BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 53, enero de 2013
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.comColaborador permanente: Rubén López Rodrigué
El caminante Rellanos
Raúl Jaime Gaviria
El caminante Rellanos, arrullado por su propia música interior, avanzaba hacía el pueblo bajío. Llevaba horas caminando, sin apenas descansar. Sin duda había sido un día difícil para él, perder el empleo no es cuestión de risa y mucho menos si se trataba del empleo con el que siempre soñó: Director del único servicio de correos del pueblo, del cual era también el único empleado. Los poquísimos envíos que llegaban a Sibumey del Mar, que así se llamaba aquel pueblo perdido, tenían forzosamente que pasar por sus manos. Incluso la distribución corría por su cuenta, de ahí el apelativo de “caminante” por el cual era conocido por todos.
Pero Rellanos padecía de una secreta perversión, que fue la que finalmente le perdió. Su curiosidad rayaba en lo morboso y siempre que llegaba una nueva carta a la oficina de correos, la emoción y la ansiedad que le invadían eran tales que iban acompañadas de un temblor intenso en todo el cuerpo, y un jadeo respiratorio parecido al que antecede al coito. La tentación de abrir las cartas y apoderarse del íntimo contenido no destinado a él era insoportable, sin embargo jamás abrió ninguna en el transcurso de los cuatro años en que desempeñó el puesto de manera impecable… hasta el día en que fue despedido. Tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe, reza el refrán, y finalmente, después de casi cuatro años de servicio, el caminante Rellanos cedió al pecado.
Resulta que a la oficina de correos venía llegando desde hacía más de dos años, y de manera constante, una carta semanal dirigida a un tal Álvaro del Lobo, persona que no residía en Sibumey y a la cual no había siquiera oído mencionar el caminante Rellanos en sus esporádicas visitas a los pueblos vecinos. Las cartas no tenían dirección, en el sobre solamente decían: Señor Álvaro del Lobo, Sibumey del Mar, Intendencia de Avalós, República de Lus; al no presentar tampoco remitente, las cartas no podían ser devueltas, tampoco podía destruirlas, pues según las leyes postales intendenciales, este tipo de cartas debían de ser enviadas a la Oficina Nacional de Correos, empacadas en sobres especiales de papel acartonado con el fin de ser destruidas allí, en caso de no haber sido reclamadas en el transcurso de sesenta días después de su recepción en las diferentes oficinas locales. Los paquetes se recibían totalmente sellados y eran directamente echados al fuego, sin más preámbulos. Aunque toda carta no abierta producía su afrodisíaco efecto fetichista en la mente de Rellanos, estas últimas y misteriosas cartas se habían convertido en una verdadera obsesión, incluso había soñado con ellas en muchas ocasiones.
Con suma excitación, Rellanos, abrió la última de estas misivas llegadas a la oficina y una mueca de horror fue transfigurando su rostro a medida que avanzaba en la lectura. La carta decía lo siguiente:
Santamaría de los Riscos. 28 de octubre de 1911
Señor:
Ricardo Rellanos
Director
Oficina de Correos
Sibumey del Mar
Estimado señor:
Por medio de la presente me permito informarle que ha sido usted despedido del cargo de Director de la Oficina de Correos de Sibumey del Mar por haber cometido el delito de apertura indebida de correspondencia, lo que viola de manera flagrante el artículo 2341 del código penal intendencial. En consecuencia, deberá usted presentarse en la Oficina Central de Correos de Santamaría de los Riscos a la menor brevedad luego de recibida esta carta, con el fin de efectuar la liquidación correspondiente y enterarse de las debidas instrucciones para la correcta entrega del cargo.
Director
Oficinal Central de Correos para la Intendencia de Avalós
Santamaría de los Riscos
Avalós, República de Lus
Luego de leer la carta, Rellanos se abalanzó enloquecido sobre las otras , seis en total, dirigidas a Álvaro del Lobo, que aún se encontraban en la oficina; todas, absolutamente todas, eran idénticas, con excepción de la fecha de encabezamiento. En medio de su conmoción, Rellanos, el caminante, salió de la Oficina de Correos de Sibumey del Mar, carta en mano, rumbo a Santamaría de los Riscos como le había sido ordenado. Jamás se la pasó por la cabeza hacer otra cosa.