martes, 25 de septiembre de 2012

"La otra cara de la muerte" novela de Juan Mario Sánchez Cuervo

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 36, septiembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com

"La otra cara de la muerte" novela de Juan Mario Sánchez Cuervo.
Por: Raúl Jaime Gaviria Vélez.
"La otra cara de la muerte", ópera prima del escritor antioqueño Juan Mario Sánchez Cuervo, nos presenta la vida de Juan Aguilera, un ex-seminarista solitario que sufre de depresión y otros trastornos mentales. Su vida da un giro de ciento ochenta grados en el momento de conocer a Beatriz, una hermosa mujer a la vez que peligrosa, que trabaja para la policía y a la que le ha sido asignada la misión de espiarlo. Juan, desprevenido de la situación, sale de su concha y se entrega al amor por primera vez en su vida y lo hace a fondo, sin medir ningún tipo de consecuencias. Con lo que no contaba Beatriz era con que ella se iba a enamorar también y que de esa extraña dicotomía entre amor y deber surgiría un conflicto interior desgarrador que en la novela se ve reflejado de manera magistral en la segunda parte del libro que se titula "Ella" y que está escrito a modo de diario. Lo que en realidad sorprende es la capacidad del autor para desdoblarse y por decirlo así meterse en la piel y el alma de un personaje femenino de tantos pliegues y complejidades como Beatriz. "La otra cara de la muerte" es una novela que aunque tiene lugar en un entorno violento, la Medellín de principios del milenio, en plena época de la Operación Orión en la comuna 13 ,no recurre para nada al estilo desmañado y facilista característico de la literatura que, en nuestro medio, toca el tema del narcotráfico y sus violencias derivadas. Y aunque a veces se acude a un lenguaje fuerte por exigirlo así los personajes, nunca se abusa de este recurso. Otro de los ejes importantes de la novela se halla en la relación de Juan Aguilera con Dios, que oscila pendularmente entre la negación y el arrepentimiento. "Un teólogo ateo" ,así se describe a si mismo el protagonista, lo que pone en evidencia que por más que desee encubrirlo se trata en esencia de un alma religiosa, de un hombre atormentado por el concepto de Dios. Incluso la devoción con que Juan Aguilera se rinde al amor podría calificarse también de religiosa, de ahí la magnitud de su decepción al descubrir la traición de Beatriz. La novela narrada en primera persona, otro de los aciertos de la obra, devela un yo que inquieta al lector de principio a fin. Tanto en Juan como en Beatriz subyace un fondo ético común, y he aquí lo más interesante ya que no se trata de personajes rígidos, sometidos al eje binario bueno-malo, como ha sido tradicional en nuestra reciente literatura, sino que ambos se deslizan convincentemente a través del cromático espectro moral de los grises.  Esto los hace más humanos, más creíbles, personajes apasionantes con los que fácilmente nos podemos identificar.
Siendo yo un lector del tipo lento, condición que me ha causado más de una vergüenza ante mis amigos lectores y escritores, debo reconocer que frente a esta novela me vi sorprendido leyendo a un ritmo violento, imparable.  Devoré sin pudor sus 265 páginas en dos días, lo que me produjo un sentimiento similar al que se experimenta con el sexo apresurado. De ahí que poco después de la primera lectura acometí una segunda con más pausa y paladar, lo que también redundó en un placer mayor. Desde ya le auguro esta misma sensación a todo lector que se acerque a la estupenda historia que se desovilla en "La otra cara de la muerte" de Juan Mario Sánchez Cuervo, editada recientemente por el Fondo Editorial de la Universidad Eafit.


martes, 18 de septiembre de 2012

Don Gustavo en el centro del universo de Medellín

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 35, septiembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Don Gustavo en el centro del universo de Medellín
Hernán Botero Restrepo

