BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 99, septiembre de 2013
Directores:
Raúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Sobre Lady
Masacre de Mario Mendoza
Raúl Jaime Gaviria
Si alguien me
preguntara cuál es la novela colombiana que más he disfrutado recientemente,
sin lugar a dudas, le respondería que Lady Masacre de Mario Mendoza.
Debo reconocer que mis preferencias literarias no pasan precisamente por la
literatura nacional más contemporánea y esto porque las veces que me he dejado
llevar por recomendaciones mediáticas de novedades literarias locales y
nacionales gracias a calificativos tan llamativos como: “la mejor novela
escrita en Colombia en los últimos diez años” o “el secreto mejor guardado de
la literatura colombiana”, y otras
perlas por el estilo, me he sentido
francamente decepcionado (y con complejo de culpa) luego de acometer dichas
lecturas. Con Mario Mendoza me sucedió algo particular, uno de mis buenos
amigos, quien sin duda debe estar entre los mejores lectores de este país, me
venía arengando (literalmente),
desde hacía algún tiempo, para que leyera algo de Mendoza, y fue tal su
insistencia que una tarde, luego de una larga conferencia telefónica, en la que
el tema volvió a surgir, finalmente le prometí que esta vez sí le haría caso.
Tan pronto colgué, me dirigí a la
librería más cercana con la sorpresa de que Mendoza acababa de publicar una
nueva obra titulada Lady Masacre. Cuando retorné a mi casa
inmediatamente inicié la lectura, aunque
no sin cierta tristeza, ya que me vi obligado a dejar sobre mi mesita de noche,
a medio terminar, nada menos que la novela Caspar Hauser de Jakob
Wasserman cuya obra maestra El hombrecillo de los gansos me había
fascinado. Lo cierto es que terminé de leer Lady Masacre esa misma noche y no me
decepcionó en ningún sentido.
La novela
presenta como personaje principal a Frank Molina, quien luego de abandonar
forzosamente el ejercicio del periodismo a causa del síndrome bipolar que
padece (que deriva en una vida desordenada por el alcohol y las drogas) decide
cambiar radicalmente de vida y se hace detective privado. Molina es contratado
por la hermana de un congresista asesinado en extrañas circunstancias que desea
a todo trance que el crimen se resuelva. El personaje se ve sumido en una
atmósfera de intrigas, amenazas y
sucesos en apariencia absurdos por lo que se le hace difícil distinguir
los hechos de la vida real con las producciones fantasiosas de su mente
enferma. Es interesante ver como cohabitan de manera hostil en un mismo cerebro
dos Frank Molina, el tierno con el violento, aquel capaz de dar amistad con
aquel otro para quien solo es posible generar odio y deseos de destrucción
hacia sus semejantes; esta doble faz que esconde una vida dual se encuentra
presente, en mayor o menor medida, en todos los personajes de la obra —como en el caso de Gaby López cuyo
seudónimo en el mundo de la lucha libre bogotana es Lady Masacre y que da
nombre a la novela— y en un
contexto más general se extiende a toda la nación colombiana donde, de un lado, se encuentran los amos del poder (políticos, mafiosos, grandes
empresarios) y, del otro, aquellos
hombres y mujeres surgidos de la entraña popular a los que, por décadas, estos
megapoderes han violado sin contemplación sus derechos. Así como existen dos
Frank Molina, también existen dos
Colombias en permanente conflicto, obligadas a convivir juntas de manera
precaria y a entenderse de alguna manera so pena de derrumbarse definitivamente
como sociedad.
Lady Masacre es quizás la novela colombiana que más se ha acercado al formato de
la llamada novela negra, tan popular
hoy en Europa y Norteamérica, y en
la que se evidencia cierta ambigüedad moral por parte de los protagonistas
(baste con recordar a Philipe Marlowe de Chandler, Sam Spade de Hammett, Lew
Archer de Ross Macdonald o a la fantástica Lisbeth Salander de Larsson), aunque siempre subyazca en ellos un
fondo ético más rico surgido a partir del contexto de sus particulares y
complejas historias de vida que no se halla sometido al rígido esquema
blanco-negro, cosa impensable en el antiguo género de la detection novel
(Poe, Conan Doyle, Agatha Christie),
donde la frontera entre buenos y malos estaba perfectamente establecida.
Lo cierto es que
con Lady Masacre de Mario Mendoza ha quedado demostrado que, al contrario de la burda caricatura
pseudoliteraria ofrecida por la desafortunada novela sicaresca, tan en boga en
una época en Colombia, sí que es posible desarrollar en nuestro país una buena
literatura que presente como marco de referencia nuestra cruel realidad
nacional desde una perspectiva inédita y creativa y que, aparte de contar una
historia, nos presente a los lectores personajes de carne y hueso de fina
tesitura sicológica, que logren no
solo conmovernos sino reflejar aspectos de lo que somos.