viernes, 3 de febrero de 2012

Un dedo en la llaga de Tomás (González)

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Edición No. 7, febrero de 2012                                                                     

Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo             

Publicación de Revista Asfódelo                                                             

Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com                                

Un dedo en la llaga de Tomás (González)

Hernán Botero R. /Raúl Jaime Gaviria

  Con respecto a la obra de Tomás González y ante la avalancha de elogios hiperbólicos que su última novela “La luz difícil” ha suscitado entre el público lector (principalmente el de solapas y columnas periodísticas) de nuestro país, y debido al escepticismo que nos caracteriza como críticos que preferimos leer las obras antes que apresuradas apologías de las mismas, haremos unas precisiones basadas en una lectura rigurosa de “La luz difícil”.

  No es nuestro propósito hacer un resumen de la novela, cosa que jamás debe hacerse, ni siquiera con los clásicos, ya que muchos no los han leído. Procuraremos entonces lograr un equilibrio entre la valoración de tipo general de la obra y los juicios concretos que una lectura orientadora dirigida al público lector no puede obviar.

  Es de todos conocido que el supuesto motivo capital de la novela es el de la eutanasia, tanto más importante por el hecho de que el personaje que recurre a esta es un joven que dadas las condiciones no viables de su existencia se las arregla para obtener la autorización legal para que tal procedimiento le sea practicado en una clínica en los Estados Unidos.

  Pero al lector se le da gato por liebre, ya que la eutanasia, a lo largo del libro se ve relegada a un mínimo espacio, en el que no cabe profundización alguna en un tema de suyo tan delicado y controversial, ya que no podemos considerar como profundas las conversaciones telefónicas que sostiene el padre del joven que ha decidido morir con un hermano de este que le acompaña en la clínica y esto debido a su brevedad casi telegráfica, a su carácter repetitivo y a que parecen no dejar ninguna huella emotiva en el padre que hace las llamadas a la institución hospitalaria.

  El desplazamiento temático al cual nos referimos lleva a la novela por el soso camino de las experiencias de Don David que acaba por ello convertido a trancas y barrancas en el protagonista de la novela.

  En resumen, aunque la novela pretende en sus comienzos proyectar una luz cenital sobre la problemática de la eutanasia, esta termina por convertirse en un paupérrimo espectáculo de fuegos artificiales, que desvía al lector del anunciado gran tema, concentrándose en las irrelevantes minucias del anecdotario de Don David.

  La luz difícil no pasa de ser una novela fácil ya que no exige esfuerzo interpretativo alguno por parte del lector que se deja arrastrar por lo meramente episódico en que finalmente la novela termina despeñándose. No ahondamos más en esta herida pues apenas estamos pisando los pródromos de un inquietante mal que viene aquejando a la narrativa colombiana desde hace mucho tiempo y que actualmente hace metástasis como si de un cáncer se tratara.

  Como no es nuestro empeño negar toda cualidad a las obras de las que nos ocupamos, reconocemos que la novela está bien escrita, con diálogos ágiles que desgraciadamente pesan poco en el contexto general de la novela. Además, el estilo, sin que se le pueda considerar renovador es elegante y correcto.

  Concluimos diciendo: Hemos metido el dedo en la llaga de Tomás (González), y al contrario del apóstol evangélico que introdujo su dedo en la llaga del mesías cristiano, seguimos descreyendo de este pretendido “salvador” de la literatura colombiana.