miércoles, 20 de febrero de 2013

Invitación al conocimiento de la novela negra

GUADAÑAZOS PARA LA                            
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 61, febrero  de 2013
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico:

Invitación al conocimiento de la novela negra
Por Hernán Botero Restrepo

   I

  No forma parte de nuestro propósito en este blog, remontarnos a los episodios del libro bíblico de Daniel, de los sacerdotes de Baal y la casta Susana, considerados por algunos (de los que formamos parte) y por otros no, como primeros asomos de lo detectivesco en la literatura mundial; más nos importa señalar el hecho de que, con toda la grandeza que alcanzó en Occidente desde Dafnis y Cloe hasta la narrativa de más calidad en el siglo XIX: Balzac, Dostoievsky, Tolstoi (La sonata a Kreutzer), Dickens, Castello Branco (Amor de perdición) y Pérez Galdós, con las excepciones del segundo, tercero, cuarto y último nombrados, el crimen brilla por su ausencia, y en consecuencia podemos afirmar que dicho acto pedía a gritos que se le recrease en la literatura de ficción.

Es obvio que cabe formular una explicación histórico-social del surgimiento de la literatura policíaca detectivesca o criminal, que nos ha invadido como una oleada imposible de detener, pero aquí vamos a recalcar los aspectos puramente literarios que puedan ofrecernos una explicación al por qué de dicho surgimiento. Curándonos en salud, agreguemos que la novela folletinesca no profundiza ni en el tema del crimen ni en el tratamiento ingenioso de sus tramas, con la excepción de la escrita por Èmile Gaboriau ( El sabueso Monsieur Lecoq y el Père Tabaret su maestro son dignos de ser rescatados), filial del mundo ficticio creado por Edgar Allan Poe y gran admirador de Balzac, a mediados del siglo XIX. Lo importante para nuestro tema, no son las homologías con el folletín sino el subgénero de novela que resalta el ingenio de un Daniel y un Zadig (el personaje de Voltaire) y su relación con el suceso criminal. No sobra anotar que el primer relato exclusivamente “policial”  que se escribió, nos presenta en Los asesinatos de la calle Morgue de Poe, una muerte que parece un crimen, y digo parece, dado el hecho de que un orangután, así como tampoco ningún otro animal puede ser considerado por naturaleza como susceptible de desarrollar una conducta criminal. Pero quien descubre al terrible simio, es ya el detective de la era clásica de la novela policíaca, nos referimos a Dupin es decir un tipo de personaje de ficción que antecede a la aparición de la detection novel en Inglaterra. Resulta irónico que el género novelístico que sucedió a la detection novel haya sido fundado por el escritor británico de tendencias nazis Peter Cheyney (1896), si tomamos en cuenta la Norteamérica de la narrativa políticamente correcta de Raymond Chandler (1888) y Dashiell Hammet (1894) y a sus sucesores Ellery Queen, Earl Der Biggerss y Rex Stout, entre otros, que cultivaron con sobrado talento la detection novel en Estados Unidos. Después de Peter Cheyney y al margen del nazismo por él profesado, en los Estados Unidos encontramos a Mikey Spillane (1918), escritor de habilidad sub-literaria que superó a aquel en brutalidad; su personaje, el detective Mike Hammer (que significa martillo), disfruta torturando tanto a sus culpables como a sus sospechosos. Spillane publicó su novela más sádica y misógina titulada Yo el jurado en 1947. Volviendo a Poe, hemos de recordar que los asesinos de las novelas policiacas o detectivescas de Gaboriau, Conan Doyle y Agatha Christie y un largo etcétera de autores de detection novel, serán humanos, con la ingeniosísima excepción de La perla negra, cuento del autor de dramas, entre románticos y realistas, Victorien Sardou (recordar Tosca y la espléndida versión operística de Puccini), en el que el “autor del delito” es un rayo; no hay crimen en La perla negra, ni siquiera un robo, pero si un investigador de mente deductiva tan brillante como la de Dupin.

