GUADAÑAZOS PARA LA
BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 118, enero de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Del dicho al hecho no hay tanto trecho
Raúl Jaime Gaviria
Simone de Beauvoir, en su libro El existencialismo y la sabiduría de
las naciones, rechaza de manera rotunda cualquier tipo de pretensión
filosófica de los dichos y refranes. Según ella, no existe tal cosa como una
filosofía popular que pueda reemplazar el pensamiento surgido de una conciencia
colectiva estructurada. Yo comparto plenamente esa postura. Y aunque de manera
particular, especialmente en el género de la poesía, he transitado por los
vericuetos del habla popular, no le concedo filosofía alguna ni siquiera al
clásico refranero de Sancho Panza en El Quijote en el que, sin duda
alguna, hay piezas literarias poseedoras de una innegable sabiduría, lo que es
otra cosa.
En Antioquia muchos crecimos
con la convicción, casi religiosa, de que estos decires contenían una verdad
interna irrefutable, sin percatarnos que tras muchos de ellos se ocultan
mensajes cargados de antivalores que, llevados a la práctica en la vida
cotidiana, han causado estragos en nuestra sociedad. Aún hoy, son muchos los que
se sienten atraídos de manera fetichista por estos dichos y refranes
considerándolos parte inseparable de nuestra identidad cultural. Sexismo,
discriminación racial, descohesión social y violencia intrafamiliar, atropello
a la libertad de expresión, son apenas algunos de los antivalores promulgados
en refranes y dichos tales como: “negro ni mi caballo”, “porque te quiero te
aporreo”, “casado pero no capado”, “chupe por bobo”, “negro que no la hace a la
entrada la hace a la salida”, “de la familia y el sol mientras más lejos mejor”
y “coma callao” entre muchos otros.
No dejamos de escandalizarnos
al ver los noticieros que diariamente nos presentan una realidad intimidante en
las diferentes comunas de nuestra ciudad y de manera facilista le echamos la
culpa al gobierno por su falta de políticas efectivas de seguridad, al
narcotráfico por su ambición de riqueza fácil, a la pobreza y a la falta de
oportunidades. Sin embargo, casi nunca nos preguntamos hasta que punto también
nosotros somos cómplices en detalles aparentemente tan insignificantes como
pueden ser el reírnos ante un chiste, un refrán o un dicho que desvirtúan los
valores humanos más preciados y aunque la cultura y la identidad de un pueblo
son inseparables, va siendo ya la hora
de que como sociedad comencemos a separar la paja del trigo.
Sin temor a equivocarme
podría asegurar que son más los buenos y sólidos valores legados por nuestros
abuelos que los negativos, aunque tristemente muchos de los primeros han caído
en desuso o valen poco menos que nada hoy en día, como es el caso del respeto a
la palabra empeñada. Sin embargo, si realizamos un esfuerzo colectivo por
recuperar el verdadero rostro de nuestra cultura regional, quizá no todo esté
perdido y nuestros hijos y nietos no tengan que repetir en el futuro aquel lamentable verso de Robledo Ortiz: “siquiera
se murieron los abuelos”.