martes, 14 de enero de 2014

Del dicho al hecho no hay tanto trecho


GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 118, enero de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo



Del dicho al hecho no hay tanto trecho
      Raúl Jaime Gaviria

Simone de Beauvoir, en su libro El existencialismo y la sabiduría de las naciones, rechaza de manera rotunda cualquier tipo de pretensión filosófica de los dichos y refranes. Según ella, no existe tal cosa como una filosofía popular que pueda reemplazar el pensamiento surgido de una conciencia colectiva estructurada. Yo comparto plenamente esa postura. Y aunque de manera particular, especialmente en el género de la poesía, he transitado por los vericuetos del habla popular, no le concedo filosofía alguna ni siquiera al clásico refranero de Sancho Panza en El Quijote en el que, sin duda alguna, hay piezas literarias poseedoras de una innegable sabiduría, lo que es otra cosa.
      En Antioquia muchos crecimos con la convicción, casi religiosa, de que estos decires contenían una verdad interna irrefutable, sin percatarnos que tras muchos de ellos se ocultan mensajes cargados de antivalores que, llevados a la práctica en la vida cotidiana, han causado estragos en nuestra sociedad. Aún hoy, son muchos los que se sienten atraídos de manera fetichista por estos dichos y refranes considerándolos parte inseparable de nuestra identidad cultural. Sexismo, discriminación racial, descohesión social y violencia intrafamiliar, atropello a la libertad de expresión, son apenas algunos de los antivalores promulgados en refranes y dichos tales como: “negro ni mi caballo”, “porque te quiero te aporreo”, “casado pero no capado”, “chupe por bobo”, “negro que no la hace a la entrada la hace a la salida”, “de la familia y el sol mientras más lejos mejor” y “coma callao” entre muchos otros.
     No dejamos de escandalizarnos al ver los noticieros que diariamente nos presentan una realidad intimidante en las diferentes comunas de nuestra ciudad y de manera facilista le echamos la culpa al gobierno por su falta de políticas efectivas de seguridad, al narcotráfico por su ambición de riqueza fácil, a la pobreza y a la falta de oportunidades. Sin embargo, casi nunca nos preguntamos hasta que punto también nosotros somos cómplices en detalles aparentemente tan insignificantes como pueden ser el reírnos ante un chiste, un refrán o un dicho que desvirtúan los valores humanos más preciados y aunque la cultura y la identidad de un pueblo son inseparables, va siendo ya la  hora de que como sociedad comencemos a separar la paja del trigo.
       Sin temor a equivocarme podría asegurar que son más los buenos y sólidos valores legados por nuestros abuelos que los negativos, aunque tristemente muchos de los primeros han caído en desuso o valen poco menos que nada hoy en día, como es el caso del respeto a la palabra empeñada. Sin embargo, si realizamos un esfuerzo colectivo por recuperar el verdadero rostro de nuestra cultura regional, quizá no todo esté perdido y nuestros hijos y nietos no tengan que repetir en el futuro aquel  lamentable verso de Robledo Ortiz: “siquiera se murieron los abuelos”.