BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 115, diciembre de 2013
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
¿Ha
perdido toda vigencia el teatro español del Siglo de Oro?
Hernán
Botero Restrepo
Nadie
que se encuentre en sus cabales, literaria y teatralmente, puede
responder con un sí a la pregunta que he elegido como título del
presente texto. Existe, empero, un escritor español de primera fila
en todos los géneros literarios —que los ha cultivado todos menos
el teatral— que no dudaría en hacerlo, se trata de Andrés
Trapiello; de hecho lo hace, en uno de sus maravillosos diarios
agrupados bajo el título de Salón
de pasos perdidos,
con argumentos poco menos que mezquinos y que no es del caso resumir
aquí. Para Trapiello, además, la novela picaresca, desde El
Lazarillo de Tormes hasta
la autobiográfica Vida
de Torres Villaroel, es
una manifestación de genio escritural frente a la que el teatro
clásico español es pura inanidad (en especial el de Lope de Vega).
Calculando,
por lo bajo, el número de piezas teatrales escritas y representadas
en España, desde las del precursor Lope de Rueda hasta las de
Calderón de la Barca, estas sobrepasan los dos millares. Entre las
cuales, al lado de ciertamente numerosas piezas que oscilan entre la
falencia estética total y la no poca mediocridad, se hallan no
escasas obras maestras aún vigentes artísticamente en nuestros
días. Esto es válido en cuanto a sus temáticas y al modo de
tratarlas, a la catadura sicológica de los personajes, al verso en
que están escritas y aun a la simple versificación que distingue a
tantas de ellas, en especial a los denominados entremeses
(recuérdese a Cervantes y al pre-áureo Lope de Rueda) desde los escritos por el
autor de El
paso de las aceitunas hasta Pérez de Montalbán, discípulo de Lope el
grande (el de Vega y Carpio) antes de que se iniciara la decadencia
post-calderoniana, con autores como Bances Candamo
Y
más allá de las reservas de las que hemos dado cuenta, el teatro
español del seiscientos es una de las fuerzas vivas de la cultura
castellana junto con la poesía lírica, la profana y la mística, y en
menor medida con la épica.
En
lo que atañe a la novela seiscientista, consideremos a El
Quijote
como fuera de concurso por su genialidad no equiparable con ninguna otra obra genero, aunque esta genialidad no sea absoluta, (¿quién recuerda el capítulo de la cabeza parlante?).
Trapiello, para volver a él, juzga que la novela picaresca es una
creación de arte literario que supera con creces a la teatral, en la
España de su tiempo, y que permanece viva hasta nuestros días.
Que
la picaresca española es merecedora de admiración desde que aparece
La
pícara Justina
de López de Ubeda
hasta
la Vida
de Diego de Torres Villarroel, es algo sobre lo que no cabe duda
alguna. Vale la pena recordar aquí que, en su libro de ensayos
Furgón
de cola,
Juan Goytisolo dedica uno de estos a Vida
de Estebanillo González (escrito,
supuestamente, por el propio Estebanillo) al que califica de obra excepcional, por
sus desfachatados humor e ironía de buena ley y por la concepción
riquísima del narrador protagónico en primera persona; igualmente
provechoso es hacer memoria de la picaresca de Castillo Solórzano,
cuyas personajes picarescos femeninos, como la Garduña de Sevilla, difícilmente pueden
olvidarse.
Conclusión
y consejo:
Lo
más meritorio del teatro y la novela españolas del Siglo de Oro se hallan a la par como logros artísticos.
N.B.
Dos
inmensos autores españoles, comúnmente no asociados a la creación
teatral, nada más y nada menos que Quevedo y Góngora, escribieron
algunas piezas para la escena. Las de Góngora tienen el cariz
gongorista que era de esperar y las de Quevedo acusan el genio de
este. No podía ser de otro modo en ambos casos.