BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 135, mayo de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
email: revistasfodelo@yahoo.com
Dostoievski y la vida erótica
Por Hernán Botero Restrepo
Es mucho,
muchísimo lo que se ha escrito hasta el presente, y desde cuando vivía, sobre
Fiodor Dostoievski, pero muy poco y de escasa relevancia lo que ha sido dicho
acerca de la concepción de la vida sexual y amorosa que tiene en su narrativa e
incluso lo que acerca de su propia vida atañe a este tema.
Debe señalarse,
en primer lugar, que escritores de tanta competencia crítica como un André Gide
y un Mijail Bajtin, han dejado en la sombra erótica dostoievskiana, en los
textos que sobre el inmenso escritor ruso dieron a luz; se alude a uno y otro
para no hacer mención más que de dos entre los más prominentes escritores que
se han ocupado del autor de Crimen y castigo.
Dostoievski no
es un autor erótico nia a la manera dieciochesca de Crebillon (hijo) ni a la de
un Henry Miller, y no porque desconozca el mundo del deseo y del trato carnal,
sino porque, en su concepción del ser humano, lo libidinal está englobado como
un territorio valioso (aunque no el más) en su geografía poético-narrativa del
espíritu y el cuerpo humanos. Dostoievski no hace la apología de la unión
sexual como lo hace Henry Miller ni la denosta como lo hacen Ghandi y Tolstoi,
quienes, en sus años postreros, llegaron a considerar el acto sexual, aun entre
marido y mujer, y realizado con el propósito de procrear, como un acto
perverso. Esto recuerda a quien haya tenido la posibilidad de leer la
reconstrucción del primero de los evangelios apócrifos (conocido como El
evangelio egipcio), que temerariamente se afirma en este texto que Cristo
vino al mundo para ponerle coto a todo aquello que tuviese que ver con la
mujer. Para el autor apócrifo, la mujer trae al mundo de la mano la corrupción
y la procreación. De ahi que,según él, estuviera proscrito el acto sexual,
incluso dentro del matrimonio. Esto lleva a pensar que la aversión de nuestro
Fernando Vallejo por la procreación no es tan original, en tanto que tiene un
antecedente tan antiguo como lo es el texto apócrifo del siglo II después de
Cristo.
Dostoievski es
un maestro del sentido y el sentimiento de la alteridad al crear personajes
femeninos con vidas dramáticas, y aun trágicas, como la Sonia de Crimen y
castigo; prostituida para poder sostener a su familia y presionada hasta el
límite por la irresponsabilidad de un padre alcohólico. Redimida (si alguna
culpa cabe en ello) por el amor que la une a Raskolnikov.
También está el
caso de Nastasia Filipovna, mujer confusa y extraviada, que en El Idiota,
termina por ser asesinada por su amante Rogojin. Otro personaje femenino
inolvidable, de vida sexual y amorosa airada, es la Gruschenka de los Hermanos
Karamazov, la querida del viejo Karamazov, cuya vida sexual es turbia, así
como todo lo demás que lo caracteriza es turbio.
Es que
Dostoievski es más un novelista de la bondad del amor compartido y de sus
honduras, como lo demuestra en su entrañable ópera prima Pobres gentes,
que, hay que decirlo, linda casi que con el sentimentalismo y que lanzó al
autor ruso a la fama de la mano del más notable de los críticos literarios de
la Rusia de su juventud como lo fue Bielinsky.
Todavía se puede
abundar en la misma tesitura si se considera la hermosa y desgarradora novela
corta de su madurez: Las noches blancas.
Resulta un tanto
irónico que el ya mencionado Henry Miller espresara en alguna de sus páginas
que habría querido poseer un espíritu como el de Dostoievski y un estilo como
el del autor noruego Knut Hamsun, que, valga la pena recordar, escribió algunas
de sus mejores novelas inspirado por el genial escritor ruso, entre las cuales
la más notable sea posiblemente Misterios.
Para concluir,
es pertinente agregar que, en su juventud, Dostoievski tuvo el capricho de
escribir una narración al estilo de las populares novelas eróticas de su época,
escritas por Paul de Kock, hoy en día completa y justamente olvidadas. El fruto
de aquel capricho fue una novela corta: La mujer ajena y el hombre debajo de la
cama (¡vaya título!); y que posiblemente se trata de la novela más deleznable
del maestro de Petersburgo.