martes, 27 de noviembre de 2012

Domingo y Sol por Raúl Jaime Gaviria

GUADAÑAZOS PARA LA                              
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 45, noviembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com




 

Domingo y Sol



Raúl Jaime Gaviria

Cuenta Domingo que ese sábado de abril de 1976 tuvo lugar en la Plaza de La Macarena de Medellín, Colombia una corrida conmemorativa de los treinta años de la única actuación de Manolete en la ciudad. Ocurrió esto el 21 de abril de 1946 a un año de ser inaugurado el coso taurino. La plaza estaba desbordada hasta las banderas esperando al maestro cordobés. Para el efecto se había contratado expresamente a Juan Legido, más conocido como el Gitano señorón, quien conjuntamente con la banda taurina de Miguel Ángel Sarralde cantó algunos de sus grandes éxitos como La Zarzamora, Bajo el cielo andaluz y Si vas a Calatayud.

El maestro cantor finalizó con el pasodoble Manolete, desplegando esa elegante voz que le caracterizaba, de una extraña tesitura entre grave y metálica que deleitó al público. La letra de la canción era más bien una poesía que decía en sus primeros versos: Un torito de Miura ha salido del chiquero, asechando la cintura del mejor de los toreros, cerca de sus alamares lo torea el cordobés y la plaza de Linares se ha levantao dando un olé/ y de pronto se oye un grito en los tendidos/que sacude todo el ruedo/como entre escalofríos/ ay Manuel Rodríguez, sol de valentía/ por ti doblan las campanas de toita Andalucía/ caminito de los cielos.

Según contó Domingo, esa tarde había llevado consigo a la plaza a su sobrina Sol que, con solo nueve años, jamás había asistido a un espectáculo de este tipo. Como a Domingo le encantaba la llamada fiesta de los toros pensó que su particular gusto habría de ser común a todos los mortales incluida su pequeña sobrina. A Sol sus padres acababan de regalarle un espléndido pastor collie de cabeza roja al que ella se había apegado mucho. Luego de llorar largamente en su cuarto a causa de un altercado que tuvo con Constanza, su mejor amiga del colegio, Sol salió una noche al jardín donde se encontraba su padre junto con Tony el perro, la niña se le acercó a su padre y le preguntó: -¿Papá, por qué Tony es mejor persona que Cony? -refiriéndose a su mejor amiga del colegio. El padre, que se sintió perplejo por un instante, finalmente le dijo: - hija, Tony no es una persona, es un perro. -Pero papá, insistió Sol, sin cambiar el semblante de inquietud con que había entrado al jardín, dime: si Tony no es persona, ¿cómo puede ser tan buena persona conmigo?, ¿no ves que nunca refunfuña y siempre está alegre moviendo la cola?. Ante esto el padre no supo más que decir y tomándola de la mano le indicó cariñosamente que ya era hora de lavarse los dientes y acostarse.

La tarde en la plaza era de sol, según contó Domingo, y en sombra Sol se distraía observando el exótico emperifollamiento de una elegante señorona de alto sombrero emplumado, ante lo cual la niña, refiriéndose a las plumas, se preguntó: -¿de dónde habrá sacado esas plumas tan grandes?, -¿será que se ha atrevido a arrancarlas de la cola a un gallo como lo hizo el hermano de Cony en su finca sólo por ver sufrir al pobre animalito?; sol volvió a reparar en ella esta vez frunciendo el entrecejo.Domingo siguió contando que ese sábado los matadores hicieron el paseíllo saludando con fina torería aunque cuenta también Domingo que Sol le preguntó quiénes eran esos señores con trajes tan raros. Son toreros mi Sol, son artistas, le había respondido él. Contó Domingo que en ese instante salió el toro que era negro, bragado, no muy alto de agujas, de la ganadería Mondoñedo, perteneciente al encaste de Contreras. El toro, de nombre Ventisco, mostró fortaleza y alegría rematando en los burladeros y tomando muy bien el capote del maestro salmantino Julio Robles quien le pintó un par de verónicas “echando la pata pa lante” y una chicuelina con duende rematando con una revolera. Sol aplaudía y según cuenta Domingo se veía feliz. - ¡Mira, tío, el torito qué lindo, está feliz jugando con el señor que viste raro, JA JA se parece a Tony cuando le tiro el hueso, dando vueltas y vueltas!

Según cuenta Domingo, al oír esto y justo cuando los caballos salían al albero para la suerte de varas, tomó a la niña por el brazo y le dijo: – vamos que te invito a un Banana Split de esos que tanto te gustan. Y también contó que la niña, casi llorando, le imploró que quería quedarse para seguir viendo al torito feliz jugando con el señor de traje raro. Según dijo Domingo, si no fuera por el grado superlativo de gozo que el hecho de comerse un Banana Split producía en Sol le hubiese costado mucho convencerla de salir de allí.

Y Domingo, que seguía con su cuento, dijo que aunque le dolió en el alma haberse perdido la que para muchos fue una de las mejores faenas taurinas que hayan tenido lugar en Medellín a lo largo de su historia, no se arrepiente de haber protegido esa tarde la inocencia de su sobrina. Según él cuenta, un par de años más tarde volvió a llevarla a una corrida, cuidándose esta vez de prepararla muy bien con antelación. Sin embargo, y para desilusión de Domingo, Sol no habría de heredar su afición por los toros, aunque asistía con frecuencia a las corridas para acompañar a su esposo que moría por la fiesta brava.

Lo último que Domingo contó fue que un día Sol le dijo que una profesora de la universidad donde ella estudiaba, que conocía a Domingo y su gran afición a los toros y que daba por sentado que ella también la tenía, se le dejó venir con la pregunta: - ¿Sol, cuál es la mejor corrida a la que has asistido en tu vida? A lo que ella contestó con una sonrisa un tanto pícara en los labios: - Sin duda alguna la corrida en memoria de los 30 años de la única presentación de Manolete en Medellín en abril del 76; fue el pedazo de corrida más fantástico que presencié. Jamás vi a un toro y a un torero divertirse tanto juntos.