martes, 21 de abril de 2015

DOS POEMAS SOBRE ANIMALES

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 185, abril de 2015
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo




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DOS POEMAS SOBRE ANIMALES



Torero de rodillas ante su toro
Por Hernán Botero R.

Primero el miedo es domeñado por el valor
acto seguido el valor es superado por la temeridad
y finalmente la temeridad cede su puesto a la vanidad:
el torero se ha puesto de rodillas ante el toro.

“Mira parece decirle cómo afronto la posibilidad
de que me venzas en este duelo a muerte
en la más vulnerable de las posiciones”.

Algo en su rostro, en su actitud, en todo él
transmuta una soberbia fanfarronería
aunque también es cierto que el temor a la muerte
no lo ha abandonado.

Congelemos la imagen:
que el torero permanezca de hinojos;
no corramos el riesgo que sobre esta página
corra la sangre.



Uno de mis perros
Por Hernán Botero R.

Permanece en silencio cuando todo está en calma
derramado sobre sí mismo
como una ola que ha llegado a la playa
¿qué hay en su conciencia
que los implumes bípedos humanos
se atribuyen engreídos
no más que solo a ellos?
Vida plácida
un deslizarse de la sangre y la linfa
en las profundidades de su cuerpo.
Por eso cuando estalla la pólvora,
cuando los hombres (mujeres incluidas)
se enzarzan cinco pisos abajo en gritonas y necias disputas,
Urano ladra altisonoramente
indignado a lo can,
y aun cuando los truenos que ensordecen
anuncien el escándalo de una tempestad.
Pero que no se entienda erróneamente,
mi perro es tan alegre como unas campanillas
cuando los que le quieren,
familiares y amigos y su amo
celebramos su belleza y su gracia
cual debe celebrarse todo aquello
que como Urano nos hace ver a la naturaleza
hermosa y pródiga
como la cornucopia
de griegos y romanos
vaciando sus tesoros.
Mi otro perro es una perra,
una indómita
(solo con sus congéneres)
perra ratonera
mas no por ello
menos cariñosa conmigo
que Urano.
Nunca me he lamentado
por su espíritu de cazadora.
Con la traílla
me siento seguro
de que Sara no hace presa
ni del más pequeño
de los ratones.
Su talla es la de un teckel,
pero los perros de más alta alzada
no la amedrentan.
Y aquí termina este poema.
Sara se merece
otro para ella sola.