BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 97, agosto de 2013
Directores:
Raúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué (rdlr@une.net.co)
LA POESÍA COMO LOS OJOS DEL COSMOS
Rubén López Rodrigué
Rubén López Rodrigué
La literatura no ha salvado nunca a nadie.
Los grandes escritores lo saben, y eso los salva.
André Comte-Sponville
Uno de los tantos poetas conocidos, uno de los dos millones que debe haber en el valle de Aburrá, llegó al salón Versalles, donde yo leía una interesante revista, y me regaló su último libro de poemas. Después de darle las gracias, me dijo:
«Como usted es psicoanalista [la verdad es que nunca lo he sido] me imagino que no sabe nada de poesía. Antes de que lea el libro le diré: para otear el universo el poeta escoge una buena atalaya ubicada a una mayor altura de la que puede alcanzar un pájaro que se posa en un árbol a trinar su melodioso canto. El poeta, aunque cierre los ojos, ve lo que otros no ven. Y como hombre mira sin ver, pues la emoción lo invade nublando sus ojos. Habiendo presentido la inmensidad, habiendo recibido el pulso de lo infinito, hace esfuerzos sin límite para moldear el río de su sensibilidad al cauce de las palabras poéticas. El poeta es de territorios singulares que no deben confundirse con el anchuroso espacio y los públicos amplios.
»Con los radares y antenas con que la naturaleza lo ha dotado avizora los hechos, recibe las imágenes en su amplitud poética. ¡Cuánta luz y cuánto resplandor hay en ese faro de mar! Pero lo que refleja en el poema estará de todas formas desfigurado, deformado por la censura de su alma. A su pasta sensible y frágil como un cristal se le ha perdido gran parte de lo reflejado, sus sentidos tienen mojones imperfectos, presentan escapes. Además, a pesar de su singularidad y autonomía, la hondura de su visión está enmarcada por la realidad que lo envuelve y le impone la ventana de percepción propia de cada época con sus concepciones, prejuicios y creencias.
»La naturaleza y miradas que circundan el alma mediadora del poeta lo conmueven, son captados por sus sentidos como visiones de eternidad, lo incitan y lo conducen a un contenido infinitamente mayor. De ahí que su corriente salga desbordada, a borbotones. Sin embargo, el desbordamiento se ve frenado por órganos limitados como la vista, la traducción de visiones queda restringida por las fronteras de la época en que escribe el poeta.
»La poesía expresada en obras refleja las luces de los caminos del alma. El poema es una creación visible, con su perfil de destinos, con su visión encerrada y dosificada en el imposible trasporte de la palabra. El poeta deja su perfil del ojo y es por ello que rayos y atisbos del gran misterio universal se han manifestado de la pluma al papel.
»Paul Eluard decía que “el poema consiste en dar a ver”. El poema es un vehículo que se amolda para transportar las visiones del poeta. Al caer la luz solo unos pocos espíritus, sensibles como alas de murciélago, pocos, poquísimos, que han ampliado la visión, visión que se estremece, captarán esos corpúsculos de eternidad dinámica. Son muchos los que recitan poesía y hacen versos, pero los poetas somos muy pocos.
»¿Qué es entonces lo que ve el poeta? Supuestamente ve la esencia de las cosas, una esencia que se traduce, que se plasma o refleja en palabras. Es la visión de un contenido medular, visión justa de la savia impalpable, de lo que no se toca ni se ve. Y esa parte de la esencia que le llega al lector la ha desfigurado la censura para poder así captar el perfume volátil, en emoción. Va de su fondo inconsciente a su creación. El poeta, y esto es una tragedia, podría terminar por concluir que la esencia de las cosas es la nada. Y no es absurdo decirlo porque en él se combina la filosofía, la ciencia y el arte. La palabra es timorata y perezosa, y se niega a secundar sus esfuerzos. La sensación brota como puede, difuminada y opaca, por las censuras del poeta. De ahí que el poema deba ser una fiesta del intelecto, ya que se hace con palabras unidas a la sensibilidad y a la inteligencia. ¡Debe ser una fiesta personal; no un festival social!
