martes, 26 de junio de 2012

Acerca de tres terribles tipos de antologías poéticas

GUADAÑAZOS PARA LA                                
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 24, junio de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Acerca de tres terribles tipos de antologías poéticas
(que padecimos en Colombia)
Hernán Botero Restrepo
  Entre los tipos de antologías de poesía publicados en el país desde el siglo XIX, apenas desde fines de dicha centuria hasta aproximadamente las décadas del cuarenta y del cincuenta del decimonónico, hay tres que hoy si por rara casualidad caen en nuestras manos, vemos como fenómenos de lo que se podría denominar teratología sub-poética. Me refiero a las antologías de poesía, o más bien de poesía entre comillas, dedicadas a Simón Bolívar, a La Virgen María y al arte de la tauromaquia. La constante de este tipo de compilaciones, es, a qué dudarlo, la monotonía apologética y el mínimo mérito literario de las composiciones que las integran.

  Comenzaré por referirme a las de tema sacro; las dedicadas a La Virgen María. ¿Qué decir del marianismo poético en formato antológico-poético ? Ante todo creo yo, que no se trata en aquel  más que una ampliación de las letanías lauretanas, pobremente rimadas e irremediablemente pervadidas por un espíritu sacro-filial que se da la mano con el dogmatismo cristiano-vaticano y en  perfecta consonancia con el santo rosario. Agregaré que si un poemilla del con justicia olvidado poeta Aurelio Martínez Mutis (que no faltaba en antología mariana alguna, por esa poesía dedicada por supuesto a La Virgen ), es de lo mejor en su especie, ya el lector hipotético y cuasi-imposible puede imaginarse la calidad de todas las demás  rimas marianas.

  ¿Ahora bien que es lo que pasa con las antologías dedicadas a Simón Bolívar? Varias cosas, ninguna de las cuales vale más que nada. Entre ellas estas pocas, ya que no pretendo agotar en estas líneas todas aquellas, que entre las de este tenor,  habría que señalar. Primero:  Bolívar y la patria son uno y lo mismo, Bolívar desde su más tierna juventud hasta su muerte, ídem, y la patria ya sea como la entiendan tirios tanto como troyanos. En este caso podría referirme a las Farc como los tirios y a la clase política colombiana como los troyanos. No por nada en Colombia existe una Universidad Pontificia Bolivariana y existió una coordinadora guerrillera llamada Simón Bolívar. Segundo: erosionada como está, la figura mitológica de Simón Bolívar, por la crítica histórica más rigurosa por neo-liberales e izquierdistas por igual, ésta  aparece en todos los cantos que se le han dedicado como la mayestática figura de un dios que no existió jamás.

 Paso a considerar  las antologías poético-taurinas, las más resistentes al deterioro que el tiempo produce en las cosas más perecederas, pues aúnque en medio de la barahúnda de la decadencia del arte de Belmonte, alguno que otro poema que celebra la fiesta brava se urde. Lo que se me ocurre de inmediato es lo notorio del esfuerzo de los que cantan a la fiesta brava para emular con palabras lo que ellos creen que es el  grandioso componente estético del toreo… Pero todos los que los escriben se acaban pareciendo en esos cármenes (poemas en latín): los toros entre sí, y los toreros entre ellos, ya sea que mueran sobre la arena a las cinco y media de la tarde, como en García Lorca, que no quería ver la sangre (del matador)! porque a que taurino le ha de interesar la sangre del toro!
  Por otra parte no puedo dejar de pensar que en ningún poema festivo-taurino, se hace mención de los caballos que con el espectáculo de sus intestinos expuestos manchando de púrpura el redondel ponen la impronta de la infamia a la llamada fiesta nacional de España.

