GUADAÑAZOS PARA LA
BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 90, julio de 2013
Directores:
Raúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
(rdlr@une.net.co)
El porvenir es largo, de Louis Althusser
Rubén López Rodrigué
El porvenir es largo, de Louis Althusser
Rubén López Rodrigué
En 1980, el
filósofo marxista Louis Althusser, en medio de una crisis intensa de “confusión
mental”, estranguló a su esposa Hélène, quien lo había abandonado en su propia
presencia, en su propio apartamento (“Pobrecita, siempre la he asustado con mis
depresiones”) y había terminado por pedirle que la matara. “Me sentía
desgarrado por la angustia, -escribió el filósofo-: como se sabe, siempre
experimenté una intensa angustia de que me abandonaran, y sobre todo ella, pero
aquel abandono en presencia mía y a domicilio me parecía lo más insoportable de
todo”.
A su
psicoanalista (también lo era de Hélène) lo hicieron responsable de no haber
intervenido, a pesar de que sí lo hizo: le recomendó como necesaria su
hospitalización, pues según el dictamen padecía “melancolía clásica aguda”,
hecho que se aplazó tres días a solicitud de Hélène. En el aplazamiento ocurrió
el homicidio.
Louis Althusser
siempre llevó luto por sí mismo, por su propia muerte a través de la madre y
mujeres sustitutas de ella. El significante “Louis” era el nombre de un tío
que, siendo novio de la que ahora era su madre, había muerto en la guerra,
aquel a quien la madre amaba y no a él: “aquella madre que yo quería en cuerpo
y alma amaba a otro a través y por encima de mí, a un ser ausente en persona a
través de mi presencia en nadie: un ser del que más adelante sólo sabría que
hacía mucho tiempo que estaba muerto”.
El deseo del
Otro regía su vida y se empeñó en una lucha sin cuartel por reconocer y
realizar su propio deseo.
Su padre había
delegado exclusivamente a la madre el dominio del hogar, la educación y la vida
cotidiana de los niños. Rara vez intervenía. El trabajo le acaparaba por
completo: “A mí no me gustaban los padres sagrados y […] había adquirido la
certeza de que un padre no es más que un padre, un personaje dudoso en sí, imposible
en su papel […]”. Situación que habría llevado al filósofo a conducirse siempre
como “padre del padre”, a ser el padre de sí mismo, a convertirse
filosóficamente en su propio padre: “¡tener razón solo y contra todos!”.
La lectura en el
periódico Le Monde de un comentario a propósito del homicidio, en el que el
autor del mismo aludió a un “proceso jugoso”, a la ausencia de “proceso” debido
al no ha lugar del que Althusser se había “beneficiado” (o sea, no ser juzgado
judicialmente por su estado de locura), motivo que este iniciara la redacción
de El por-venir es largo, una autobiografía en la que hilvana sus explicaciones
acerca del drama y el “trato” del que fue objeto, tanto a nivel policial como
judicial y hospitalario.
El proyecto de
esta autobiografía arranca desde 1983, al salir de una “prueba atroz” de tres
años de internamiento psiquiátrico, esto es, del primer confinamiento posterior
al homicidio. Primer y no primero pues, según sus cálculos, en total había
pasado quince años entre hospitales y clínicas psiquiátricas y juzga que de no
ser por el psicoanálisis todavía estaría en uno de esos tenebrosos lugares.
En el libro
quiso recoger solo los acontecimientos o los recuerdos de ellos que, habiéndolo
marcado, contribuyeron a inaugurar la estructura de su psiquismo y en especial
(pero no siempre) en el a posteriori de repeticiones interminables para
reforzar dicho psiquismo, o en los conflictos de deseo para, al menos en
apariencia, moldearlo en formas extrañas a las primeras. Incluye (aunque distan
de predominar) consideraciones de orden filosófico y político. Por ejemplo,
expone dos razones para entenderse con Lacan, si bien nunca asistió a ninguno
de sus seminarios. De un lado, mientras que él había vuelto a Marx, el otro
había retornado a Freud. De otro lado, mientras que él luchaba contra el
historicismo, Lacan luchaba contra el psicologismo. (Recordemos su artículo
“Freud y Lacan”).
En los archivos
de Althusser se hallaron indicios de su trabajo de elaboración que sirvió para
la redacción del texto, huellas factuales y personales, políticas y
psicoanalíticas. Así, le solicitó a ciertos amigos íntimos que le facilitaran
sus “diarios” correspondientes a aquellos años aciagos, o le relataran
acontecimientos que en ciertos aspectos no recordaba. Aglutinó en agendas o en
hojas sueltas toda una serie de hechos, reflexiones, palabras sueltas,
acontecimientos, citas y comentarios. Interrogó a su psiquiatra y a su
psicoanalista sobre las medicinas que tomó, sobre los tratamientos que siguió y
en ocasiones las explicaciones e interpretaciones literales que aquellos le
hicieron. En otros momentos se conduce como si estuviera dando cuenta de un
final de análisis y traslada al papel versiones de sus sesiones
psicoanalíticas.
Si consideramos
que, con toda probabilidad, la redacción se efectuó en pocas se-manas, el texto
sorprende por la riqueza de imágenes, el ver al desnudo y sin maquillajes las
cosas atinentes a la sexualidad, la sinceridad del autor (aunque por momentos
se justifique o se recrimine demasiado, ¿o pase de la compasión a la
idealización de Hélène como defensas contra la culpa?) y el estilo sencillo,
directo, hermoso, límpido, que dibuja la honda “soledad del filósofo”.
Como bien él
señala: “escribir obliga a reflexionar”. En realidad el libro se compone de dos
autobiografías. La primera, titulada Los hechos y escrita en 1976, hace la
segunda parte del volumen, y hasta el momento de la publicación de El porvenir
es largo (segunda autobiografía, de 1985, Santafé de Bogotá, Ediciones Destino,
1994) había permanecido por completo inédita.
Es de subrayar
que Althusser ha elaborado una historia de sus afectos, de sus fantasmas, y no
se propone describir su infancia tal y como fue, ni trazar la realidad de los
miembros de su familia: “No hablo de ellos más que tal como los percibí y
experimenté porque sé muy bien que, como en toda percepción psíquica, lo que
pudieron ser ha sido ya resituado para siempre en las proyecciones
fantasmagóricas de mi angustia”. Ello no excluye el intento de atenerse
estrictamente a los hechos, incluidas las alucinaciones que también son hechos,
vale decir, la dimensión de lo imaginario que intenta capturar en el sistema
simbólico del texto hecho de palabras. Ya fuere al autor psicótico, homicida,
filósofo y comunista, lo cierto es que el libro es un prodigioso testimonio de
lo que es la locura, devela la oscilación de la línea divisoria entre razón y
locura.
En suma, el
objetivo de Althusser e levantar esa pesada losa sepulcral que reposa sobre él:
“Y ahora que confío al público que se digne leer este libro tan personal, es
una vez más, pero a través de este sesgo paradójico, para entrar
definitivamente en el anonimato, no tanto de la losa sepulcral del no ha lugar,
como de la publicación de todo lo que se pueda saber de mí, que estaré así para
siempre en paz con las preguntas indiscretas”.