martes, 3 de diciembre de 2013

Tres poemas oníricos por Hernán Botero R.

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 112, diciembre de 2013
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué



De uno que se acogió finalmente al silencio

por Hernán Botero Restrepo

¿ A quién podría dirigir mis palabras?
¿en qué oído verterlas?
si son el sufrimiento destilado
de mis días sin dicha
y mis noches sin sueño
mi vitriolo verbal perforaría
desde el oído al alma
lo que de humano hubiese en quien me oyera
mejor las dejo a todas
que se ensordezcan
gritándose las unas a las otras
y me entrego al silencio
no porque crea que puede sosegarme
sino porque mi lengua pesa tanto
que ninguna palabra podría pronunciar.
En verdad, en verdad es el silencio
la esencia de mi habla
yo no tengo palabras para nadie
y mi silencio nadie
nació para escucharlo.

Una fiesta perpetua
                    I
Abierta al público de lunes a lunes
irradiando misterios de su simplicidad
y espejeando claridades
desde sus más oscuros horizontes
abierta al público toda la semana
toda la vida, de domingo a domingo
lo mismo diferente cada vez
lo diferente nuevo
lunes martes y miércoles
el espacio y el tiempo abrazándolo todo
y abrazados
semanalmente, indefinidamente
cual si fuera una feria de flores
que no se marchitaran
o de estrellas
cada una fulgurando
sobre un trozo de noche
así quisiera yo la poesía, así la sueño.

                           II
Un clavel floreciendo en la clepsidra
un manantial que brota de una roca herida
un oído convulso casi en éxtasis
por esa bendición resurrectora
que es un poema escrito con la sangre del alma
espejo de palabras que se encuentran
y el cuerpo como cómplice
en buena compañía
soledad habitada por fantasmas
que dicen sí a la vida
mano hacendosa que restaura el brillo
de la empañada prosa de los días.

Poema del sueño del mar de vino

Estoy nadando en un gran mar de vino
todo es cálido, el sol mezcla con su oro
la urdimbre líquida
en mi lengua un sabor a mosto del Rin se despierta
jugando a la dulzura con la tibieza semiseca que hechiza mi paladar
y va perdiendo mi alma
en un momento del momento que este sueño dura
dentro de mí o viniendo de afuera
me alerta una voz:¡cuidado, comienzas a embriagarte
y el áspero fondo espera al nadador borracho!
Miro con decisión hacia adelante
muy próxima y rocosa
tan dura y tan ajena al dulzor que me embriaga
una costa se alza
la del mundo de todos los días
mi sueño ha concluido.
Ya estoy fuera del mar
me he salvado
despierto palpando mi almohada
roca menos dura que las rocas de la playa.
De no haber despertado
quizás el ahogarme hubiera sido grato
pero algo en la dureza de mi almohada
me ha ganado a favor de los mares salados
vinosos solo en su color
esos mares que el índice recorre en el mapa
mientras se van nombrando las tierras que circundan.