BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 77, mayo de 2013
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.comColaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Acerca de Raymond Carver
Raúl Jaime Gaviria
Leyendo los cuentos de Raymond Carver uno no entiende el por qué cierta crítica ha insistido en elevar a este escritor a los altares de la literatura estadounidense. Su temática es recurrente y en determinado momento se hace pesada; Carver es reiterativo en mostrarnos prototipos del fracaso humano que se debaten en medio de la maquinaria inmisericorde de la sociedad de consumo norteamericana, y en principio nada hay de malo en ello. En lo que falla es en lograr que esos personajes sean del todo creíbles literariamente hablando. No sé por qué al leer a Carver pienso en los personajes clichés de la industria del cine de Hollywood, como el de mexicano al que siempre se lo representa con sombrero, un abundante mostacho y haciendo tiros a diestra y siniestra. Los personajes de Carver, que por lo general son gente del pueblo raso: obreros, profesores y amas de casa, entre otros, no hacen cosa distinta de lo que se supone que deben hacer. Son innumerables las escenas en sus diferentes cuentos en que los personajes masculinos se la pasan horas viendo la televisión, ahogando el tedio en un mar de cerveza, siendo infieles a sus esposas y cosas por el estilo; entretanto, los personajes femeninos sufren los maltratos y abandonos de sus esposos o en el caso de las solteras buscan cazar marido mientras se aburren ferozmente. Se dirá que esa es la realidad y que lo único que hace Carver es plasmarla tal cual es, y ahí precisamente radica el problema. La función primordial de la literatura no puede ser meramente sociológica. La literatura, cuando es verdaderamente buena, ha de mostrar un aspecto inédito de la realidad incluso al tratar el tema más pedestre o el personaje más simple. Precisamente en la presentación de los aspectos no convencionales de la realidad cotidiana (y aquí no me refiero a la simple ingeniosidad racional ni al efectismo literario del tipo realista-mágico) es que encuentran fundamento las obras maestras de la literatura universal. Y aunque para aquellos lectores que pretendan verse reflejados en el devenir de unos personajes que dejan que la vida los supere sin hacer nada al respecto la lectura de Carver pueda servirles de terapia de auto-conmiseración, pienso que no es suficiente como para que la crítica lo haya ensalzado de tal manera. En conclusión hay que decir que leer a Carver es una experiencia un poco frustrante para el lector activo y alerta que exige de la literatura algo más que una copia al carbón de la vida. Esta es ya lo suficientemente decepcionante en muchos casos como para repetirla en los libros.