miércoles, 9 de julio de 2014

Algunas reflexiones sobre las relaciones entre literatura arte y deporte

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 145, julio de 2014
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo









Algunas reflexiones sobre las relaciones entre literatura arte y deporte
Por Hernán Botero Restrepo

I
Se deben iniciar estas notas, que no tienen el carácter de una historia en miniatura de su tema, por la Grecia clásica, lo que equivale a abordar a Píndaro y sus Epinicios, tan deportivos como religiosos. Píndaro, hasta hoy el insuperable rey de la literatura deportiva, exalta a los atletas y aurigas de los Juegos Olímpicos de la Hélade en un lenguaje sublime.

En los Epinicios los ganadores de los juegos son inspirados por los dioses para el logro de sus victorias e ilustran la regla de oro pindárica según la cual los moderados no incurren en el anonimato ni tampoco en el orgullo y la fanfarronería propios de tantos atletas y aurigas victoriosos. No obstante, no hay que olvidar que las riñas de gallos, que nada tienen de deporte ni de arte, también fueron motivo de entretenimiento para los griegos y que estos practicaron además el Pancrator, un tipo de lucha brutal hasta la muerte, que suscitó el rechazo de muchos griegos de la época desde simples ciudadanos hasta grandes filósofos.

En el dominio romano hay que tener en cuenta los infames espectáculos sangrientos que se celebraban en el Coliseo, en especial los que enfrentaban a animales feroces como osos y leones entre sí, así como los sangrientos combates que se sostenían entre gladiadores, la mayor de las veces esclavos. Esta forma de lucha mortal ha sido evocada con innegable competencia narrativa por Arthur Koestler y Howard Fast en cuyo “Espartaco” se basó Stanley Kubrick para su película del mismo título. Pasando a la época medieval, hagamos memoria de los torneos caballerescos, exaltados hasta un grado demencial por Walter Scott y ridiculizados de modo genial por Mark Twain en “Un yanqui en la corte del rey Arturo”. Para finalizar con Europa vale traer a cuento las luchas a puño limpio entre los irlandeses, precursoras del moderno pugilismo, y otros deportes no violentos como el golf y el cricket, nacidos también en tierras británicas Resultaría inexcusable no referirse al escritor P.G Wodehouse que dedicó una novela entera , plena de humor y titulada ”“Dieciocho agujeros” al tema golfístico, en la que logró condensar las técnicas de este deporte con las exclusivamente narrativas. Hablar de Wodehouse y no de Robert Smith Surtees constituiría una grave omisión, este escritor inglés, del siglo XIX escribió las mejores novelas de temática deportivas que hayan podido escribirse durante la época victoriana siendo Surtees el creador del género deportivo como tal. Sus novelas, que tienen como protagonista a Mr. Jorrocks, lamentablemente no han sido traducidas al español. Aclamado por la crítica más exigente y amado por miles de lectores Surtees es, sin que se lo propusiera, quien inspiro a Dickens la escritura del celebérrimo  libro “Las aventuras de Pickwick” que por interés del editor de Dickens fue pensado en un principio como una novela de aventuras deportivas aunque  resultó siendo algo muy distinto al final (nada menos que una especie de Quijote inglés).

Desplacémonos ahora a Oriente, concretamente al Japón, para dar cuenta de las artes marciales en donde hay que reconocer que algunas de ellas son manifestaciones no solo de la fuerza y agilidad corporales sino del perfeccionamiento mental y espiritual, lo que subrayó tantas veces el malogrado rey del Kung-Fu (Bruce Lee) en todas las ocasiones en las cuales fue entrevistado.

II
Borges, enemigo acérrimo del fútbol, dijo muchas cosas a propósito de este juego que son ampliamente debatibles pero también otras que resultan francamente rechazables, como por ejemplo la aseveración de que un deportista que no se jugara la vida en el juego no merecía ser llamado deportista. El autor argentino manifiesta también afición por las infames riñas de gallos, lo que a nuestro parecer nos puede hacer pensar que también pudo haber sido partidario de las inicuas peleas de perros.

III
Temas que me inquietan (sugeridos al lector inquieto) a propósito de las relaciones  entre deporte, literatura y arte:
La belleza del espectáculo del trapecismo, que se humanizó desde que se impusieron por vía legal las redes de protección.
El fascinante deporte de la natación en sus diversos estilos.
El deporte y la mujer.
El patinaje sobre el hielo que dio origen al ballet sobre el hielo (que hermosa experiencia la de asistir al ballet “Cascanueces” de Tchaikovski ejecutado por un buen grupo de “bailarines patinadores” sobre el sólido y helado elemento acuátil).
Los ensayos de Fernando Savater, así como algunas de sus novelas que tienen por tema el mundo de la hípica.
El poema sinfónico “Rugby” del gran compositor Arthur Honneger basado en gran medida en los ritmos corporales de los jugadores de rugby.

Adenda:
Es indispensable reflexionar con respecto a la diversa clase de disfrute para el que juega y para el que ve jugar;  porque pensar en el deporte como espectáculo sin espectadores es un soberano dislate como lo es el afirmar que por el hecho de no ser los ejecutores del juego el papel de los espectadores es inane.