BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 139, mayo de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
email: revistasfodelo@yahoo.com
A propósito de Rosario Tijeras de
Jorge Franco
Por
Hernán Botero Restrepo
Todos
los lectores del Nuevo Testamento, y aun los que no lo han leído, conocen el
episodio de la muerte del Bautista, motivo por el cual no se lo va a resumir
aquí. Basta con tener muy claro que Salomé le pide al Tetrarca Herodes, a
instancias de su madre Herodias, la cabeza de Juan Bautista, crimen que se
ejecutó por el consentimiento de aquel.
Veinte
siglos más tarde Oscar Wilde escribe su drama Salomé, una obra en verso en la
que la bailarina de la danza de los siete velos, solicita, después de terminada
esta, la cabeza de Juan Bautista, de quien se ha enamorado a primera vista.
Herodes, muy a su pesar, acaba por acceder a su petición y la muchacha, cuando
se le presenta la cabeza cercenada y sangrante del Bautista, besa en un rapto
de lujuria y demencia sus labios. Hay que reconocer que no obstante los versos
de morbosidad innegable de Wilde, estos tienen una fuerza poética, que hacen de
la Salomé wildeana una obra poderosa en su poiesis y dramáticamente.
Si
bien es incontestable que la novela de Jorge Franco, Rosario Tijeras, no tiene
nada que ver ni con la Salomé evangélica ni con la de Wilde, en la que se
inspiró Richard Strauss para la composición de su genial ópera Salomé (cuyo
libreto es verso a verso una excelente versión alemana de la pieza teatral de
Wilde) se la trae a cuento aquí porque la obra que se comenta en este texto
tiene en común con la de Franco el motivo del beso a hombres asesinados por una
mujer. En la novela la que se los da es el personaje de la sicaria: Rosario
Tijeras.
La
novela de Franco presenta a un personaje, falso sicológicamente, que no es
digno ni del análisis del psicoanalista más cándido y/u ocioso. Esto se deduce
del hecho de que con la cercenación del pene con unas tijeras realizada por
parte de Rosario a un hombre que la atacó en su juventud sexualmente, Rosario
se venga cumplidamente, lo que deja muy en claro que no es, no puede ser, la
androfobia, lo que la mueve a besar a los hombres que va a matar antes de
hacerlo.
El
poeta (también antioqueño como Franco) Juan Manuel Roca tuvo toda la razón al
decir que en su tierra las mujeres besaban solo a los hombres que amaban, pero
no a los que iban a asesinar cuando tal era el caso. Por otra parte hasta ahora no se ha sabido que hayan existido mujeres sicarias en el país.
Hay
que agregar a lo anterior otras observaciones que muestran, de modo meridiano,
lo fallido de esta novela, pero en gracia a la obligada brevedad, no se hará
más que esta: la historia amorosa de Rosario no tiene ni pies ni cabeza. Es
lamentable que el autor de esas dos excelentes novelas que son Paraíso Travel y
Melodrama, posteriores en su composición a Rosario Tijeras, y la última novela de Franco El mundo de afuera,
parezcan al lado de esta, un auténtico berenjenal literario y escritas por un
escritor torpe que no fuera el autor de las dos buenas novelas en principio
mencionadas.
En
lo que respecta al premio otorgado a la novela de la sicaria se puede deducir
que la crisis de los premios literarios en Colombia, y en otras latitudes, es
de proporciones colosales.