lunes, 28 de enero de 2013

La extraña pesadilla de Marcel Duchamp

GUADAÑAZOS PARA LA                            
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 56, enero  de 2013
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com

La extraña pesadilla de Marcel Duchamp

Raúl Jaime Gaviria

 M. D. :
  Recuerdo que tuve una extraña pesadilla justo la noche anterior a recibir el gran premio a las artes  por parte del gobierno francés, por los méritos de la obra de toda una vida dedicada a la creación artística. Esto sucedió en el cenit de mi vida.  Me soñé como un fracasado viviendo de la caridad de mis amigos bohemios del Barrio Latino, borracho y drogado. Y dentro del mismo sueño recuerdo, que luego de una juerga de miedo, cuando caminaba hacia la pensión de mala muerte donde vivía, tropecé violentamente con algo que no puedo precisar, una piedra quizás o un gato muerto. Lo cierto es que caí hacia adelante partiéndome la frente. Contrario a lo que mis creencias de buen ateo me hubiesen dictado de haber estado en condición de plena vigilia, el sueño no terminó ahí sino que desperté, en el sueño, como si todo hubiese sido un sueño y nada más. Era el día anterior a la inauguración de la exposición donde presentaría mi máxima creación, la obra donde, sin duda alguna, había logrado condensar todo mi genio y con la que habría de establecer un nuevo paradigma artístico que rompería con todos los esquemas establecidos para el arte moderno, me refiero obviamente a mi famoso orinal. El sueño replicó con precisión cada uno de los sucesos acaecidos ese día, y dejó de ser fiel luego de acostarme y soñar. Me soñé en el sórdido bar de "Les cocottes" del Barrio Latino,  yo tomaba ginebra barata con un joven artista X que había conocido hacia un par de años en ese mismo bar. Estábamos casi borrachos, al menos yo lo estaba, y no es ningún secreto para nadie que me conozca bien que la prudencia no es una de mis virtudes cuando estoy ebrio. De ahí que le contara yo a mi amigo, con pelos y señales, el proyecto artístico que tenía entre manos. Le hablé de la instalación del orinal y le explique lo mejor que pude en mis alcoholizadas palabras semi-inteligibles  la teoría del arte conceptual. Por esa época de mi vida no poseía yo contactos de valía dentro del medio parisino de las artes, contrario a mi amigo que, y esto era vox populi, se había hecho amante nada menos que de Paul  Montoille, el arribista y repulsivo mandamás del  Museo Y.  Ni un trazo ni un pincelazo se realizaban por la época sin que por la mente de los artistas cruzase primero, así fuera de manera involuntaria, la ceñuda figura de Montoille. Lo cierto es que en mi pesadilla  este joven y desconocido artista X, aprovechándose de la confidencia que yo le había hecho, salió corriendo a contarle a su amante todo acerca de aquello del arte conceptual y lo del orinal. Cuando me enteré a través de un amigo en común que en el Museo Y se abriría pronto una exposición de X, no dejé de extrañarme al no haber sido invitado y esto lo asocié con el hecho de no haberlo vuelto a ver por el bar. Como la invitación era cerrada no pude asistir la misma noche de la inauguración, aunque a la primera hora del día siguiente me aposté a la entrada de la galería esperando a que abrieran, tal era mi curiosidad.  En el mismo instante en que el guardia de seguridad abrió las puertas percibí a alguien que pasaba como un rayo al lado mío, tan veloz que cuando miré solo pude verle de espaldas, aunque creí reconocer en su figura escuálida a X, el artista joven. Luego apareció  el Director de la galería, a quien yo conocía, y quien personalmente me condujo a la sala donde tenía lugar la exposición. Aquí terminó el sueño y comenzó la pesadilla pues de lo que se trataba era de la instalación que había surgido de mi inspiración y por la cual daba por seguro el que recibiría el reconocimiento como reformador absoluto del arte moderno y nuevo apóstol de ese nuevo credo llamado "arte conceptual". ¡ Había sido vilmente traicionado por ese detestable insecto con nariz de arrendajo y figura de lombriz ! , jamás se lo perdonaría, pero ¡ah! lo mejor sería que se tuviera firme, pues yo no pensaba quedarme quieto ante tamaña afrenta, este caso lo llevaría hasta las últimas consecuencias, apelaría a los estrados judiciales, era un crimen que clamaba al cielo, un delito de lesa creación. Mientras mi mente elucubraba ya todo tipo de estrategias de venganza  toscas y sutiles, un personaje, como salido de la peor pesadilla surrealista (y en verdad que esta lo era) apareció en escena. Era el joven artista X, con el torso desnudo, quien impasible se acercó al orinal con su andar de jirafa vieja y sin pudor alguno se bajó la bragueta del pantalón, extrajo su miembro y miccionó dentro del orinal por espacio de más de un minuto. Debo confesar que quedé pasmado a la vez que admirado con este acto y mi sentimiento llegó a su cumbre cuando el Director de la galería, que se encontraba a mi lado, me susurró al oído estas palabras que a pesar de haber sido tan solo soñadas jamás olvidaré:  -Y lo más sorprendente es que el orinal funciona perfectamente, el plomero hizo un trabajo estupendo conectándolo a la tubería del edificio, definitivamente este artista es un genio, ¿no le parece Duchamp?. A lo cual yo le respondí torciendo la boca irónicamente: - tiene usted razón, es al menos tan genial como la última melodía sub-acuática producida por la orquesta que se hundió con el Titanic.  Y con esto desperté de una pesadilla que aún no me abandona.