BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 163, noviembre de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
PREGUNTAS
AL POETA RAÚL JAIME GAVIRIA (Parte II)
Por Óscar González
Por Óscar González
¿Qué
relación provocada o no, intencional o no tiene su poesía y que le llevo a
vaciarlo totalmente de la estética huidobriana, qué proyecta usted de Huidobro
y por qué?
No soy un gran lector de
Huidobro, aunque reconozco que en su momento me impactó Altazor y muy
seguramente habrá algunas reminiscencias huidobrianas sobre todo en el ritmo de
ciertos poemas de La cruz de Maroro, (especialmente en el poema más largo de
ese libro). A propósito de su pregunta volví a leer algunos de los cantos de
Altazor y lo que percibo es una poesía trepidante, cargada de imágenes, pero
que, a diferencia de la escritura automática de los surrealistas mantiene las
riendas de la razón. Detrás del poema hay una voz que se interroga, que se hace
profética en el anuncio y en la denuncia, hay una búsqueda y un dolor
enmascarados. En la cruz de Maroro percibo, por lo contrario, una vena poética
más automatizada, que linda más con el absurdo, en ese poemario, por decirlo de
alguna manera, a las guacamayas les pongo ojos de tomates y alas de cartón sin
ninguna sustentación lógica, pero ya le dije que ese libro me sirvió de
plataforma de experimentación, de lima de pulimento del instrumento-lenguaje;
en ese momento poco me importaba lo que pudieran decir del libro, se trataba de
una confrontación personal que yo tenía con el toro del lenguaje con el cual
había que medirse de poder a poder. Pienso que lo hice, que lo haya hecho bien
o mal eso no me corresponde a mí decirlo, lo cierto es que esos poemas debían
ser escritos por mí en ese momento específico y no en otro, lo que no podía
hacer, y de eso me siento orgulloso, era distraerme escribiendo, con ánimo
falsario, poemas apegados a la tradición de nuestra poesía nacional, eso sí que
no me lo hubiera perdonado, de La cruz de Maroro, como de todos mis libro,s se
podrá decir lo que se quiera menos que fueron escritos con un cálculo
preconcebido con el fin de obtener beneficios dentro del mundillo cultural o
literario. Por el contrario, el haber escrito estos libros me ha marginado por
muchos años de todos esos circuitos y quizás ninguno de esos poemarios merezca
a futuro ninguna consideración por parte de la crítica como tampoco lo merezca
mi trasegar por este mundo como poeta. También puede ocurrir que en el devenir
de mi ejercicio creativo logre topar con alguna piedra preciosa única que
justifique ese aparente arar en el desierto o que dé con lectores que se
sintonicen en un punto y hora con mi escritura, no sé, todo puede pasar. Es
toda una aventura, pero al fin y al cabo ¿no se trata de eso la poesía? Le he
de confesar que yo escribo un poco más con espíritu de arqueólogo que de
artista.
Considero que todo escritor
no es más que un reinterprete de lo que lee. Aparte de los libros, uno está
leyendo todo el tiempo, en cualquier lugar, y eso necesariamente se transfiere
a la escritura. El poeta es un operador del lenguaje, este se convierte en su
materia prima. El poeta toma algo de aquí, algo de allí y le añade otra pizca
de allá y fruto de esa alquimia aparece algo enteramente original que ningún
otro produjo antes de él, este es uno de los misterios de la poesía. A mí me
gusta que en mis libros se logre identificar a Rimbaud, Huidobro, Williams o
Nicanor Parra, entre muchos otros, porque, fuera de todo epigonismo, como poeta
los acojo en mi escritura, me hermano con ellos y les presto una nueva voz por
medio de mis palabras. No tengo ningún problema con eso, es como cuando uno
sale con buenos amigos, no puede hacer uno otra cosa que disfrutarlo. Lo preocupante
será el día en que en mis poemas solo perciba la voz de Raúl Jaime Gaviria,
espero que ese día no llegue nunca, porque creo que no podría soportar tamaña
soledad.
Por otro lado están los
referentes literarios, no sé si también se refiere usted a esto en su pregunta,
en fin, suelo utilizarlos ocasionalmente en mis poemas aunque no de forma
exagerada, más allá que uno cite en una pieza poética a un poeta, un músico o a
un pintor lo importante es que esa referencia sea necesaria dentro del poema,
de lo contrario se podría caer en la erudición vacía, para eso estaría mejor
escribir un ensayo. Quizás yo haya caído algunas veces en esa trampa, aunque no
creo que demasiadas porque no me considero un erudito y, aunque leo bastante,
estoy bastante lejos de poseer la voracidad de un animal lector.
¿Considera
necesaria y esencial o no la relación poesía y política y por qué sí o no, y
como lo ha transformado o no en su radicalismo crítico esa relación?
¿Tiene
usted una inclinación incesante e incisiva sobre el hecho de que la poesía,
debe o tiene que estar llena de ironía y ser hasta burlesca hacia otros poetas
y por qué?
Creo que ya dije algo
de eso en mi respuesta anterior. No es que sea algo mandatorio, pero el humor y
la ironía son fundamentales porque actúan como agentes desmitificadores, además
la ironía y el humor en la poesía generan un tipo muy especial de comunicación
entre el autor y el lector, ya que para que la ironía sea eficaz requiere ante
todo ser planteada con precisión al lector, .no puede haber lugar para ningún
tipo de ambigüedades. Por ejemplo, cuando Parra dice en uno de sus artefactos
que la derecha y la izquierda unidas jamás serán vencidas surge de inmediato en
la mente del lector atento la asociación con la famosa frase de batalla: “El
pueblo unido jamás será vencido” reivindicado principalmente por la izquierda
latinoamericana, esto es lo interesante de la ironía, que dice sin decir, que se
limita a sugerir y es ahí donde surge “lo otro” que queda tácito y trasciende
lo meramente discursivo. Cuando Parra alude a la derecha se refiere también al
espíritu de derecha de la izquierda, no solamente a la derecha como tal porque la
ironía va dirigida principalmente a la izquierda que desde lo discursivo se
plantea como todo lo opuesto a la derecha.
Lo de la burla a otros
poetas en algunos de mis poemas obedece también a ese afán desacralizador,
aunque es bueno aclarar que el principal objetivo de burla soy yo mismo. Con
Parra los poetas se bajaron del Olimpo, pero al parecer aquí no se han dado
cuenta todavía y ahí están todos muy bien puestecitos en sus pedestales como
santos de procesión. No, no es ningún pecado parodiar el poema de Juan Manuel
Roca “Canción del que fabrica los espejos” y renombrarlo “Canción del que
fabrica los poetas” está en el lector encontrar el sentido irónico o satírico
del poema y ver si en nuestro contexto tiene validez o no. No soy yo el que
tenga que ir explicándolo por ahí, y estoy seguro de que Juan Manuel, siendo
tan inteligente como lo es, también lo entenderá. No se trata de nada personal,
ni de derrumbar el edificio poético de nadie, ¿qué poder puedo tener yo para
hacer eso? ¿Quién soy yo en la poesía colombiana para realizar tal proeza?
Además la sátira entre poetas ha sido lugar común siempre, baste con recordar
los opúsculos que se dedicaron unos a otros
Huidobro, Parra, Pablo de Rokha y
Neruda. Y eso no impidió que Neruda reconociera en Parra a un gran poeta al
punto de prologar uno de sus libros.