martes, 18 de diciembre de 2012

Mirada crítica de Andrés Trapiello a Gabriel García Márquez

GUADAÑAZOS PARA LA                             
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 49, diciembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com



Mirada crítica de Andrés Trapiello a Gabriel García Márquez

Hernán Botero Restrepo


  No resulta aventurado para los lectores que no se decantan de modo exclusivo por la escritura literaria neo-barroca y mágico-realista, el afirmar que el más grande escritor vivo de España es Andrés Trapiello (1953). “Trapiello o el archi-barroco José María Caballero Bonald” podríamos decir parodiando el título de George Steiner “Tolstoi o Dostoievski”. En uno de sus diarios y a propósito de la entonces reciente publicación de las Memorias del premio Nobel colombiano, Andrés Trapiello nos muestra a un García Márquez casi vociferante, que confunde el recuerdo con la realidad y que vive en las lindes de la indefinición política, aunque siempre fascinado por el poder. El análisis que en su crítica realiza posee una solidez indiscutible, que obliga a mirar a García Márquez con ojos que no lo vean a él y a su obra de modo extático y mistificador.

  Andrés Trapiello, autor de la titánica continuación del Quijote “Al morir Don Quijote”, novelista de primera categoría, poeta de obra tan poco numerosa como excelente, ensayista de temática histórico-literaria de muchos quilates y valioso renovador del género diarístico, en su serie de diarios “Salón de pasos perdidos” se ha ocupado del hombre público y del escritor García Márquez en varios de los tomos que integran sus diarios a los que subtitula "Una novela en marcha", y lo ha hecho en dos dominios temáticos: el de la inanidad del realismo-mágico, ese engendro en el que la pretendida magia es una magia sin magos, y en el de las memorias del escritor. En lo que respecta a lo primero, Trapiello no se cansa de señalar la gratuidad estética del episodio de “Remedios la bella” y su ascensión. Claro que lo mismo podría haberse fijado en otros episodios del mismo jaez, como el de la levitación del padre Carvajal, párroco de Macondo, el de las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia y el del nacimiento del niño con cola de cerdo, entre otros.

  Creo que hay que enterarse de que la crítica no apologética de García Márquez no se reduce a los conceptos que emitieron en su momento Jorge Luis Borges y Pier Paolo Passolini. Basándonos en esta idea, estamos dispuestos desde este blog a enfrentar el tsunami de reacciones negativas que nuestra identificación con Trapiello a este respecto pueda  llegar a suscitar. Creemos que la avalancha de elogios incondicionales de la obra de García Márquez y de su persona ha impedido que aquella sea analizada en nuestro medio de una manera más ponderada y objetiva. Sin embargo en algo difiero de Trapiello, cuando afirma que García Márquez es comparable en un sentido negativo con Vicente Blasco Ibañez. Mis lecturas y relecturas del autor de "Sangre y arena" y "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" me han hecho ver en el novelista valenciano a un gran narrador.

N.B.

(Para quienes ignoran la tesis sostenida por George Steiner en “Tolstoi o Dostoievski”).

  Steiner sostiene que por más que haya lectores que afirmen admirar tanto a Tolstoi como a Dostoievski, en el fondo aprecian más a uno que a otro. Gustar de Trapiello y de García Márquez a la vez, no obstante, es imposible, porque hay más afinidad entre el agua y el aceite que entre el colombiano y el español, y nadie diría que se experimenta lo mismo bebiendo aceite que bebiendo agua. Esta posición hay que matizarla, si se tienen en cuenta, como debe tenérselas, obras en las que García Márquez es un autor coherente, que parece estar en las antípodas de quien imaginó a Remedios la Bella, como es el caso de  “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada” y “Crónica de una muerte anunciada”.

  Algo muy similar ocurre entre Trapiello y el ganador del premio Cervantes de este año, José María Caballero Bonald, autor barroco este hasta donde no es posible serlo más, diametralmente opuesto a Trapiello. Pareciera que en este caso pesaron más los muchos años dedicados a la literatura por parte de un escritor nacido en 1928, que la obra renovadora  de un escritor aún joven como Trapiello, aunque no es de sorprenderse, pues el Cervantes, más que un premio parece un pasaporte de lujo al otro mundo. Aunque no hay que dejar de reconocer algunas obras de mérito en Caballero Bonald, como lo son sus memorias.

  Como última consideración, en este orden de ideas, pensamos que se ha dilatado la confrontación directa entre la obra de Germán Espinosa y la de García Márquez, lo que constituye un vacío crítico imperdonable en un medio como el nuestro, de por si precario en escritores y obras de valía.