No nos vamos a ocupar de las novelas de ladrones y policías de las que se han escrito algunas de  gratísima lectura y notable nivel humorístico (nadie que haya leído Las aventuras de Arsene Lupin, Raffles y Rififi podría decir lo contrario) como las que escribieron Maurice Leblanc, Gaston Leroux, Erich Kästner, Charles Exbrayat, Pierre Vèry y E.W. Hornung,  pues lo que nos compete es el asunto del asesinato y su investigación. Pensemos por un momento en que desde hace mucho tiempo los niños suelen jugar a policías y ladrones y no a policías y asesinos. Puesto que el crimen es muchísimo más grave que el robo y esto desde antes de que se promulgara el decálogo mosaico llegando hasta nuestros días tanto en la literatura como en la vida real; desde Conan Doyle hasta Liuba (apasionante novela negra del escritor francés Pierre Rey ambientada en la Rusia de las mafias, en la que, como en tantísimas otras se conectan robos con asesinatos). Sería injusto no hacer mención de que dos talentosísimos autores como el alemán Erich Kästner y el norteamericano Mark Twain fueron capaces de imaginar deliciosas aventuras policíacas para un público lector joven con obras de importancia tal como: Emilio y los detectives del primero y Tom Sawyer detective del segundo.

  II

Queremos, en este segundo apartado, que no se piense que desdeñamos las buenas novelas criminales no negras a pesar de que muchas, a las que se puede sin duda calificar de malas, nos presentan un crimen tan solo para que en ellas no falte un cadáver, y nos presentan un horizonte estrecho desde el punto de vista social. No se piense que la novela policiaca clásica no es más que un producto de la imaginación escapista, y que los detectives que en ella aparecen, no son más que torpes muñecos deductistas (casi siempre excéntricos y extravagantes); para que esto no suceda bastaría con leer El dueño de la muerte (Trial and error) de Anthony Berkeley, que Jorge Luis Borges incluyó en la colección de novela policiaca El séptimo círculo fundada por él con Adolfo Bioy Casares; de paso no sobra agregar que Borges no gustaba de la novela negra porque prefería el orden y la lógica del tipo de novela criminal anterior a esta. Es en la Argentina de la época juvenil de Borges, cuando aparecen publicadas en El séptimo círculo novelas firmadas por autores coterráneos de aquel tales como Roger Ivnnes, Manuel Peyrou y María Angélica Bosco. Temas sutiles y enigmáticos sin que falte un admirable espíritu humorístico caracterizan los dos volúmenes de cuentos policíacos de Borges y Bioy: Seis problemas para don Isidro Parodi y Crónicas de Santos Domecq. Al primero le encantaba la buena novela policial siempre y cuando esta fuese anglo-sajona rechazando en cambio la francesa sin que hubiese nunca dado razón alguna para ello. Este caso se asemeja al rechazo categórico de la novela policial por parte de Vargas Llosa quien tampoco argumenta nada convincente al respecto y que inexplicablemente se ensañó en la gran escritora de novela negra  Patricia Highsmith a la que muchos que no han leído (siendo incontables los que lo han hecho) conocen indirectamente por medio de la excelente versión cinematográfica de Extraños en un tren (Alfred Hitchcock) quizás la más conocida y justamente admirada novela de esta escritora. Cabe anotar que la inmensa mayoría de las ficciones policíacas clásicas se escribieron en los Estados Unidos, Inglaterra y Francia sin que puedan olvidarse Suecia, Bélgica, Canadá, Nueva Zelanda y Australia en donde el género también fue cultivado competentemente aunque de manera más minoritaria. Cuando El séptimo círculo pasó a ser dirigido por Carlos V. Frías (responsable de la edición de las Obras completas de Borges), la colección incluyó a autores de novela negra tales como: Raymond Chandler y al inglés James Hadley Chase. La novela negra se distingue de la novela policíaca deductiva en muchos aspectos, bástenos señalar los que a nuestro juicio son fundamentales: el detective se humaniza, se compromete emocionalmente con su trabajo, se contradice a veces, el espacio social de las tramas refleja la crisis en todos los planos de la sociedad occidental contemporánea e incluso algunas veces el detective acaba fracasando. Ejemplos paradigmáticos del detective de novela negra son los conflictivos Sam Spade de Dashiell Hammet y Philip Marlowe de Raymond Chandler.