»Esencia, musicalidad y verbo son, a mi manera de ver, los tres elementos que envuelven la poesía y la muestran, y cuya mezcla o proporción nos definirá el perfil de cada poeta, nos dará su temperamento, nos retratará sus alcances, nos trazará su estilo; aunque la esencia escape de las palabras. El poeta llega a la esencia de las cosas, pero sólo en su imaginario. No se olvide la irrealidad del mundo poético. Ya se sabe: a menudo la poesía deja flotando en el espacio una constelación de sueños imposibles. La esencia de la realidad continuará no siendo susceptible de conocerse, lo que no obsta para que la poesía contenga verdades esenciales de la persona.
»Ahora bien, si por definición (tal vez usted me dirá que nada es definible) el poeta es un ser sensible que puede ver lo que otros no ven, para muchos de ellos hace falta ver que no se puede masificar la poesía, que ella no es para hacer populismo, haciendo que proliferen los regueros de tinta y haciéndose imprimir con letras de cobre en el libro grande. Por el hecho de que vivamos en una país donde abundan los desgarres, donde crece el desarraigo, eso no garantiza que pululen los poetas.
»Si el poeta ha saltado los muros de la gramática o de la sintaxis, si ha erosionado la estilística, si ha superado las normas, si ha roto los ladrillos de las palabras, si ha abierto las paredes del lenguaje, y por entre las aberturas la esencia se ha difuminado, nada tiene que ver esto con las masas. La poesía, tan bella como ignorada, dice aquello que es inaccesible a la lógica del lenguaje común y corriente, si bien lo más importante no es lo que dice sino lo que sugiere. Ya se sabe: la esencia de la poesía no tiene horizontes o cuando se cree vislumbrarlos se alejan tan vertiginosamente que el contemplador queda alicaído por el escaso alcance de su visión.
»El poeta habla como un oráculo. Es un visionario que pretende desvelar la entraña del universo. O para ser más escuetos, el poema no es un asunto de Paquita Gallego. Pero intentar desvelar la entraña del universo, descifrar los secretos del cosmos, no quiere decir que los poetas somos seres superiores ni mucho menos dioses encaramados en una pirámide de razones inapelables, sino que somos más sensibles y eso hace que percibamos en otros lo invisible, los deseos latentes o escondidos. La poesía es una visión justa de lo impalpable, un envolvente aroma, una visión estremecedora. Cuando se alude al malditismo del poeta es la sociedad la que lo confina a un destino solitario de rechazado. Su función no es la de ser orientador de pueblos que sólo entienden el lenguaje del intercambio de mercancías, que solo ven con mezquindad la utilidad de sus individuos.
»La admirable visión del poeta adquiere todo su valor para uno. Cuando alguien se deja fascinar por la mirada de Medusa queda petrificado o convertido en estatua. Algo parecido ocurre con la poesía cuando su mirada seduce, hechiza, atrapa. Y el lector no sabe cómo salir de ahí ni desea salir de ahí. Es la agudeza del poeta para ver lo invisible como si fuese un nictálope en las sombras.
»El poeta tiene un saber inconsciente que lo empuja desde sus pulsiones. Esas verdades esenciales del sujeto contenidas en la poesía son verdades que constituyen el saber de lo no sabido. Los poetas son adelantados a todo saber consciente entre los hombres, elegidos para plasmar en sus obras la verdad de sí mismos, señalados para poner en letras de molde fragmentos de verdad de cada sujeto que se acerca y contempla su obra».
Hecho su discurso, el poeta se retiró de la mesa. Mientras terminaba mi café, ya frío, me quedé pensando: sí es una paradoja lo que dice Rogelio Echavarría: «Es que los poetas ven lo que no se ve, y lo que se ve casi nunca lo ven».