubrimientos.
¡Ah, maldita miopía!, y hoy olvidé ponerme los lentes de contacto, se le ocurrió, tratando de encontrar algo parecido a una razón que justificara el terror que lo había embargado.
II
Desde el día de su experiencia en Lady Brummel’s, nuestro personaje dio en soñar con maniquíes que inicialmente le parecían personas y de pronto clavaban su vista (sin perder su condición de tales) en su rostro, con una mirada cuyo espíritu no podía discernir, pero que le inquietaba al máximo, a pesar de que ninguno de ellos intentaba causarle daño alguno. A continuación de lo cual Mr. Joseph o como pudiera llamarse se despertaba presa de un espanto inconmensurable.
III
Corrieron los años, la miopía de Mr. Joseph fue aumentando, incontenible, y se complementó con una presbicia galopante, que ni la oftalmología de punta consiguió curar ni aminorar jamás. El resultado de todas estas desgracias ópticas fue a la postre la ceguera total de Mr. Joseph, pero él seguía soñando con los maniquíes, los veía con su vista de antaño, poseído por el horror que le inspiraban su inmovilidad o grado perfecto de suspensión de su acción.
Lo más espantoso sucedió la noche en la que Mr. Joseph, vio que el maniquí, que era la misma maniquí muchacha de Lady Brummel’s, había girado su rostro hacia el suyo y él supo, con esa certeza de los que alguna vez vieron, que ella era invidente, por más que sus ojos parecían ver de forma normal. Despertó espantado como nunca y sin titubear se arrojó por la ventana, que mantenía todas las noches abierta, al vacío. Mr. Joseph, vivía en el piso diecisiete de un imponente edificio de apartamentos.