martes, 9 de octubre de 2012

La música de lo urbano en la poesía de Víctor Bustamante


GUADAÑAZOS PARA LA                               
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 38, octubre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Por Raúl Jaime Gaviria


"Música" es el inquietante título del poemario escrito por Víctor Bustamante, y en éste, es precisamente la música la que subvierte sus propias reglas formales trasladándose a la calle. Con los inéditos instrumentos de la cotidianidad, el poeta se dispone a dejarse llevar por nuevas melodías, ocultas en los más inesperados rincones de su devenir citadino, a través de territorios que le son más afines que la misma naturaleza. Una noche de tragos en un bar o el furtivo encuentro con una muchacha, sometido a los juegos y los fuegos del azar erótico en cualquier motel de quinta con promesas de un sexo de primera. Escenarios temáticos como estos se acercan más a la realidad del hombre postmoderno que el que se nos ofrece en un haikú solipsista, repleto de ranas y lotos,escrito por algún surrealista trasnochado con delirios de monje zen. El mundo poético de Víctor nos recrea y nos relata un paisaje urbano constantemente renovado que se despliega ante los ojos al ritmo trepidante de una absurda película de Fellini. La poesía de Víctor es tanto más necesaria en cuánto que la literatura colombiana lleva décadas de espaldas al mundo del hombre común,lo que equivale a una traición a la poesía, puesto que ésta surgió y desde siempre se ha nutrido de las fuentes del ámbito popular, y aunque muten sus formas, su esencia será siempre igual. Víctor, en su poesía, no busca ser Rey de utopías encerrado en las soberbias torres de marfil del lenguaje, y muy por lo contrario nos propone el retorno a lo salvaje, para darle una vuelta de tuerca definitiva a la realidad,acercándonos a una vida que se nos ofrezca más plena. El lenguaje ,entonces, no actúa ya como carcelero sino como aliado e  instrumento de goce. Liberados de una vez por todas de los mandamientos que en la vieja poesía superan,y con creces,los diez del pueblo de David, qué importa ya un verso de más o una coma de menos. A la poesía nueva hay que vivirla primero para luego cantarla, y en esto Víctor es experto.