P.D.  Desde mucho antes de que Moratín padre  inauguró la poesía taurina en las postrimerías del siglo dieciocho, ya en el siglo de oro Quevedo había  escrito un hermoso poema anti- taurino. Entre los tiempos de Quevedo y los de Fernando Álvarez de Toledo que creó hermosos poemas poniéndose de lado del toro  ha corrido mucha agua, mucho  ha llovido y mucha sangre ha sido vertida en las corridas que se han celebrado hasta la actualidad, desde los lejanos y confusos orígenes del toreo. Pero ni a Álvarez de Toledo ni a los otros poetas anti-taurinos, buenos, medianos o malos los conocemos. Es como para pensar en una especie de conjuración del silencio, ideada y llevada a la práctica por los mandamases culturales del mundo del toreo .

martes, 5 de junio de 2012

Influencia de Dickens en la novelística occidental moderna ( III )

GUADAÑAZOS PARA LA                                
BeLLA ViLLA            
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Edición No. 22, junio de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
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 Influencia de Dickens en la novelística occidental moderna ( III )

Hernán Botero Restrepo

Situándonos en los Estados Unidos durante el transcurso de los dos últimos siglos -no hay por que olvidar que Dickens viajo dos veces a este país, primero durante su juventud, y luego ya en su madurez. Lo primero que hay que destacar es el que el autor inglés fue recibido con alborozo por gran parte del público lector norteamericano. En su primera estadía, compartió algunos ratos, que debieron haber sido fascinantes, con Edgar Allan Poe. De su primera estancia norteamericana Dickens extrajo personajes y temas estadinenses que en parte componen su novela "Martin Chuzzlewit".

Tanto en la novela citada como en su libro “Notas de Norteamérica” Dickens aparece como un agudo crítico de lo que consideraba como bárbaro e inculto dentro de la recién formada democracia norteamericana, sin que esto implique que sus ojos hayan estado cerrados ante los logros progresistas y humanitarios de su vida e instituciones. Hay un autor: Bret Harte contemporáneo de Dickens  y con quien este estableció una fecunda amistad que en algunos de sus relatos tales como “El socio de Tennessee” y  “Los desterrados de Poker Flat” (tan admirados por Borges)  presenta una acusada similitud con Dickens especialmente en cuanto al aspecto dramático de su talante literario.

Como caso emblemático de la influencia contemporánea de Charles Dickens nos encontramos con John Irving, el prestigioso autor de grandes obras como  “Un hijo del circo” y  “El mundo según Garp”, quien no solamente ha sido reconocido como el autor dickensiano por excelencia de nuestra época sino que el mismo reconoce su deuda espiritual y literaria con el autor de “ Oliver Twist”, obra que influyó de manera determinante  en “Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra” ( así lo indica explícitamente el narrador en esta obra).  A Irving se le deben además dos excelentes ensayos sobre Dickens: “El rey de la novela”, que para Irving no es otro que el mismo Dickens. El otro ensayo es una bella introducción a “Canción de navidad”.

Quiero concluir la serie de textos escritos en homenaje a Charles Dickens en el bicentenario de su natalicio con la evocación de dos momentos personales de mis lecturas dickensianas. La primera es de muy vieja data en mi vida de lector: leyendo un texto filosófico de Bertrand Russell me encontré con la comparación establecida por el filósofo inglés entre la concepción rígida, estática y monolítica que según él tenían algunos pensadores idealistas acerca de la materia con el muchacho que a lo largo del “Pickwick” de Dickens aparece en diversas ocasiones con la particularidad de que siempre está durmiendo y que siendo un personaje de su novela se pierde en ésta y de ésta a causa de su pertinaz sueño. El otro momento se relaciona con el Dickens dramático y aún trágico en su novela histórica sobre la revolución francesa “Historia de dos ciudades”, en la que el abogado fracasado y alcoholizado Sidney Carton, enamorado de la joven Lucía Manette, se hace pasar por el novio de ésta Charles Darnay quien había sido condenado a muerte, y ofrece como prueba suprema de amor a la mujer que ama su propia cabeza, que cae en lugar de la de Darnay bajo el agudo filo de la guillotina de la época del terror jacobino.

martes, 29 de mayo de 2012

Influencia de Dickens en la novelística occidental moderna ( II )

GUADAÑAZOS PARA LA                                
BeLLA ViLLA            
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Edición No. 21, mayo de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
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Influencia de Dickens en la novelística occidental moderna ( II )

Por Hernán Botero Restrepo

Desplazemonos a Rusia, para recordar la admiración de Dostoievski por la obra temprana —aunque posterior al Pickwick— de Dickens, Almacén de antigüedades, mal asimilada por cierto en su Nietotchka Nezvanova. Comparto plenamente la idea de algunos críticos de que es una lástima que el autor ruso no haya leído las novelas de madurez de Dickens, en las que los personajes criminales, por el tratamiento que les da su autor, habrían en caso de haberlos conocido, aportado esclarecedoras luces a Dostoievski en el ámbito de sus crímenes y castigos.

