GUADAÑAZOS PARA LA
BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 2, enero de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.comColaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Hernán Botero Restrepo/Raúl Jaime Gaviria V.
¿ Qué pasa con la poesía colombiana en los tiempos que corren? (1)
¿Qué pasa con la poesía colombiana en los tiempos que corren? Esta es una pregunta que muchos se hacen pero que muy pocos se atreven a expresar de manera abierta. Sería muy difícil dar aquí una respuesta exhaustiva a pregunta de tan amplia complejidad. Por el momento nos bastará con esbozar algunos de los aspectos más prominentes de esta problemática.
Sin pretensión alguna de establecer parámetros jerarquizantes, señalaríamos en primera instancia la falta casi absoluta de reconocimiento de la alteridad y del valor del otro que se ha debatido en el terreno de la creación poética por parte de la mayoría de los poetas de hoy en nuestro país. Y aquí, el otro no se refiere tan sólo al contempóraneo, sino que se extiende retrospectivamente en el decurso de las generaciones de poetas, a los cuales se niega con desdén olimpíco por más que estos hayan realizado aportaciones innegables a la poesía y por lo tanto a la cultura. Un jactancioso egocentrismo lleva a muchos de estos creadores de versos a figurarse que con ellos nace la auténtica poesía, sin reconocer ningún predecesor poético que sea digno de calzarles las sandalias. Como si fuesen paridos por una suerte de perversa generación espontánea, lo fundacional para estos poetas se manifiesta en el mejor de los casos en la eclosión vanguardista europea de las primeras decadas del siglo pasado.
Creemos oportuno, para no abundar en ideas de tipo general, ofrecer al menos un ejemplo de esta anomalía: cuenta Gonzalo Arango en uno de sus buenos textos en prosa : "El pasajero de Betania" que su padre solía recitarle unos versos que según Arango eran de Epifanio Mejía y que de hecho no eran de Epifanio. Pero esto no todo, el poema de la imagen del cocuyo fue escrito por un joven poeta: Domingo Díaz Granados, y es un llamado a G.G.G, para que vuelva a escribir, porque este parecía haber abandonado la escritura poética; Gregorio contesta a su admirador con el poema: Por qué no canto, siguiendo fiel y admirablemente la métrica y el tipo de rima de los versos del joven que se títulan: Por qué no cantas. Es obvio que Epifanio Mejía no tiene nada que ver con ninguno de los dos poemas. A continuación y a modo de referencia citamos un fragmento del hermoso poema de Díaz Granados:
Y el aire llena
La dulce vibración de tu laúd.
No hay sombras para ti. Como el cocuyo
El genio tuyo ostenta su fanal;
Y huyendo de la luz, la luz llevando,
Sigue alumbrando
Las mismas sombras que buscando va.
Para colmo de la confusión, el fundador del nadaismo malinterpreta la imagen del cocuyo calificándo erróneamente al poema de bucólico, tratándose de un poema de alcance universal que es perfectamente traducible a cualquier idioma e inteligible para todo buen lector de poesía y que alude a la misión del poeta, y a la poesía en su más alta expresión simbólica y en ningún momento trata de evocar imágenes de bucolismo alguno.
Como este ejemplo, existen cientos, entre ellos el de los que manifiestan sin reato de conciencia estética alguna barbaridades tales como la de que Ruben Darío es un poeta perfectamente prescindible o la de que el primer gran verso de la poesía colombiana lo escribió José Asunción Silva en el Nocturno a Elvira. En una próxima entrega seguiremos ahondando en este espinoso tema al modo de las agudas inquisiciones de Borges.