     III

Una pregunta difícil de contestar es esta: ¿En que lugar en el dominio de la estética de la ficción policial colocar al belga George Simenon (1903)?. Digamos dos cosas que creemos no deben callarse, el inspector Maigret es una criatura en la que creemos por su compleja pero muy humana catadura, pero a costa de un cierto empobrecimiento de la intriga en las novelas que protagoniza; ahora bien, Simenon abandona la narración policial que cultivó con cierta negrura y se convierte en el gran escritor que es, en uno de los autores que Andrè Gide, juzgó que injustamente no había recibido el premio Goncourt que largamente se merecía; La soberbia Viuda Couderc (novela no policíaca) se le hacía una obra más lograda que El extranjero de Albert Camus. Algo hay en común entre la dureza simenoniana y el espíritu de una novela tan trágica como Un loto para Miss Quon de James Hadley Chase.

  Si bien se considera a Chandler y Hammet como los padres de la novela negra, existe un antecedente ya de esta en la obra de James M. Cain (1892), concretamente en su novela (llevada dos veces al cine y traducida al italiano por Cesare Pavese)  El cartero llama dos veces. Después de Hammet y Chandler surgen casi como sus discípulos Ross Mcdonald, Wade Miller, Jim Thompson y Chester Himes (el primer escritor negro que escribió novela negra). En la actualidad, como un escritor de primera fila en su género (novela negra) descolla la figura de otro escritor afroamericano, Walter Mosley de obras tan logradas como Betty la negra y El demonio vestido de azul , esta última llevada al cine con gran suceso

  La novela negra ha invadido el mundo occidental desde la Argentina, Brasil, Colombia (aunque aun de forma embrionaria); Chile, y hasta en Cuba, Leonardo Padura Fuentes ha intentado el género pero con magros resultados estéticos por motivo de la censura y autocensura impuestas por el régimen político-cultural de la isla. Y que decir de los Estados Unidos en los que después siguieron con mucho talento los pasos de Hammet y Chandler: Wade Miller, Jim Thompson y Chester Himes y autores como James Ellroy, el llamado “perro rabioso” de la literatura contemporánea y autor de La dalia negra (llevada al cine por Brian de Palma) y de L.A. Confidential ,de Dennis Lehane, de una complejidad psicológica que dejaría mudo de pensamiento y palabra a cualquier sicoanalista, fuese cual fuese su tendencia, que tuviese la osadía de internarse en los complejos laberintos psicológicos y sociales de Lehane. Recordemos las magníficas películas basadas en sus obras (aunque nunca tan grandes como las novelas homónimas) Mystic River de Clint Eastwood y Shutter island de Martin Scorsese que nos muestran que en la actual sociedad estadinense, el sueño americano ha sido reducido a menos que polvo.

Pasemos a continuación a Europa y para no alargarnos innecesariamente, vamos a mencionar aquellos países en los que de acuerdo a las consultas realizadas a través de diversas fuentes bibliográficas e internet, se cultiva con altura literaria y buen suceso de crítica y lectores la novela negra: España, Italia, Inglaterra, Irlanda, Polonia, Suecia, Noruega, Islandia, Dinamarca, Rusia, Alemania y Grecia. Cabe anotar que el género negro, a diferencia de lo que ocurría en el pasado ha salido del gueto de las colecciones populares, por lo general de baja calidad de edición de tipo paperback y ahora se edita en prestigiosas colecciones como las que publican a autores de la calidad de un Jonathan Franzen, un Sandor Marai o un Ian McEwan. De ahí que podamos apreciar en este tipo de colecciones a autores tan talentosos y variopintos como P.D. James, Anne Holt, Donna Leon, Patricia Highsmith, Ruth Rendell, Henning Mankell, Stieg Larson y un kilométrico etcétera.