Vale la pena detenerse un momento en dos grandes novelistas húngaros decimonónicos: Ferenc Herczeg y Kalman Micszáth, dos auténticos virtuosos del subgénero humorístico de la novela. El primero de ellos, parcialmente contemporáneo de Dickens, y el otro posterior a él, y que muy probablemente, esta es mi teoría, recibieron un influjo directo del maestro de Portsmouth.  Esta afirmación la sustento con base en mis lecturas de las traducciones al español de La familia Gyurkovics y de El paraguas de San Pedro, la primera tiene la autoría de Herczeg y la última de Micszáth. Valga aclarar que no se trata más que de una hipótesis si bien no desprovista de sólidos indicios que la respaldan.

Realicemos una breve incursión en el dominio español. En España, el más dickensiano de  los autores decimonónicos es nada menos que el inmenso Benito Pérez Galdós. Lo primero que hay que tener en cuenta con respecto a la relación Dickens-Galdós es que éste, en su juventud, molesto a causa de no conocer el idioma inglés y dado el hecho de que no se hubiera traducido el Pickwick al español, cometió el pecado de traducirlo del francés, pecado que se le condona debido a que su mundo novelístico, especialmente aquel circunscrito al denominado por el mismo “ciclo de novelas contemporáneas”, se encuentra impregnado del imaginario dickensiano, sin por ello perder ni un ápice del talante creativo y original propio del gran Galdós.

Concluimos por hoy recordando que Pío Baroja tenía en la más alta consideración el genio dickensiano. Dentro de su amplia producción narrativa la influencia del escritor inglés se puede apreciar en dos muy buenas novelas Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox y  Paradox Rex. En aras de la precisión, quiero señalar que la presencia de Dickens corre pareja con la de Julio Verne en esta duología barojiana. Finalmente, a modo de dato curioso, vale la pena referirse al brevísimo texto incluido en el  Glosario del catalán Eugenio D'ors, en el que este denigra de manera gratuita y pedante de la obra de Dickens. Ya quisiera el escritor catalán haberse siquiera acercado a la calidad literaria de la considerada novela menos lograda de Dickens Barnaby Rudge.

 P.D – La próxima semana, en nuestra última entrega acerca de la influencia dickensiana en la literatura occidental nos ocuparemos del dominio latinoamericano.  

jueves, 24 de mayo de 2012

Influencia de Dickens en la novelística occidental moderna ( I )

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BeLLA ViLLA            
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Edición No. 20, mayo de 2012
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 Influencia de Dickens en la novelística occidental moderna ( I )

 Hernán Botero Restrepo

  La influencia ejercida por la obra de Dickens en la literatura occidental, desde que el autor estaba vivo hasta la actualidad es un hecho digno de consideración que voy a tratar resumidamente en este texto por dos motivos fundamentales: el primero de ellos radica en que nos presenta a Dickens como un autor que no ha sufrido jamás un eclipse ni de sol ni de luna en lo que atañe al mundo tanto de escritores como de lectores. El segundo, porque conduce a recordar a grandes autores, que sin dejar de ser originales, se enriquecieron literariamente con la lectura que realizaron del que escribiera obras tan geniales como “Los papeles póstumos del Club Pickwick” y “Nuestro común amigo”.

  Es lógico, antes de abordar el tema anunciado al comienzo, preguntarse por las influencias que recibió el propio Dickens de algunos de los autores que este leyó. He de señalar que el mayor influjo que en materia de creación literaria recibió Dickens, fue el de los grandes novelistas ingleses del siglo dieciocho: Henry Fielding, Tobias George Smollet y Lawrence Sterne, quienes no habrían llegado a ser lo que fueron, si a la vez no hubieran conocido a Cervantes, cuyo Quijote fue traducido al inglés si bien unos pocos años más tarde de que lo fuera al francés y que tuvo un mayor impacto en Inglaterra.  Francia lo recibió con una actitud crítica negativa en no pocas ocasiones; de ello son cumplidos ejemplos los reparos que hicieron a la historia del Ingenioso Hidalgo, los novelistas Charles Sorel (considerado el fundador del primer realismo narrativo en Francia) y Alain René Lesage el autor de la españolísima - que no españolada -  y muy agradable “Historia de Blas Gil de Santillana”.

