BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 29, julio de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com
La matrix y el carrusel de la literatura
Raúl Jaime Gaviria V.
No deja de ser una suerte de milagro con ribetes de excentricidad que en un país como el nuestro logre aparecer la figura del crítico literario independiente bajo una modalidad totalmente opuesta a la del tradicional investigador académico cuyos intereses por lo general pasan por el robustecimiento de su ego y el ascenso a cualquier costo dentro de los ámbitos institucionales de la cultura. El crítico literario independiente, por el sólo hecho de mantenerse ajeno a las componendas propias de los poderes, casi siempre oscuros, que reptan bajo las estructuras en apariencia inmaculadas, del andamiaje cultural literario, adquiere hoy un valor inusitado que no ha de tomarse a la ligera. Es un secreto a voces que la podredumbre que ha invadido hasta el último recoveco de nuestras instituciones públicas y privadas ha tocado también, con su infecta mano, el sector cultural y más específicamente dentro de éste, el literario. Las editoriales, los concursos literarios, las becas y estímulos a la creación, las ferias y festivales masivos, las facultades universitarias sirven de plataforma para que los falsos profetas de las letras hagan su agosto y conviertan la literatura en botín de corsarios. ¿Será que nadie va a ser capaz de alzar la voz por encima del miedo y gritar un ¡Basta ya! ante esta afrenta? Y aquí no me refiero al diatribista vitriólico, que resentido por no recibir la que él considera justa porción del pastel, revienta de cuando en vez repartiendo sable a diestra y siniestra como un niño enrabietado hasta que o bien se cansa o el "establishment cultural" se conduele de él lanzándole un filete, que tan pronto es recibido, nuestro diatribista se apresta a esconder para devorarlo con fruición lejos del ojo público. Sólo el advenimiento del crítico literario independiente mostrará a la luz este perverso carrusel de la literatura que tomado en su conjunto no dista demasiado en cuanto al monto de los recursos que mueve y al fardo mortecino que lleva adentro a los tristemente celebres carruseles de la salud y de la contratación de obras públicas de los que tanto se ha hablado últimamente en Colombia. La pregunta que surge es ¿Quiénes son los jefes de este carrusel, a quién pertenece la mano negra que acciona la primera rueda de este maquiavélico engranaje? La teoría que he comenzado a esbozar me indica que no existe un líder como tal, que la estructura en su integralidad posee una especie de "inteligencia" y que a modo de "matrix" está perfectamente interconectada y comunicada. Estos ejércitos de novelistas, poetas, editores, libreros, profesores y gestores se conocen todos entre ellos aunque nunca se hayan visto, una suerte de hilo maléfico invisible los une y unos códigos de acción idénticos se encuentran inoculados en sus mentes. De ahí que cuando les sea necesario reaccionar, al sentir amenazados sus intereses, lo hagan con certero espíritu de cuerpo. Se trata de un perfecto mecanismo que funciona con la precisión de un reloj suizo. Para ilustrar como funciona este mecanismo, basta un solo ejemplo: se da el caso de los concursos literarios, de cualquier género que estos sean, en que a los jurados (casi siempre miembros de la matrix) les llega un manuscrito firmado con seudónimo cuyo autor (miembro a su vez de la matrix) se identifica claramente ante ellos a través de un particular y reconocible estilo, el cual es de inmediato captado por él o los jurados que no dudan en otorgarle el primer premio. Y aunque los jurados no logren identificar plenamente la identidad del autor, lo importante es que a través del estilo reconocen por decirlo así el santo y seña, el código indicado para dar su voto positivo a la obra. Se podrá afirmar que los premios no son siempre otorgados a figuras reconocidas, que en innumerables ocasiones son autores jóvenes quienes los reciben etc, yo les diría a quienes afirman esto, que es cierto, pero que también lo es el que esos mismos jóvenes han debido necesariamente pasar por una suerte de iniciación por parte de algún peso pesado fuertemente establecido dentro de la matrix literaria y que esa iniciación las más de las veces incluye una alta dosis de favores de todo tipo (queda a la imaginación del lector de que índole de favores hablo). Al finalizar esa iniciación, al nuevo miembro de la cofradía se le otorgará el código respectivo que será su llave para abrir distintas puertas dentro de la matrix. Es preciso aclarar que cuando me refiero a un código, lo hago en un sentido que aunque figurado es muy real.
Volviendo a nuestro ejemplo inicial, el autor premiado, agradecido por el favor de los jurados, se apresurará a leer todo lo que pueda acerca de la vida y obra de sus benefactores. Leerá cuanto hayan escrito al punto de casi aprenderse sus obras de memoria y lo más importante, jamás olvidara el estilo con el que fueron escritas. Más adelante, cuando haya ascendido dentro de la jerarquía piramidal de la red podrá devolverles el favor con creces y de paso ayudará al fortalecimiento de la matrix. Para el crítico literario independiente, que ve un poco más allá de sus narices sería fácil insertarse dentro de la red, ya que ha podido detectar como se mueve y se desenvuelve, ha descifrado sus códigos y mecanismos, sin embargo no posee la clase de estómago que se requiere para sobrevivir en medio de esa cloaca. Pero el hecho de que exista la matrix literaria no es indicador de que no pueda existir nada fuera de ella. Hay siempre la posibilidad de gestar una creación auténtica por fuera de aquella red putrefacta, quizás no se obtengan ni los premios, ni la fama ni las publicaciones en grandes casas editoriales, eso es casi seguro, pero se logrará algo mucho más valioso: una vida en paz consagrada a la creación. Por eso es que la figura del crítico literario independiente se hace cada vez más necesaria y refrescante en medio de los tiempos que corren.
P.D El código al que he hecho alusión no tiene que ver nada que ver con el tan llevado y traído “Código Da Vinci” de Dan Brown, propio de la imaginación comercialísima de este autor. Aquel es un código real y actuante y que por lo tanto requiere ser develado por todo el que exija el derecho que todo ser humano tiene a una calidad de vida cultural.