martes, 6 de noviembre de 2012

Reflexiones acerca de la radio y la televisión colombianas de ayer y hoy

GUADAÑAZOS PARA LA                               
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 42, noviembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Reflexiones acerca de la radio y la televisión colombianas de ayer y hoy

Hernán Botero Restrepo /Raúl Jaime Gaviria

 Ciertamente nos encontramos en la era digital dominada por el internet y los medios electrónicos, no obstante una gran parte de la población del país aún no tiene acceso a estas nuevas autopistas de la información y ha de conformarse con la molienda, las más de las veces, de pésima calidad que les ofrecen los medios comerciales tanto de la radio como de la televisión en sus ámbitos público y privado. Sería paradójico suponer que quienes dependen exclusivamente de estos dos medios como oyentes y televidentes (hay multitudes que ni siquiera poseen televisión por cable) estén inexorablemente condenados a la dictadura de las narco-novelas, los desinformativos, los realitys de modelos y cantantes y a ese infernal ruido que nada tiene de música al que llaman reegaeton.

 Resulta irónico recordar que fue un dictador militar ,Gustavo Rojas Pinilla, quien inauguró la era televisiva en Colombia en la década de los años cincuenta del siglo pasado, y aunque indudablemente resultase denigrante el que su imagen se proyectara al principio y final de cada emisión , en un evidente alarde del culto a la personalidad, es también innegable que la calidad de aquellos programas era muy superior a los bodrios consumistas actuales que a su vez consumen, como si de el peor carcinoma se tratara, la mente y el espíritu de nuestra más vulnerable población espectadora. Atendiendo a una sana lógica temporal, es sencillamente inexplicable que hace más de sesenta años la población colombiana fuera más culta que la de hoy, luego de los portentosos avances en todos los campos que el país supuestamente ha experimentado. Lo otro sería que la dirigencia colombiana haya sido tan torpe y perversa que haya llevado al país por el camino de una involución tan alucinante, en el peor sentido, que ni las disparatadas imaginerías mágico-realistas de nuestro Nobel criollo llegarían a superarlas.

 En la Colombia de upa tuvimos excelentes radio teatros con excelentes actores radiofónicos (Bernardo Romero Lozano, Carmen de Lugo, y Gaspar Ospina son buenos ejemplos). Por lo que a la televisión respecta era encomiable la adaptación de obras clásicas de la literatura. Se llevaron a la televisión obras de la calidad de “El proceso” de Kafka y de “Canción de navidad” de Charles Dickens, que curiosamente fue adaptada por el nadaista mayor Gonzalo Arango. En cuanto a nuestra literatura nacional, esta también fue objeto de magníficas adaptaciones, baste citar para la radio a “Lejos del nido” de Juan Jose Botero y las versiones televisivas de “La Marquesa de Yolombó” y “Grandeza” de Tomás Carrasquilla”. Como últimos mojones de esta brillante trayectoria cultural podríamos mencionar el caso de la fiel adaptación de Marta Bossio de “El bazar de los idiotas” de Gustavo Alvarez Gardeazábal así como las de “Este domingo” de José Donoso y “La tía Julia y el escribidor” de Mario Vargas Llosa. Qué incomensurable distancia no solo en tiempo sino en mérito la que va de estas obras a la decadencia de “El cartel de los sapos”, “El capo”, “Escobar el patrón del mal” o “Protagonistas de novela” por mencionar solo la punta de ese infecto iceberg de la contemporánea producción nacional.

 Pasándo a los terrenos de la música, recordemos los programas dominicales transmitidos en directo desde el teatro Colón presentando a la Orquesta Sinfónica de Colombia y que siempre fueron complementados con lúcidas intervenciones por parte de expertos musicólogos del talante de un Otto de Greiff o una Hilda Pace. Y que no se diga que no se tomó en cuenta en aquella época nuestro rico y variado folclor musical nacional.Todas las manifestaciones de este género fueron ampliamente difundidas.


¿Sería siquiera posible imaginar que a eso de las nueve de la noche, como antaño, pudiera uno hoy sentarse cómodamente ante la otrora caja mágica (hoy caja idiota) a disfrutar de un sustancioso programa de debate cultural como “El pasado en presente” de Abelardo Forero y Ramón de Zubiría o de las disquisiciones sobre arte de la malograda Marta Traba? No, ni en la mejor traba, al pobre pueblo colombiano de hoy solo le han dejado el circo y le han quitado el pan, postrándolo en la más absoluta de las inopias culturales.