BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 147, julio de 2014
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Un músico como no hay dos
Por Hernán Botero Restrepo
I
No voy a referirme a Johan
Sebastian Bach ni a Wolfgang Amadeus Mozart, músicos como no hay otros, voy a
ocuparme de un ser humano que en Medellín hace música a pesar de que la
genética lo condenó a nacer sin brazos (su torso remata en sus hombros). ¿Qué
cómo hace música en ese grado de minusvalía física? Lo hace tocando una armónica
de respetables dimensiones, asegurada a su cuello por un ingenioso dispositivo.
Digo a propósito de este increíble ser humano, que como él no hay otro músico,
porque cuando lo escuché, desgraciadamente durante menos de un minuto, mis
oídos captaron, y muy bien, porque la armónica está conectada a un amplificador
que le confiere una potencia acústica casi sinfónica, una destreza en el uso
del instrumento que junto con una armonía innegable lograba una continuidad
melódica impresionante. El músico sin brazos, que puede frisar en la
cincuentena, toca su instrumento recostado contra un muro de un viejo edificio
de una de las vías por las que atraviesa la Avenida Oriental macro vía central
de la ciudad de Medellín.
La gente que pasa frente él –casi nadie se detiene a escucharlo– deposita,
de vez en cuando, en una cajita una moneda y sigue de largo. Esto fue casi
exactamente lo que hice yo. ¡Qué inhumanidad y mezquindad por no decir
vileza! ¡Cómo no haberme detenido, aun
teniendo un poco de prisa, para escuchar al músico sin brazos hasta que terminara
de ejecutar la melodía que estaba tocando, y haberle preguntado por su
repertorio y decirle que tocara una obra
que estuviera incluida en este.
Confieso haber actuado casi de
forma totalmente igual a la de las personas no provistas de un sentido de
alteridad y de un auténtico sentimiento humano. –Gracias- me dijo el músico sin
brazos, con su voz amplificada, cuando dejé caer una moneda en su no muy
nutrida cajita, interrumpiendo (¡qué vergüenza!) su ejecución musical, que
alcancé a juzgar como impecable, por su fuerza y por la destreza con la que
alternaba los sonidos graves y los agudos de su dulzaina , que es como denominamos
en muchos de los países de habla española a la armónica y a la que también se le llamaba, hace tiempo,
organillo de boca.
Dado la anterior, tomé la
resolución de portarme como es debido la próxima vez, que espero sea muy pronto,
que me encuentre al lado del músico sin brazos.
II
A todo lo anterior, de por sí extraordinario,
he de agregar que en los segundos en que escuché al músico sin brazos, no pude
discernir si este tocaba algo popular o clásico. De lo que estoy seguro es que
desde mi encuentro (en grabaciones por supuesto) con la música del gran virtuoso de la armónica Larry
Adler no había escuchado una interpretación
tan impetuosa como la del músico sin brazos.
Más tarde, tres o cuatro horas
después de haber realizado una muy aburrida diligencia bancaria, mis
pensamientos en torno a la existencia de alguien como el músico sin brazos se
transformaron en profundos. Pensé por ejemplo que ni en toda la literatura
universal, ni en todos los dramas y novelas, ni en el cine existe un personaje similar a este músico sin par del
que hablo. Sé muy bien que el músico ruso Vladimir Korolenko escribió la obra
El músico ciego y que el gran compositor
español Joaquín Rodrigo era invidente. Sobre esto también pensé: -hacer música,
música instrumental, careciendo de las extremidades superiores es algo que se
sale de lo ordinario para pasar a lo insólito. Sin embargo mis pensamientos más
profundos no fueron esos sino estos de que para terminar doy cuenta:- Si el
músico sin brazos, que es un hombre de modestísima posición social, buscó una
forma de ganarse la vida, ¿cómo fue que se le ocurrió tocar precisamente la
armónica? Una hipotética respuesta a esta pregunta podría ser que desde niño el
espíritu de la música se posesiono de este fabuloso personaje-.
Coda:
Pensé también en los que pintan con
la boca y con el pie, algunas de cuyas obras conozco en pequeñas litografías y en
algunas de las cuales he encontrado innegables logros estéticos.
Dos consejos al lector:
1) Si
algunos de los que me leen residen en Medellín o pasan por la ciudad busquen al
músico sin brazos, vale la pena hacerlo. Y no vayan a cometer el mismo error
que yo cometí de no escucharlo con el debido respeto.
2) Si
otros lectores hacen crítica de artes plásticas traten de buscar en internet reproducciones
de las obras de los pintores con la boca y con el pie (así se denomina la
Asociación que los reúne en Colombia).