martes, 24 de diciembre de 2013

¿Ha perdido toda vigencia el teatro español del Siglo de Oro?

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 115, diciembre de 2013
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué




¿Ha perdido toda vigencia el teatro español del Siglo de Oro?
Hernán Botero Restrepo

Nadie que se encuentre en sus cabales, literaria y teatralmente, puede responder con un sí a la pregunta que he elegido como título del presente texto. Existe, empero, un escritor español de primera fila en todos los géneros literarios —que los ha cultivado todos menos el teatral— que no dudaría en hacerlo, se trata de Andrés Trapiello; de hecho lo hace, en uno de sus maravillosos diarios agrupados bajo el título de Salón de pasos perdidos, con argumentos poco menos que mezquinos y que no es del caso resumir aquí. Para Trapiello, además, la novela picaresca, desde El Lazarillo de Tormes hasta la autobiográfica Vida de Torres Villaroel, es una manifestación de genio escritural frente a la que el teatro clásico español es pura inanidad (en especial el de Lope de Vega).
Calculando, por lo bajo, el número de piezas teatrales escritas y representadas en España, desde las del precursor Lope de Rueda hasta las de Calderón de la Barca, estas sobrepasan los dos millares. Entre las cuales, al lado de ciertamente numerosas piezas que oscilan entre la falencia estética total y la no poca mediocridad, se hallan no escasas obras maestras aún vigentes artísticamente en nuestros días. Esto es válido en cuanto a sus temáticas y al modo de tratarlas, a la catadura sicológica de los personajes, al verso en que están escritas y aun a la simple versificación que distingue a tantas de ellas, en especial a los denominados entremeses (recuérdese a Cervantes y al pre-áureo Lope de Rueda) desde los escritos por el autor de El paso de las aceitunas hasta Pérez de Montalbán, discípulo de Lope el grande (el de Vega y Carpio) antes de que se iniciara la decadencia post-calderoniana, con autores como Bances Candamo
Y más allá de las reservas de las que hemos dado cuenta, el teatro español del seiscientos es una de las fuerzas vivas de la cultura castellana junto con la poesía lírica, la profana y la mística, y en menor medida con la épica.
En lo que atañe a la novela seiscientista, consideremos a El Quijote como fuera de concurso por su genialidad  no equiparable con ninguna otra obra genero, aunque esta genialidad no sea absoluta, (¿quién recuerda el capítulo de la cabeza parlante?). Trapiello, para volver a él, juzga que la novela picaresca es una creación de arte literario que supera con creces a la teatral, en la España de su tiempo, y que permanece viva hasta nuestros días.
Que la picaresca española es merecedora de admiración desde que aparece La pícara Justina de López de Ubeda hasta la Vida de Diego de Torres Villarroel, es algo sobre lo que no cabe duda alguna. Vale la pena recordar aquí que, en su libro de ensayos Furgón de cola, Juan Goytisolo dedica uno de estos a Vida de Estebanillo González (escrito, supuestamente, por el propio Estebanillo) al que califica de obra excepcional, por sus desfachatados humor e ironía de buena ley y por la concepción riquísima del narrador protagónico en primera persona; igualmente provechoso es hacer memoria de la picaresca de Castillo Solórzano, cuyas personajes picarescos femeninos, como la Garduña de Sevilla, difícilmente pueden olvidarse.
Conclusión y consejo:
Lo más meritorio del teatro y la novela españolas del Siglo de Oro se hallan a la par como logros artísticos.
N.B.
Dos inmensos autores españoles, comúnmente no asociados a la creación teatral, nada más y nada menos que Quevedo y Góngora, escribieron algunas piezas para la escena. Las de Góngora tienen el cariz gongorista que era de esperar y las de Quevedo acusan el genio de este. No podía ser de otro modo en ambos casos.