BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 138, mayo de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
email: revistasfodelo@yahoo.com
Dorothy Day: la piadosa radical
Por Raúl Jaime
Gaviria
Dorothy Day (1897-1980),
también conocida como “La piadosa radical”, se encuentra actualmente en proceso
de canonización por parte de la Iglesia Católica (actualmente es sierva de
Dios). Luchadora incansable por los derechos civiles en Estados Unidos (al
punto de ser encarcelada en infinidad de ocasiones) esta santa de nuestro
tiempo no temió nunca enfrentar, desde la acción directa, las injusticias
sociales en su país natal. En 1933
fundó, junto a su gran amigo Peter Maurin, el periódico El trabajador católico
por medio del cual denunció los atropellos que cometían las grandes
corporaciones en contra de sus trabajadores, también abogó por el derecho de
las mujeres al voto, la justicia racial y ante todo fue capaz de reivindicar un
mensaje de pacifismo cristiano en medio de una sociedad siempre dispuesta a
hacer la guerra. El trabajador católico llegó a tener una circulación amplísima
y a cubrir gran parte del territorio norteamericano.
El catolicismo
radical y al tiempo profundamente humano de Dorothy Day sentó sus bases sobre
las enseñanzas de Jesús en El sermón de la montaña. La precaria primera sede del periódico pronto
se vio atestada de hambrientos y gente sin hogar que acudían a Miss Dorothy en
busca de ayuda y ella fue siempre consecuente con la premisa bíblica de: dad de
comer al hambriento, dad de beber al sediento, viste al desnudo. También fue
una gran difusora de la concepción económica conocida como distributismo que
tuvo entre sus fundadores al gran escritor inglés G..K.Chesterton y que
pretende constituirse, desde los predicados de la doctrina social de la iglesia
(véase la encíclica Rerum Novarum de Leon XIII), en una alternativa válida al
comunismo y al capitalismo, sistemas estos basados en la concentración del
capital (así radique esta en manos privadas o públicas) y por ende en sistemas
constrictores de la auténtica libertad y felicidad humanas. Entre los
postulados fundamentales del distributismo están el principio del bien común en
una sociedad puesta al servicio del ser humano y no del capital, y el
considerar que el hogar y la familia (libres del imprudente intervencionismo
estatal) están llamados a ser los ejes primordiales del devenir económico
social.
Pero el misterio de la vocación de Dorothy
Day, lo que hace de ella una mujer destinada a los altares, radica en el hecho
de que supo conciliar una vida de activismo socio-político audaz con los
postulados de una fe coherente y profunda, sin caer en ningún momento en la
tentación ofrecida por los dogmas políticos ideologizantes que deshumanizan al
hombre, convirtiéndolo en una hebra más de la abstracta madeja que urden los
ambiciosos del poder. El legado de
Dorothy Day y su mensaje serán perdurables en la medida en que la sociedad
humana persista tozudamente en el mantenimiento de sistemas políticos y
económicos que indefectiblemente conducen al hombre al fracaso al obligarlo a
vivir una existencia desnortada, desposeída del cobijo esencial que proporciona
el pertenecer a una comunidad verdaderamente “humana” y “real” que lo nutra y
que lo haga crecer en tanto persona, y
lo que es peor, alienándolo de tal modo al punto de enceguecerlo ante su
propia valía como ser humano y negándole el desarrollo del sentido de su propia
trascendencia.
Ya está visto y
probado que las ideologías fracasaron (así no logremos aún desprendernos de
ellas) en tanto no fueron capaces de “encarnar” el discurso en la vida simple y
silvestre de los hombres, al ser incapaces de pasar del dicho al hecho,
incapaces de, diciéndolo de otro modo, cumplir con su palabra. Y aunque
hubieran querido hacerlo no hubieran podido, simplemente porque la palabra de
las ideologías es una palabra muerta desde el mismo instante en que fueron
tomados por “dioses” lo que no eran más que “conceptos” tales como “dinero” o
“pueblo” y deificar un concepto no será nunca un avance sino un evidente y
deplorable retroceso en la historia y un indicio del estado de “boba humanidad”
en el que aún nos encontramos como sociedad global, cosa que debería producirnos
por lo menos una pudorosa vergüenza. Es por esto que el catolicismo radical,
profundamente caritativo y humano que nos ofrece como alternativa Dorothy Day
está más vigente que nunca y por lo que, en consonancia con los nuevos vientos
que impulsan la barca de la Iglesia con el papa Francisco a la cabeza, muy
pronto la veremos elevada a los altares. Ella, en vida, nunca quiso que la
llamaran santa porque sentía que ese apelativo podría de alguna manera
desvirtuar su obra al desposeer su accionar del sentido cristiano del
sacrificio, mostrándolo como algo fácil para una “santa”. Ahora, en cambio, a más de treinta años de su
muerte, su canonización servirá como ejemplo de una mujer valiente, que vivió
su vida con pasión y que supo hacerse pobre entre los pobres, pequeña entre los
pequeños; que por medio de sus
cotidianos actos de amor, caridad y búsqueda de justicia supo ganarse el
respeto no solo de la comunidad católica de su país sino del mundo entero (incluso
ha llegado a ser comparada, por su gran labor social y humanitaria, a campeones
de la no-violencia como Martin Luther King Junior o del amor sacrificado a los
enfermos y desvalidos como la Madre Teresa de Calcuta.
El libro más conocido
escrito por Dorothy Day es La larga soledad, su autobiografía, en la que relata
su vida como periodista y activista política dentro del mundo intelectual y
bohemio del Greenwich Village de Nueva York en los años veinte y su posterior
conversión y apostolado social ya como militante católica. Hace poco la vida de
“La piadosa radical” fue llevada al cine; la película, que recomiendo
altamente, fue titulada en castellano La fuerza de un ángel y cuenta con las
actuaciones estelares de Moira Kelly y Martin Sheen.