BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 127, marzo de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
email: revistasfodelo@yahoo.com
A
propósito de La Colonia de Altair de Mario Mendoza
Hernán Botero Restrepo
En la La Colonia de
Altair, Mario Mendoza, retoma el hilo dorado de las aventuras de Pipe y su
perro Elvis, con la misma sabia y bella maestría que lo inspiró al escribir el
primer tomo de su saga El elegido de Agartha. En esta segunda salida
aventurera de Felipe, el pequeño Quijote que la protagoniza, el espacio y el
tiempo se despliegan en deslumbrante abanico.
No puede dejar de
preguntarse qué sucederá en el último, de qué manera se redondeará esta saga de
novelas, que a medida que avanza, seduce en progresión estético- geométrica a
sus lectores en trance de madurar y a los ya llegados a la adultez.
Es que en este libro todo se implica en un mundo imaginativo en el que, partiendo de las circunstancias más
terrenales, hasta llegar a situaciones de magnitud intergaláctica, viajamos placenteramente
a lo largo de sus páginas con Pipe y su mascota Elvis, entrañable animal no
antropomorfizado en lo más mínimo. Trasegamos a través de coordenadas
tempo-espaciales que nos conmueven con fascinante interés; de tal manera que es
imposible pedirle al autor un grado de más en lo que a esto respecta, tanto en
el plano doméstico como en el cósmico.La humanidad rebosa en La Colonia de Altair.
No puede dejar
indiferente a nadie, que acompañe a Pipe y Elvis en su aventura, cosas como la
limpieza ética de algunos de sus personajes y la perversidad de otros, el poder
telepático, la teletransportación o la monstruosa medicina genética a lo
Mengele o a lo Doctor Moreau.
Como en Mi extraño
viaje al mundo de Shambala, la obra está cargada de riquísimos motivos e ideas,
pero aún más poderosamente, pues en esta obra el autor tiene el valor de llevar
a los aprendices de lectores a enfrentarse con temas supuestamente apropiados
solo para lectores adultos, destacándose entre ellos el del espíritu racista de
las colonizaciones, el de la medicina genetista en su aspecto más oscuro y el
del fanatismo religioso. Lejos está La Colonia de Altair de la pegajosa banalidad
de un Harry Potter.
Este libro está embellecido,
al término de cada uno de sus capítulos, por las hermosas ilustraciones de
Erika Buitrago, que incluso superan en calidad a las que acompañaron el primer
volumen de la saga.
Se cae de su peso que
la lectura idónea de La Colonia de Altair debe ser precedida por la de Mi extraño
viaje al mundo de Shambala, así la segunda novela posea una
unidad narrativa que hace posible su lectura sin que necesariamente se haya
leído la primera. De no proceder así, sería como saltarse la primera estación
del apasionante viaje que nos propone realizar Mario Mendoza en su saga de
Agartha.