lunes, 19 de mayo de 2014

Dorothy Day: la piadosa radical

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 138, mayo de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
email: revistasfodelo@yahoo.com

 
Dorothy Day: la piadosa radical


Por Raúl Jaime Gaviria

Dorothy Day (1897-1980), también conocida como “La piadosa radical”, se encuentra actualmente en proceso de canonización por parte de la Iglesia Católica (actualmente es sierva de Dios). Luchadora incansable por los derechos civiles en Estados Unidos (al punto de ser encarcelada en infinidad de ocasiones) esta santa de nuestro tiempo no temió nunca enfrentar, desde la acción directa, las injusticias sociales en su país natal.  En 1933 fundó, junto a su gran amigo Peter Maurin, el periódico El trabajador católico por medio del cual denunció los atropellos que cometían las grandes corporaciones en contra de sus trabajadores, también abogó por el derecho de las mujeres al voto, la justicia racial y ante todo fue capaz de reivindicar un mensaje de pacifismo cristiano en medio de una sociedad siempre dispuesta a hacer la guerra. El trabajador católico llegó a tener una circulación amplísima y a cubrir gran parte del territorio norteamericano.

El catolicismo radical y al tiempo profundamente humano de Dorothy Day sentó sus bases sobre las enseñanzas de Jesús en El sermón de la montaña.  La precaria primera sede del periódico pronto se vio atestada de hambrientos y gente sin hogar que acudían a Miss Dorothy en busca de ayuda y ella fue siempre consecuente con la premisa bíblica de: dad de comer al hambriento, dad de beber al sediento, viste al desnudo. También fue una gran difusora de la concepción económica conocida como distributismo que tuvo entre sus fundadores al gran escritor inglés G..K.Chesterton y que pretende constituirse, desde los predicados de la doctrina social de la iglesia (véase la encíclica Rerum Novarum de Leon XIII), en una alternativa válida al comunismo y al capitalismo, sistemas estos basados en la concentración del capital (así radique esta en manos privadas o públicas) y por ende en sistemas constrictores de la auténtica libertad y felicidad humanas. Entre los postulados fundamentales del distributismo están el principio del bien común en una sociedad puesta al servicio del ser humano y no del capital, y el considerar que el hogar y la familia (libres del imprudente intervencionismo estatal) están llamados a ser los ejes primordiales del devenir económico social.

Pero el misterio de la vocación de Dorothy Day, lo que hace de ella una mujer destinada a los altares, radica en el hecho de que supo conciliar una vida de activismo socio-político audaz con los postulados de una fe coherente y profunda, sin caer en ningún momento en la tentación ofrecida por los dogmas políticos ideologizantes que deshumanizan al hombre, convirtiéndolo en una hebra más de la abstracta madeja que urden los ambiciosos del poder.  El legado de Dorothy Day y su mensaje serán perdurables en la medida en que la sociedad humana persista tozudamente en el mantenimiento de sistemas políticos y económicos que indefectiblemente conducen al hombre al fracaso al obligarlo a vivir una existencia desnortada, desposeída del cobijo esencial que proporciona el pertenecer a una comunidad verdaderamente “humana” y “real” que lo nutra y que lo haga crecer en tanto persona, y  lo que es peor, alienándolo de tal modo al punto de enceguecerlo ante su propia valía como ser humano y negándole el desarrollo del sentido de su propia trascendencia.

Ya está visto y probado que las ideologías fracasaron (así no logremos aún desprendernos de ellas) en tanto no fueron capaces de “encarnar” el discurso en la vida simple y silvestre de los hombres, al ser incapaces de pasar del dicho al hecho, incapaces de, diciéndolo de otro modo, cumplir con su palabra. Y aunque hubieran querido hacerlo no hubieran podido, simplemente porque la palabra de las ideologías es una palabra muerta desde el mismo instante en que fueron tomados por “dioses” lo que no eran más que “conceptos” tales como “dinero” o “pueblo” y deificar un concepto no será nunca un avance sino un evidente y deplorable retroceso en la historia y un indicio del estado de “boba humanidad” en el que aún nos encontramos como sociedad global, cosa que debería producirnos por lo menos una pudorosa vergüenza. Es por esto que el catolicismo radical, profundamente caritativo y humano que nos ofrece como alternativa Dorothy Day está más vigente que nunca y por lo que, en consonancia con los nuevos vientos que impulsan la barca de la Iglesia con el papa Francisco a la cabeza, muy pronto la veremos elevada a los altares. Ella, en vida, nunca quiso que la llamaran santa porque sentía que ese apelativo podría de alguna manera desvirtuar su obra al desposeer su accionar del sentido cristiano del sacrificio, mostrándolo como algo fácil para una “santa”.  Ahora, en cambio, a más de treinta años de su muerte, su canonización servirá como ejemplo de una mujer valiente, que vivió su vida con pasión y que supo hacerse pobre entre los pobres, pequeña entre los pequeños; que por medio  de sus cotidianos actos de amor, caridad y búsqueda de justicia supo ganarse el respeto no solo de la comunidad católica de su país sino del mundo entero (incluso ha llegado a ser comparada, por su gran labor social y humanitaria, a campeones de la no-violencia como Martin Luther King Junior o del amor sacrificado a los enfermos y desvalidos como la Madre Teresa de Calcuta.

El libro más conocido escrito por Dorothy Day es La larga soledad, su autobiografía, en la que relata su vida como periodista y activista política dentro del mundo intelectual y bohemio del Greenwich Village de Nueva York en los años veinte y su posterior conversión y apostolado social ya como militante católica. Hace poco la vida de “La piadosa radical” fue llevada al cine; la película, que recomiendo altamente, fue titulada en castellano La fuerza de un ángel y cuenta con las actuaciones estelares de Moira Kelly y Martin Sheen.