miércoles, 19 de noviembre de 2014

PREGUNTAS AL POETA RAÚL JAIME GAVIRIA (Parte II)

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 163, noviembre de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo




PREGUNTAS AL POETA RAÚL JAIME GAVIRIA (Parte II)

Por Óscar González

¿Qué relación provocada o no, intencional o no tiene su poesía y que le llevo a vaciarlo totalmente de la estética huidobriana, qué proyecta usted de Huidobro y por qué?

No soy un gran lector de Huidobro, aunque reconozco que en su momento me impactó Altazor y muy seguramente habrá algunas reminiscencias huidobrianas sobre todo en el ritmo de ciertos poemas de La cruz de Maroro, (especialmente en el poema más largo de ese libro). A propósito de su pregunta volví a leer algunos de los cantos de Altazor y lo que percibo es una poesía trepidante, cargada de imágenes, pero que, a diferencia de la escritura automática de los surrealistas mantiene las riendas de la razón. Detrás del poema hay una voz que se interroga, que se hace profética en el anuncio y en la denuncia, hay una búsqueda y un dolor enmascarados. En la cruz de Maroro percibo, por lo contrario, una vena poética más automatizada, que linda más con el absurdo, en ese poemario, por decirlo de alguna manera, a las guacamayas les pongo ojos de tomates y alas de cartón sin ninguna sustentación lógica, pero ya le dije que ese libro me sirvió de plataforma de experimentación, de lima de pulimento del instrumento-lenguaje; en ese momento poco me importaba lo que pudieran decir del libro, se trataba de una confrontación personal que yo tenía con el toro del lenguaje con el cual había que medirse de poder a poder. Pienso que lo hice, que lo haya hecho bien o mal eso no me corresponde a mí decirlo, lo cierto es que esos poemas debían ser escritos por mí en ese momento específico y no en otro, lo que no podía hacer, y de eso me siento orgulloso, era distraerme escribiendo, con ánimo falsario, poemas apegados a la tradición de nuestra poesía nacional, eso sí que no me lo hubiera perdonado, de La cruz de Maroro, como de todos mis libro,s se podrá decir lo que se quiera menos que fueron escritos con un cálculo preconcebido con el fin de obtener beneficios dentro del mundillo cultural o literario. Por el contrario, el haber escrito estos libros me ha marginado por muchos años de todos esos circuitos y quizás ninguno de esos poemarios merezca a futuro ninguna consideración por parte de la crítica como tampoco lo merezca mi trasegar por este mundo como poeta. También puede ocurrir que en el devenir de mi ejercicio creativo logre topar con alguna piedra preciosa única que justifique ese aparente arar en el desierto o que dé con lectores que se sintonicen en un punto y hora con mi escritura, no sé, todo puede pasar. Es toda una aventura, pero al fin y al cabo ¿no se trata de eso la poesía? Le he de confesar que yo escribo un poco más con espíritu de arqueólogo que de artista.

De la lectura de sus libros se deduce que hay un lenguaje lleno de arbitrariedades, de turbulencias, de rizomas de un lector: ¿Cómo hace usted insaciable lector o no para liberarse de esas lecturas y escribir o que queda de esa tarea?

Considero que todo escritor no es más que un reinterprete de lo que lee. Aparte de los libros, uno está leyendo todo el tiempo, en cualquier lugar, y eso necesariamente se transfiere a la escritura. El poeta es un operador del lenguaje, este se convierte en su materia prima. El poeta toma algo de aquí, algo de allí y le añade otra pizca de allá y fruto de esa alquimia aparece algo enteramente original que ningún otro produjo antes de él, este es uno de los misterios de la poesía. A mí me gusta que en mis libros se logre identificar a Rimbaud, Huidobro, Williams o Nicanor Parra, entre muchos otros, porque, fuera de todo epigonismo, como poeta los acojo en mi escritura, me hermano con ellos y les presto una nueva voz por medio de mis palabras. No tengo ningún problema con eso, es como cuando uno sale con buenos amigos, no puede hacer uno otra cosa que disfrutarlo. Lo preocupante será el día en que en mis poemas solo perciba la voz de Raúl Jaime Gaviria, espero que ese día no llegue nunca, porque creo que no podría soportar tamaña soledad.

Por otro lado están los referentes literarios, no sé si también se refiere usted a esto en su pregunta, en fin, suelo utilizarlos ocasionalmente en mis poemas aunque no de forma exagerada, más allá que uno cite en una pieza poética a un poeta, un músico o a un pintor lo importante es que esa referencia sea necesaria dentro del poema, de lo contrario se podría caer en la erudición vacía, para eso estaría mejor escribir un ensayo. Quizás yo haya caído algunas veces en esa trampa, aunque no creo que demasiadas porque no me considero un erudito y, aunque leo bastante, estoy bastante lejos de poseer la voracidad de un animal lector.

