BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 182, abril de 2015
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
¿Contradicciones electivas?
Por Hernán
Botero Restrepo
Quiero contar aquí que yo fui amigo de un estalinista en mis
años aún mozos, de que era estalinista me enteré ya con el tiempo y con su
propia ayuda. El amigo de quien hablo
O.G. era el más extraño de los estalinistas y un solo ejemplo basta para
demostrarlo: en unas vacaciones que pasé en su casa, caminábamos por entre las
araucarias, ciertamente muy bellas del parque de Santa Rosa de Cabal,
Risaralda, Colombia. De pronto, se oyeron voces de niños y de adultos, de
hombres y mujeres que gritaban cosas como estas:
— ¡Trotsky, Trotsky, ven acá, vas a
volver pedazos el zapato de la niña!—.
Ante esto mi amigo me replicó indignado:
—deberían mostrar respeto por un
camarada cuya posición política era incorrecta pero que al fin y al cabo era un
revolucionario, y no hay porque negarlo, todo un escritor al lado de Stalin.
Pero O. —lo interpelé. ¿No es acaso más grave que Stalin haya dado la
orden de asesinar a Trotsky? Mi amigo se quedó en silencio, y luego me dijo:
—Stalin tomó una decisión equivocada,
pero lo hizo por los más justos motivos.
Desde ese día me fui distanciando de O. y hoy lo recuerdo no
solo por su posición frente al crimen que cometió Ramón Mercader (a instancias
de su madre Caridad, lo que lo hizo decidirse a dar muerte al autor de “Mi vida”.
Orden que recibió la madrecita desde Moscú y de modo inapelable del propio Stalin)
sino por sus amplios conocimientos en lingüística
y por su fino humorismo, además de sus análisis radicalmente estalinistas con
respecto a todos los fenómenos de la vida y la sociedad.
Y a propósito de Stalin y también de Hitler quiero apuntar
aquí que por diversos motivos que en el fondo son muy semejantes, a ningún
perro se le ha llamado nunca con los apellidos de Adolph y Iósip.
Que no se le ocurra
pensar al lector que soy un fósil trotskista. Trotsky y Stalin fueron hombres sedientos de poder, pero
el segundo ganó la partida, eliminando por medio del hombre del piolet a su
competidor. Hay sobre este tema varios libros. Con entusiasmo recomiendo “El
hombre que amaba los perros” del escritor cubano Leonardo Padura Fuentes, lo
más excelente que se ha escrito sobre los últimos días de Trotsky. De la misma
forma a quien me inquiriese por un libro que trate acerca de la vida familiar
de Marx le sugeriría, sin vacilar, la novela “ El señor Marx no está en casa”
del autor venezolano Ibsen Martínez que supera con creces en materia
biográfico-marxista la obra de Goytisolo “Crónica de los Marx”.