  Y ya que estamos en Francia en cuya literatura la influencia Dickensiana ha sido relativamente menor, me quiero referir a dos autores muy notables, el segundo de ellos muchísimo más que el primero. El primero ( en el tiempo) es Alphonse Daudet, entusiasta dickensiano, que lo imitó con regular fortuna en sus novelas “Jack” y “La poquita cosa”, juzgadas con acierto por Anatole France como pálidos remedos de las novelas en que Dickens presenta a sus lectores a personajes infantiles, adolescentes y juveniles. Más dickensiana que estas dos novelas es la trilogía de "Tartarín de Tarascón", que tiene algo de avatar francés de Don Quijote, fuente común de Dickens y de Daudet. Es oportuno señalar que Daudet nos presenta en su "Tartarín" un Quijote francés más no un Sancho galo; Dickens, en cambio, en su "Pickwick" crea un inolvidable Sancho en la figura de Sam Weller.  El otro francés en el que se percibe la influencia de Dickens es Marcel Proust quien tanto admirara la literatura inglesa. En su inmortal “En busca del tiempo perdido”, el lector se encuentra por ejemplo con un grupo de personajes, los que integran la familia  Verdurin, especie de réplica de la familia Veneering de Dickens y que encarnan a la manera francesa en Proust y su época y a la inglesa en Dickens y su tiempo el fenómeno social de los nuevos ricos. Por último es interesante destacar el hecho de que el gran dramaturgo Jean Anhouil, contemporáneo de los cultivadores del teatro del absurdo haga evocar en algunas de sus obras personajes y atmósferas dickensianos, idea que no es mía, pues la han planteado diversos críticos del dramaturgo francés.

  Regresando a la tierra natal de Dickens, considero que hay que hacer un distingo, entre los escritores a los que influenció Dickens y que fueron contemporáneos suyos y los posteriores a su época. Los primeros sin que quepa duda de ello son: su gran amigo Wilkie Collins, el autor de la más perfecta novela de intriga de todos los tiempos “La piedra lunar” según T. S. Eliot, que la considera la obra maestra de su autor. Yo considero más lograda “Armadale” en la que la presencia del espíritu dickensiano es claramente discernible. Así mismo en Edward Bulwer Lytton, el popular autor de “Los últimos días de Pompeya” , también amigo Dickens, se acercó literariamente al Shakespeare de la novela inglesa en sus últimas novelas ,en las que Bulwer, se dedica con el cuidado de un fino anatomista social a poner en la picota de la ironía el mundo que Dickens recreó en todas sus grandes novelas. No he tenido acceso a la novelística de Charles Reade ni a la del irlandés Charles Lever, pero los críticos ingleses más solventes no dejan de ubicarlos en la onda dickensiana.

  Influencia de Dickens hay en la obra de un gran novelista de temática social, de una generación posterior pero muy próxima a la de aquel, George Gissing que escribió además elogiosamente sobre el autor cuyo bicentenario se está conmemorando. Es una lástima que ni las últimas novelas de Bulwer-Lytton ni las de Gissing ni las de Reade hayan sido jamás traducidas al español.

  Dando un salto al siglo XX, todavía en Inglaterra, nos encontramos con el novelista, dramarturgo, ensayista y también competente biógrafo de Dickens, J. B. Priestley, que escribió dos maravillosas novelas: “ Los buenos compañeros” y “El callejón del ángel” que son de lo más dickensiano que quepa imaginarse. Molesto porque se le llegó a apodar por la autoría de esas dos obras “Un Dickens redivivo”, Priestley abandonó para siempre su dickensianismo, cosa que no hay porque reprocharle, y llegó a escribir obras de un carácter casi existencialista como la brillante y a la par siniestra novela “Perdidos en la noche”. Sería injusto omitir el hecho de que en la vastísima obra de H.G. Wells destacan cuatro novelas de pergeño dickensiano: “Tono Bungay”, “La historia de Mr. Polly”, “Kipps” y “Bealby” que no tienen nada que envidiar a obras como “La máquina del tiempo” y “El hombre invisible”

