BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 92, julio de 2013
Directores:
Raúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué (rdlr@une.net.co)
Dos microcuentos de Raúl Jaime Gaviria
Ese sábado
Ese sábado Domingo se encontraba
al borde del suicidio luego de haber discutido con su ex-esposa que no le
permitía que visitase a Osvaldo su hijo único. Domingo fue a casa de su mejor
amigo que le había dejado un momento a solas mientras salía a comprar el
periódico. Estando allí Domingo pensó, quizás por primera vez, en quitarse la
vida y su mente comenzó a elucubrar una serie de posibles métodos. Después de
pasar por la soga, el veneno y el corte de venas Domingo consideró que lo mejor
era dispararse un tiro en la sien y punto final.
Domingo reflexionó al ver la inmensa biblioteca de su mejor amigo
porque le gustaba mucho leer. Y pensó que mientras existiesen libros habría
esperanza para la humanidad. Se acercó a la biblioteca y, ajustándose los
anteojos, leyó los títulos en algunos de los lomos de los libros. Le llamó la
atención uno en particular porque venía muy bien con el momento: El arte del
buen vivir de Arthur Schopenhauer. ─ Qué curioso ─ pensó Domingo casi sonriente.
Lo que nunca imaginó hasta que lo comprobó fue
que el libro no era tal sino una de esas cajas en forma de libro en las que se
suelen ocultar objetos valiosos o vergonzosos y que en vez de palabras se
iba a encontrar con un treinaiocho largo de cacha de oro con su respectiva
dotación de balas.
LA ANGUSTIA DE
DOMINGO
Gracias a una curiosa reflexión,
luego de la inexplicable y angustiosa opresión metafísica que un domingo por la
tarde le produjo, fue que Domingo se decidió a volver a leer la Biblia. Ya una vez,
hacía muchos años, había leído la
Biblia de principio a fin y la sensación de vacío que le
quedó al terminar la lectura fue tal que no volvió a tocarla, hasta un
domingo, muchos años después, en que se preguntó que pasaría si la leyera
comenzando por el Génesis sin pasar luego al Éxodo sino devolviéndose al
Apocalipsis y así seguir leyendo de atrás hacia adelante hasta llegar de nuevo
al Génesis y de ahí sí continuar con la lectura de forma lineal (Éxodo,
Números, Levítico..., Apocalipsis) volviendo a saltar al Génesis para otra vez
leer de atrás hacia adelante. ─ Si leo de esa manera ─ se dijo Domingo, en
rigor el libro no tendrá nunca un final pues no puede considerarse final lo que
en realidad es el principio. Al menos para mi como lector no existirá la
sensación de que el libro termina y eso es lo que cuenta. Y así, Domingo, desde
aquel momento, nunca más volvió a sentir la angustia del domingo por la tarde,
así como tampoco volvió a pensar en la muerte puesto que ya no creía en los
finales.