sábado, 13 de julio de 2013

El porvenir es largo


GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Edición No. 90, julio de 2013
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria  (revistasfodelo@yahoo.com)
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué 

  (rdlr@une.net.co)


El porvenir es largo, de Louis Althusser

Rubén López Rodrigué

El porvenir es largo, de Louis Althusser
Rubén López Rodrigué




En 1980, el filósofo marxista Louis Althusser, en medio de una crisis intensa de “confusión mental”, estranguló a su esposa Hélène, quien lo había abandonado en su propia presencia, en su propio apartamento (“Pobrecita, siempre la he asustado con mis depresiones”) y había terminado por pedirle que la matara. “Me sentía desgarrado por la angustia, -escribió el filósofo-: como se sabe, siempre experimenté una intensa angustia de que me abandonaran, y sobre todo ella, pero aquel abandono en presencia mía y a domicilio me parecía lo más insoportable de todo”.

A su psicoanalista (también lo era de Hélène) lo hicieron responsable de no haber intervenido, a pesar de que sí lo hizo: le recomendó como necesaria su hospitalización, pues según el dictamen padecía “melancolía clásica aguda”, hecho que se aplazó tres días a solicitud de Hélène. En el aplazamiento ocurrió el homicidio.

Louis Althusser siempre llevó luto por sí mismo, por su propia muerte a través de la madre y mujeres sustitutas de ella. El significante “Louis” era el nombre de un tío que, siendo novio de la que ahora era su madre, había muerto en la guerra, aquel a quien la madre amaba y no a él: “aquella madre que yo quería en cuerpo y alma amaba a otro a través y por encima de mí, a un ser ausente en persona a través de mi presencia en nadie: un ser del que más adelante sólo sabría que hacía mucho tiempo que estaba muerto”.

El deseo del Otro regía su vida y se empeñó en una lucha sin cuartel por reconocer y realizar su propio deseo.

Su padre había delegado exclusivamente a la madre el dominio del hogar, la educación y la vida cotidiana de los niños. Rara vez intervenía. El trabajo le acaparaba por completo: “A mí no me gustaban los padres sagrados y […] había adquirido la certeza de que un padre no es más que un padre, un personaje dudoso en sí, imposible en su papel […]”. Situación que habría llevado al filósofo a conducirse siempre como “padre del padre”, a ser el padre de sí mismo, a convertirse filosóficamente en su propio padre: “¡tener razón solo y contra todos!”.

La lectura en el periódico Le Monde de un comentario a propósito del homicidio, en el que el autor del mismo aludió a un “proceso jugoso”, a la ausencia de “proceso” debido al no ha lugar del que Althusser se había “beneficiado” (o sea, no ser juzgado judicialmente por su estado de locura), motivo que este iniciara la redacción de El por-venir es largo, una autobiografía en la que hilvana sus explicaciones acerca del drama y el “trato” del que fue objeto, tanto a nivel policial como judicial y hospitalario.

El proyecto de esta autobiografía arranca desde 1983, al salir de una “prueba atroz” de tres años de internamiento psiquiátrico, esto es, del primer confinamiento posterior al homicidio. Primer y no primero pues, según sus cálculos, en total había pasado quince años entre hospitales y clínicas psiquiátricas y juzga que de no ser por el psicoanálisis todavía estaría en uno de esos tenebrosos lugares.

En el libro quiso recoger solo los acontecimientos o los recuerdos de ellos que, habiéndolo marcado, contribuyeron a inaugurar la estructura de su psiquismo y en especial (pero no siempre) en el a posteriori de repeticiones interminables para reforzar dicho psiquismo, o en los conflictos de deseo para, al menos en apariencia, moldearlo en formas extrañas a las primeras. Incluye (aunque distan de predominar) consideraciones de orden filosófico y político. Por ejemplo, expone dos razones para entenderse con Lacan, si bien nunca asistió a ninguno de sus seminarios. De un lado, mientras que él había vuelto a Marx, el otro había retornado a Freud. De otro lado, mientras que él luchaba contra el historicismo, Lacan luchaba contra el psicologismo. (Recordemos su artículo “Freud y Lacan”).

En los archivos de Althusser se hallaron indicios de su trabajo de elaboración que sirvió para la redacción del texto, huellas factuales y personales, políticas y psicoanalíticas. Así, le solicitó a ciertos amigos íntimos que le facilitaran sus “diarios” correspondientes a aquellos años aciagos, o le relataran acontecimientos que en ciertos aspectos no recordaba. Aglutinó en agendas o en hojas sueltas toda una serie de hechos, reflexiones, palabras sueltas, acontecimientos, citas y comentarios. Interrogó a su psiquiatra y a su psicoanalista sobre las medicinas que tomó, sobre los tratamientos que siguió y en ocasiones las explicaciones e interpretaciones literales que aquellos le hicieron. En otros momentos se conduce como si estuviera dando cuenta de un final de análisis y traslada al papel versiones de sus sesiones psicoanalíticas.

Si consideramos que, con toda probabilidad, la redacción se efectuó en pocas se-manas, el texto sorprende por la riqueza de imágenes, el ver al desnudo y sin maquillajes las cosas atinentes a la sexualidad, la sinceridad del autor (aunque por momentos se justifique o se recrimine demasiado, ¿o pase de la compasión a la idealización de Hélène como defensas contra la culpa?) y el estilo sencillo, directo, hermoso, límpido, que dibuja la honda “soledad del filósofo”.

Como bien él señala: “escribir obliga a reflexionar”. En realidad el libro se compone de dos autobiografías. La primera, titulada Los hechos y escrita en 1976, hace la segunda parte del volumen, y hasta el momento de la publicación de El porvenir es largo (segunda autobiografía, de 1985, Santafé de Bogotá, Ediciones Destino, 1994) había permanecido por completo inédita.

Es de subrayar que Althusser ha elaborado una historia de sus afectos, de sus fantasmas, y no se propone describir su infancia tal y como fue, ni trazar la realidad de los miembros de su familia: “No hablo de ellos más que tal como los percibí y experimenté porque sé muy bien que, como en toda percepción psíquica, lo que pudieron ser ha sido ya resituado para siempre en las proyecciones fantasmagóricas de mi angustia”. Ello no excluye el intento de atenerse estrictamente a los hechos, incluidas las alucinaciones que también son hechos, vale decir, la dimensión de lo imaginario que intenta capturar en el sistema simbólico del texto hecho de palabras. Ya fuere al autor psicótico, homicida, filósofo y comunista, lo cierto es que el libro es un prodigioso testimonio de lo que es la locura, devela la oscilación de la línea divisoria entre razón y locura.

En suma, el objetivo de Althusser e levantar esa pesada losa sepulcral que reposa sobre él: “Y ahora que confío al público que se digne leer este libro tan personal, es una vez más, pero a través de este sesgo paradójico, para entrar definitivamente en el anonimato, no tanto de la losa sepulcral del no ha lugar, como de la publicación de todo lo que se pueda saber de mí, que estaré así para siempre en paz con las preguntas indiscretas”.