  Para finalizar esta entrega no deseo pasar por alto los nombres de dos grandes humoristas ingleses, el último de ellos aún vivo: P.G. Wodehouse y Tom Sharpe, que siendo muy disímiles entre sí, y en cuyas obras  no es facilmente detectable, de un modo directo, la influencia dickensiana, no  serían los escritores que son, sin el precedente del legado novelístico de Dickens.


P.D.

Comunicamos a nuestros lectores que este último post acerca de Dickens, dada su extensión y para efectos de una más agradable lectura será publicado en tres entregas.

martes, 15 de mayo de 2012

Advertencia para nuestros lectores

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Edición No. 15, mayo de 2012
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Advertencia para nuestros lectores


Estimados lectores,

Los lectores habituales de nuestro blog habrán advertido que en las últimas dos semanas no ha habido guadañazos. No es que nos hayamos cansado del guadañeo ni que nuestro blog este dando signos de una inminente extinción. Lo que sucede es que decidimos tomarnos un descanso pues somos de la creencia de que la periodicidad rigurosa en cualquier tipo  de actividad de la vida y más tratándose del arte literario corre el peligro de convertirse en rutina y por ende alejarse de sus fuentes más ricas.

Por otro lado nos encontramos en el proceso de edición del primer número impreso de la revista de crítica literaria “Guadañazos para la Bella Vill”a que saldrá a la luz en junio de este año y que incluirá la mayoría de los artículos y textos publicados hasta hoy en nuestro blog.

A partir del mes de julio retornaremos con la guadaña afilada y con un renovado talante crítico  tanto para la buena como para la mala producción literaria en el ámbito en el que nos hemos desenvuelto hasta ahora.

Como regalo de despedida nuestro co-director Hernán Botero Restrepo  les ofrecerá la próxima semana el último de una serie de textos en homenaje al gran escritor de Portsmouth Charles Dickens en el que profundizará acerca de la influencia ejercida por este escritor en la literatura desde la época en la cual vivió hasta nuestros días.

Sin más,

Los Directores

martes, 24 de abril de 2012

Anecdotario dickensiano

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BeLLA ViLLA            
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Edición No. 18, abril de 2012
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Anecdotario dickensiano
Por Hernán Botero R.

 ¿Sobre qué escritor no se cuentan anécdotas? Sobre ninguno diría yo, y agregaría, hasta de los pequeños y malos escritores hay anécdotas dignas de contarse. Personalmente creo que el género anecdótico es más importante de lo que por lo general se cree, tan importante que las anécdotas de muchos entre los malos, son tan interesantes que casi nos compensan en el nivel biográfico de la escasa o nula calidad estética (caso que no es el de Dickens precisamente).

En cuanto a Dickens, uno de los grandes entre los grandes autores de la literatura mundial, las anécdotas son tan numerosas como impresionantes, y es por ello que voy a recordar aquí unas pocas entre las que juzgo más atinentes a lo que fue el ser humano, y escritor que fue –y es– Charles Dickens.

La primera anécdota que quiero rememorar es la de que el autor de “Oliver Twist”, al aparecer la obra capital de George Elliot “Middlemarch” le escribió a Elliot una carta en la que aseguraba estar convencido de que solo una mujer podía haber creado los personajes femeninos de sorprendente riqueza sicológica de la mencionada novela. George Elliot, profundamente halagada y conmovida, le contestó a Dickens  que efectivamente George Elliot era su seudónimo y que ella se llamaba en realidad Marian Ann Evans. Quiero dejar que el lector infiera las conclusiones que crea del caso referentes a esta anécdota.

 Luego de lo anterior, se me vienen a la mente tres anécdotas que vinculan a Dickens con dos grandes escritores ingleses: William Thackeray, amigo y contemporáneo de aquel, y George Bernard Shaw, gran escritor –ante todo dramaturgo- de una generación posterior a la dickensiana.