Una cosa no le podemos exigir a la novela criminal, ni a  la de hoy ni a la clásica:  la “escritura artista” de la que hablaban los Goncourt. La estilística de esta, si queremos servirnos de tan manida palabra, es la que corresponde al mundo particular que cada una recrea. Pero hay excepciones como la de una Ruth Rendell que en El señor Páramo escribe con una pluma tan bien afilada estéticamente, que ya se la quisiera para sí más de uno de los no pocos escritores que manifiestan una actitud a todas luces repulsiva ante las obras inmersas en el  siempre caótico y para nada organizado mundo del “crimen organizado” y de la investigación criminal, más aún en los tiempos que corren.   En Francia Pierre Vèry acusa de manera fascinante la influencia del surrealismo en Las cuatro víboras.  No hay porque olvidar que Andrè Breton detestaba la novela, comenzando por Dostoievski.

N.B.

No nos hemos referido a las obras de espionaje tan emparentadas con la novela criminal por  falta de tiempo y espacio. Recomendamos para paliar en algo su no inclusión en este texto, una obra decimonónica precursora de tal tipo de relatos: El espía del autor norteamericano James Fenimore Cooper y las novelas de William Le Queux fundador de la novela de espionaje contemporánea, a pesar de su ingenuidad como escritor y su poca trascendencia literaria, al maestro indiscutido Eric Ambler, cuya novela maestra es La máscara de Dimitrios y por supuesto a John Le Carre y Den Leighton. Sin olvidarnos de los escarceos de un Graham Green. El caso Ian Fleming-James Bond (novelas y películas), es a nuestro parecer, un mero fenómeno de sensacionalismo, ajeno a toda estética literaria. Sería cometer un olvido imperdonable no hacer memoria de dos escritores que escribieron a cuatro manos obras tan obsedentes como Los rostros de la sombra y La que no existía que tanto se acercan al existencialismo de un Sartre.


BIBLIOGRAFÍA

No hay en español, y poco hay en otros idiomas, estudios amplios acerca de la novela negra. En general esta es considerada dentro del mundo de la historiografía y de la crítica literarias conjuntamente con la detection novel, tal y como sucede en las obras dedicadas a ella por: Alberto del Monte, Thomas Boileau, Salvador Vásquez de Parga, Julián Symons y Fereydoon Hobeyda, todas estas accesibles en castellano. Son muy estimulantes también el ensayo de Sommerset Maugham La decadencia del asesinato inglés  y el de George Orwell Raffles y Miss Blandish,  igualmente accesibles en español. Orwell en su ensayo pone el grito en el cielo por los siete asesinatos que se cometen a lo largo de la novela de Chase. Imaginémonos como hubiese reaccionado, si le hubiese sido dado leer las novelas de asesinos en serie que se escriben hoy en día.

FUERA DE OCCIDENTE

Leyendo la extraordinaria obra monográfica de Julian Symons nos hemos enterado de que ya en Suráfrica ha aparecido un escritor cuyas novelas se enmarcan dentro del género de la novela criminal. Lo más novedoso de la novelística de este escritor llamado James McClure (fallecido recientemente) es el que sus obras son protagonizadas por un inspector de policía de origen Afrikaner, Tromp Kramer y su lugarteniente el sargento negro de origen Bantu, Mickey Zondi. McClure ha sido objeto de comparación por algunos de los más competentes críticos literarios surafricanos y europeos con el extraordinario Alan Paton y con Nadine Gordimer, sobre la que sobra en estas líneas cualquier comentario. Desafortunadamente McClure no ha sido traducido al español.