   A don Gustavo lo conocí cuando caminaba a buen paso por la acera de la Avenida Oriental; sentado sobre un pequeño y delgado cojín, rasgaba con torpeza una desvencijada guitarra y cantaba con una voz cascada y carrasposa, que seguramente no había sido buena jamás, una vieja canción popular colombiana “Las acacias”, casi en el borde del andén, frente al Edificio Comedal. A su lado se apreciaba un sombrero gris que seguramente había sido negro hacía tiempo, y una paleolítica silla de ruedas. A don Gustavo le faltaban las piernas –posteriormente me contó que se las habían tenido que amputar a causa de un problema de circulación de la sangre. Pero lo más importante que tenía a su vera, era un perro de color canela con pequeñas manchas blancas, de regular alzada, estirado de largo a largo y con su cabeza entre las patas delanteras. Los dos veloces ríos de viandantes, los que iban y los que venían sin prestarle atención, unidos al cuasi caos del movimiento de los vehículos que pasaban por la Oriental, completaban el cuadro. Ante todo esto yo me sentí conmovido y le solicité que me tocara una canción. ¿Qué cuál quería?, me respondió y le pedí “Mis flores negras” que tocó y cantó como bien pudo. Terminada su actuación musical, y habiendo depositado en su sombrero un billete de baja denominación, inicié un diálogo con él, que reproduzco en lo esencial a continuación.
Yo:   Es una canción que me ha gustado siempre, tanto la letra como la música.
El:   Ya nadie me la pide
Yo:  ¿ Y el perro?
El:   Es una bendición de Dios.  Un vecino que vive muy cerca de donde yo vivo, en la Iguaná, me lo regaló cachorrito, y desde el comienzo se me apegó, no me desamparaba, pero lo más milagroso es que aprendió a jalar mi silla de ruedas a la que le puse una correíta, y es él el que me trae hasta aquí y me lleva a la casa cuando se me hace tarde… y mírelo, no lo tengo amarrado, a veces se va, seguramente detrás de una perrita. Una vez se demoró en volver dos días, yo creí que no lo volvería a ver jamás pero volvió. Esa fue la primera vez que dialogué con don Gustavo.
En alguna ocasión después de haberme tocado y cantado dos de las añejas canciones de su repertorio, apenas reconocibles en su ejecución, y de haber dialogado con él unos momentos, recuerdo que le aconsejé que le abreviara a su perro el nombre tan feo con que lo llamaba: “Gumersindo” y que lo llamara simplemente “Gumer”, a lo que no me ha hecho caso don Gustavo.
Otra vez una mujer joven y bien vestida, ni bonita ni fea, se me acercó en el momento en que acababa de despedirme de don Gustavo y me preguntó con un tono de voz entre extrañado y displicente: - ¿usted de qué hablaba con ese señor? Seguidamente le hice un resumen de lo que yo sabía de don Gustavo a lo que ella luego de escucharme me dijo: - ¡ qué triste depender para todo de un perro! Antes de que yo reaccionara dirigiéndole las palabras que se merecía, ella aceleró el paso sin siquiera despedirse, perdiéndose entre los transeúntes.

Epílogo

Don Gustavo cuenta, a ojo de buen cubero, entre los sesenta y los sesenta y cinco años de edad. Por tal motivo me atreví a inquirirle en alguna ocasión si no consideraba como algo bueno para él encontrar un albergue o refugio en el que se le ayudaría en todo aquello que estaba fuera del alcance de la ayuda que le podría prestar Gumersindo. Don Gustavo no me respondió de inmediato, y cuando lo hizo me contestó: - yo vivo con una hermana que me atiende muy bien y además yo cómo que le he cogido gusto a la calle y me hace falta tocar y cantar mis canciones. Así como estoy me siento bien.

martes, 4 de septiembre de 2012

Dr. Héctor y Mr. Abad (Faciolince)

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 34, septiembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com

  Doctor Héctor y Mr. Abad (Faciolince)
                                                                      Raúl Jaime Gaviria V.

 Héctor Abad Faciolince, el escritor, a quien tantos admiran, y no sin razón, por algunas excelentes novelas como Angosta, Basura y El olvido que seremos parece haber sucumbido de manera patética ante el Héctor Abad Faciolince personaje. El mismo que atacó con furia vitriólica en su columna de El Espectador  el  milenario arte del teatro se ha convertido paradójicamente en un pésimo actor. Su última gran actuación, digna del premio limón, fue la de exhibirse ante el público lector como poeta sin serlo. ¿Qué son sus presentaciones públicas leyendo poemas, sino horrendos monólogos teatrales dignos del denominado género ínfimo, dado el hecho de que ni una sola gota de vate circula por sus venas? Para la muestra un verso: “Mi hermana la mayor arregla muertos” con versos así para qué enemigos. Y así como en El olvido que seremos, su obra más lograda, el Héctor escritor le rinde un bello homenaje a su padre; en su antítesis estética  Testamento involuntario, el Héctor actor no solo niega simbólicamente a su madre al firmar el libro suprimiendo intencionalmente su segundo apellido sino que de paso usurpa el nombre de su padre muerto ya que tan cierto como que madre hay una sola también lo es que en la memoria colectiva de todo un pueblo reside un solo y auténtico Héctor Abad, de segundo apellido Gómez, el que luchó con valentía por la defensa de los derechos humanos de este país. La herida del padre ausente, que en Héctor pareció cerrarse con su libro más aclamado, está hoy de nuevo abierta y supurando fruto de la soberbia del falso poeta que se ha tomado por asalto, esperemos que de forma temporal, el alma del novelista que al modo de Doctor Jekyll y Mr. Hyde tendrá tarde o temprano que escoger entre uno y otro. Desde esta humilde tribuna hacemos votos para que finalmente el triunfo sea de Héctor, el buen escritor y mejor ser humano y no de ese  perverso alter ego mediático, ese monstruoso Mr. Abad que se ha ido gestando últimamente, y que de seguir así acabará por destruir por completo la obra y la persona de Héctor Abad Faciolince.