 Las dos primeras anécdotas tienen que ver con Thackeray, el gran novelista que siempre se ha confrontado con Dickens con más frecuencia que con otros grandes novelistas contemporáneos suyos en Inglaterra. La primera nos cuenta que en alguna ocasión un amigo de Thackeray, maravillado ante una página de Dickens, se la leyó al autor de la Feria de las vanidades y le pidió su opinión acerca de ella. Thackeray calló por unos instantes y luego le dijo: –contra esto no hay nada que hacer, es demasiado perfecto para pensar que alguien pudiese haberlo escrito mejor. Otra anécdota nos hace saber que alguna vez las hijas de Thackeray le preguntaron a este: - ¿Papá, y tú por qué no escribes novelas como las de Mr. Dickens?

 La anécdota de Dickens, ya fallecido, con George Bernard Shaw, se reduce a una frase del autor de Santa Juana: –Después de leer La pequeña Dorrit fue que me hice revolucionario.

Ahora desplacémonos a Norteamérica. Cuando llegaban a los grandes puertos de los Estados Unidos los buques que transportaban los folletines en los que Dickens venía relatando la historia de la pequeña Nell, que enfermara gravemente, se congregaban en aquellos verdaderas multitudes, que antes de que las naves atracaran preguntaban a gritos: ¿ha muerto la pequeña Nell? Nos referimos a la pequeña Nell de Almacén de antigüedades que es una piedra de escándalo para los “exquisitos” entre lectores y críticos debido al innegable exceso de ternura con que narró Dickens la muerte de su joven personaje. Dos grandes escritores ingleses se manifestaron al respecto, de una manera tan exageradamente peyorativa, como es exagerado en el plano narrativo el patetismo del episodio aludido. Oscar Wilde dijo literalmente que “es necesario tener un corazón de piedra para no morirse de risa con la muerte de la pequeña Nell”. A mí me parece que al Oscar Wilde, autor de cuentos tan rebosantes de sentimiento como El príncipe feliz y El gigante egoísta, no le asistía la razón poética para decir lo que dijo. Otro gran escritor inglés, Aldous Huxley, no fue menos drástico que Wilde. En su libro Literatura y vulgaridad el autor de Contrapunto considera que la vulgaridad sentimental de Dickens, en el episodio de la muerte de la pequeña Nell, está a la altura de la novela El Rosario de Florence M. Barclay a la que juzga como la novela arquetípica escrita para criadas. Ante esto pienso que hay tantas cosas hermosas y divertidas en Almacén de antigüedades que la equiparación de Dickens con Florence M. Barclay, pésima escritora en todas sus novelas, es un despropósito.

Quiero, aunque no se trate propiamente de una anécdota sino de un juicio literario, referirme al concepto de Italo Calvino, sobre Nuestro común amigo, penúltima novela de Dickens: –Esta novela es una obra perfetta assoluta .

Impresiona saber que, después de haber asistido a una representación, de una versión teatral de Canción de navidad, Lenin se expresara más o menos en los siguientes términos y de modo iracundo: –La obra es un ejemplo típico de la degeneración sentimental de la burguesía capitalista-.

De otra parte vale la pena recordar que el gran filósofo hispano- estadinense, que siempre escribió en inglés, George Santayana tenía a Dickens por uno de los más grandes escritores de todos los tiempos. Este concepto es tanto más válido por el hecho de que Santayana también fue un gran poeta y autor de la notable novela auto-biográfica El último puritano.

Quiero dejar para el final una anécdota que llega a lo inefable, dada su absurdidad y humor; se trata de la audiencia que concedió la Reina Victoria a nuestro escritor. La Reina de Inglaterra y Emperatriz de la India era una irrestricta admiradora de Dickens. Durante el transcurso de toda la entrevista ninguno de los dos se atrevió a tomar asiento, lo que nos hace ver hasta que punto un escritor como Dickens produjo un respeto de tal magnitud hacia su obra que ni siquiera la Reina Victoria, que detentaba el poder absoluto del Imperio más grande de la tierra, se sentía a la altura de tamaño genio. La reina, aunque en imperial y errática actitud, tampoco invitó a sentarse al genio de Portsmouth.