martes, 21 de febrero de 2012

Dos poesías

GUADAÑAZOS PARA LA                             
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 10, enero  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Encuentro en el metro (Versión y di-versión  del poema
"The piano" de D. H Lawrence)
Por Raúl Jaime Gaviria

Suavemente, en el crepúsculo,
una mujer me canta.
El metro se detiene en la última estación
y yo me bajo
ante el paisaje primordial de mis primeros años.
Veo a un niño (soy yo)
sentado bajo el piano,
extasiado
ante el florecimiento de las vibrantes cuerdas,
que aprieta los pequeños pies suspendidos
de una madre que sonríe mientras canta.
A pesar de mí mismo,
el insidioso virtuosismo del canto
me traiciona hasta el llanto.
Un corazón que pertenece
a esos y a estos (así hoy sea martes)
viejos atardeceres de domingo,
(everyday is like sunday, así dice el canto desgarrado de Morrissey).
Y a este vagón de metro que muere en cada estación.
Y a esos himnos en la acogedora salita de estar.
guiados por nuestro piano tintineante,
testigo: el invierno asomado a la ventana.
Vano es entonces el clamor de esta mujer
ante el appassionato del negro piano.
Su pantalón de negra popelina,
el libro blanco derritiéndose sobre él
el glamour de los viejos días me abruma.
Mi hombría se diluye
en el río de la memoria
y lloro de nuevo junto al niño de mi pasado,
ante esta inédita estación
que adivino tras la ventana del metro.
El invierno también se ha transformado,
apareció de improviso
con su intimidante nube de polvo tóxico,
golpeó la ventana con su furiosa mano invisible
y el piano de la memoria
volvió a sonar.


A Gabriela Mistral
Por Hernán Botero R.

Aunque aparezca sonriente en tantas fotos
Gabriela Mistral supo
lo que eran las hieles de la vida
era fea, sus rasgos masculinos
eran los rasgos de un varón sin gracia
aunque se debe
reconocer que su sonrisa
le prestaba a esos rasgos
una rara belleza.
Novio suicida
amores de los que nada en esencial se sabe
con otros hombres
que terminaron siempre en nada,
pero algo grande, hermoso y trágico
habitaba en su espíritu
que justifica casi el premio Nobel
que le fuera otorgado.
Al final de su vida le llegó la paz
cuando un vínculo
de amor y de pasión carnal
la unió a una mujer a la que por lo menos
doblaba en edad
y supo ver en ella lo mejor de su ser.
No toda su poesía, que fue escasa
fue gran poesía, pero algunos 
de sus poemas han de perdurar
y su prosa,
tan poco numerosa como su poesía
sorprende con frecuencia
gratamente
a quien la lee.
Y lo más admirable
es que
aun en medio de sus penas
Gabriela también supo
lo que era la alegría
y por supuesto el goce
de la creación poética
y el de enseñar.
Gabriela floreció
con lozanía,
al modo
en que florece en un erial
una perfecta rosa
no esperada por nadie.