martes, 20 de marzo de 2012

ACERCA DEL DESENTONADO GALLO DEL CORONEL

GUADAÑAZOS PARA LA                                
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 13, marzo de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


ACERCA DEL DESENTONADO GALLO DEL CORONEL

Hernán Botero Restrepo / Raúl Jaime Gaviria Vélez

  Desentonando un poco con las apoteósicas celebraciones realizadas con motivo de las efemérides de Gabriel García Márquez y Cien años de soledad queremos aportar nuestro granito de arena a tales festejos ocupándonos de un personaje que para muchos se constituyó en un símbolo de culto dentro de la obra de nuestro premio Nobel y que para nosotros no pasa de ser una gran mamada de gallo literaria. El personaje al cual nos referimos es el gallo de El Coronel no tiene quien le escriba.

  Todos los que han leído esta breve novela, saben que el mencionado plumífero (no nos referimos aquí ni al autor ni a su pluma), es un gallo de pelea o fino y que conserva el Coronel como la más preciada herencia de su hijo asesinado en tiempos del general Benjamín Herrera. Siendo el hijo como el padre gallos finos de las luchas liberales.

  Sin ahondar en las complejidades sociológicas de las riñas de gallos a propósito de las cuales creemos que son por lo menos tan gamonalescas como populares, creemos que como icono político el gallo de un revolucionario muerto no puede desempeñar ningún papel en este contexto contrariamente a lo que cree el Coronel.

  Supongamos que el mencionado gallo hubiese obtenido una victoria en la gallera. En tal caso su víctima pudo ser, por qué no, el gallo de un joven liberal como su hijo, o quizás pudo enfrentarse al gallo de un “pájaro chulavita”. Esto en el caso de ganar, en el de perder también se nos ofrecen un par de posibilidades: el gallo del Coronel es vencido por el gallo de otro liberal o este es masacrado por el gallo de un godo. Como conclusión nos permitirnos formular una pregunta: ¿En cualquiera de los casos expuestos anteriormente, desempeña el gallo algún papel político por más intrascendente que este sea?

  Finalmente cabe reflexionar acerca del por qué a lo largo de tantos años a nadie se le haya ocurrido parar mientes en el absurda atribución de carácter de “animal político” a un pobre gallo de pueblo de kikirikesco canto.

  Se nos ocurre pensar: ¿Qué hubiese pasado  si en vez de gallo el Coronel hubiera heredado una excelente gallina ponedora? Luego de largas reflexiones nuestra conclusión es que al menos el Coronel y su esposa no se hubiesen visto obligado a comer mierda al final.