miércoles, 1 de abril de 2015

¿Contradicciones electivas?

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 182, abril de 2015
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo


¿Contradicciones electivas?
Por Hernán Botero Restrepo


Quiero contar aquí que yo fui amigo de un estalinista en mis años aún mozos, de que era estalinista me enteré ya con el tiempo y con su propia ayuda.  El amigo de quien hablo O.G. era el más extraño de los estalinistas y un solo ejemplo basta para demostrarlo: en unas vacaciones que pasé en su casa, caminábamos por entre las araucarias, ciertamente muy bellas del parque de Santa Rosa de Cabal, Risaralda, Colombia. De pronto, se oyeron voces de niños y de adultos, de hombres y mujeres que gritaban cosas como estas:  

¡Trotsky, Trotsky, ven acá, vas a volver pedazos el zapato de la niña!.

Ante esto mi amigo me replicó indignado:

deberían mostrar respeto por un camarada cuya posición política era incorrecta pero que al fin y al cabo era un revolucionario, y no hay porque negarlo, todo un escritor al lado de Stalin.

 Pero O. lo interpelé. ¿No es acaso más grave que Stalin haya dado la orden de asesinar a Trotsky? Mi amigo se quedó en silencio, y luego me dijo:

Stalin tomó una decisión equivocada, pero lo hizo por los más justos motivos.

Desde ese día me fui distanciando de O. y hoy lo recuerdo no solo por su posición frente al crimen que cometió Ramón Mercader (a instancias de su madre Caridad, lo que lo hizo decidirse a dar muerte al autor de “Mi vida”. Orden que recibió la madrecita desde Moscú y de modo inapelable del propio Stalin) sino  por sus amplios conocimientos en lingüística y por su fino humorismo, además de sus análisis radicalmente estalinistas con respecto a todos los fenómenos de la vida y la sociedad.

Y a propósito de Stalin y también de Hitler quiero apuntar aquí que por diversos motivos que en el fondo son muy semejantes, a ningún perro se le ha llamado nunca con los apellidos de Adolph y Iósip.


 Que no se le ocurra pensar al lector que soy un fósil trotskista. Trotsky y  Stalin fueron hombres sedientos de poder, pero el segundo ganó la partida, eliminando por medio del hombre del piolet a su competidor. Hay sobre este tema varios libros. Con entusiasmo recomiendo “El hombre que amaba los perros” del escritor cubano Leonardo Padura Fuentes, lo más excelente que se ha escrito sobre los últimos días de Trotsky. De la misma forma a quien me inquiriese por un libro que trate acerca de la vida familiar de Marx le sugeriría, sin vacilar, la novela “ El señor Marx no está en casa” del autor venezolano Ibsen Martínez que supera con creces en materia biográfico-marxista la obra de Goytisolo “Crónica de los Marx”.