¿Considera necesaria y esencial o no la relación poesía y política y por qué sí o no, y como lo ha transformado o no en su radicalismo crítico esa relación?

La alta política también es poesía pero infortunadamente pasó de moda desde los tiempos de Pericles. La política, tal como se practica hoy en el mundo, no ha servido para unir a los pueblos sino para dividirlos. Y esto se da porque la política es sectaria por naturaleza, de ahí que en uno de mis poemas yo enuncie que a mí no me gustan los partidos y que prefiero “los íntegros”. La política de partidos y mucho más en el caso de países con partidos únicos en el poder es en esencia esquizofrénica porque se hace adoradora del discurso y del dogma partidario mientras se olvida de los que deberían ser los beneficiarios reales de ese discurso: el pueblo en este caso. En la política, en toda política, sea esta de izquierda o de derecha el discurso lo es todo y por supuesto el pueblo también lo es todo, obviamente que “el pueblo del discurso” y no el pueblo real que padece en el día a día, ese les importa un rábano. Los poetas no somos quienes para cambiar este sistema de cosas, no somos pequeños dioses como creía Huidobro. De todas maneras podremos resistir desde el humor, que es una de las últimas trincheras que le quedan al hombre libre para defenderse de la súper-maquinaria del Dios-Estado. Lo que preconizaba Orwell en 1984 ya está aquí desde hace rato, el Gran hermano invadiéndolo todo, husmeándolo todo, arrebatándole espacios de libertad a la gente. Por eso el humor es fundamental así como la ironía. Una de las grandes deficiencias de la poesía colombiana es que se toma demasiado en serio, nunca o casi nunca se ha planteado como “la otra voz” la que cuestiona, la que denuncia, la que desenmascara. Ha preferido los espacios de comodidad enquistándose en el monstruoso aparato de la oficialidad y actuando incluso como vocero de este. De ahí que la poesía colombiana no soporte el humor. Al Tuerto López lo tildaban de bufón de pueblo hasta que se hizo evidente que se trataba de un gran poeta. Lo cierto es que las circunstancias políticas de hoy son radicalmente distintas, los tiempos están cambiando como dice Bob Dylan en su canción y la poesía colombiana tendrá que salir, tarde que temprano, de su amodorramiento. Para muchos será como despertar de un largo sueño y ver que el dinosaurio seguía allí.


¿Tiene usted una inclinación incesante e incisiva sobre el hecho de que la poesía, debe o tiene que estar llena de ironía y ser hasta burlesca hacia otros poetas y por qué?
Creo que ya dije algo de eso en mi respuesta anterior. No es que sea algo mandatorio, pero el humor y la ironía son fundamentales porque actúan como agentes desmitificadores, además la ironía y el humor en la poesía generan un tipo muy especial de comunicación entre el autor y el lector, ya que para que la ironía sea eficaz requiere ante todo ser planteada con precisión al lector, .no puede haber lugar para ningún tipo de ambigüedades. Por ejemplo, cuando Parra dice en uno de sus artefactos que la derecha y la izquierda unidas jamás serán vencidas surge de inmediato en la mente del lector atento la asociación con la famosa frase de batalla: “El pueblo unido jamás será vencido” reivindicado principalmente por la izquierda latinoamericana, esto es lo interesante de la ironía, que dice sin decir, que se limita a sugerir y es ahí donde surge “lo otro” que queda tácito y trasciende lo meramente discursivo. Cuando Parra alude a la derecha se refiere también al espíritu de derecha de la izquierda, no solamente a la derecha como tal porque la ironía va dirigida principalmente a la izquierda que desde lo discursivo se plantea como todo lo opuesto a la derecha.

Lo de la burla a otros poetas en algunos de mis poemas obedece también a ese afán desacralizador, aunque es bueno aclarar que el principal objetivo de burla soy yo mismo. Con Parra los poetas se bajaron del Olimpo, pero al parecer aquí no se han dado cuenta todavía y ahí están todos muy bien puestecitos en sus pedestales como santos de procesión. No, no es ningún pecado parodiar el poema de Juan Manuel Roca “Canción del que fabrica los espejos” y renombrarlo “Canción del que fabrica los poetas” está en el lector encontrar el sentido irónico o satírico del poema y ver si en nuestro contexto tiene validez o no. No soy yo el que tenga que ir explicándolo por ahí, y estoy seguro de que Juan Manuel, siendo tan inteligente como lo es, también lo entenderá. No se trata de nada personal, ni de derrumbar el edificio poético de nadie, ¿qué poder puedo tener yo para hacer eso? ¿Quién soy yo en la poesía colombiana para realizar tal proeza? Además la sátira entre poetas ha sido lugar común siempre, baste con recordar los opúsculos que se dedicaron unos a otros  Huidobro, Parra, Pablo de Rokha  y Neruda. Y eso no impidió que Neruda reconociera en Parra a un gran poeta al punto de prologar uno de sus libros.