BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 106, octubre de 2013
Directores:
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista AsfódeloRaúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Lo que nada nos cuesta
volvámoslo fiesta
Raúl Jaime Gaviria
La palabra fiesta, en el contexto de un evento que gira
alrededor del libro, no tiene por qué extrañarnos en un medio cultural como el
nuestro donde el esnobismo y el espíritu “festivo” están siempre a la orden del
día. Sin embargo, no es ninguna casualidad que la administración municipal de
Medellín haya decidido, hace unos pocos años, cambiarle a este evento su
antiguo nombre de Feria del Libro de Medellín
por el de Fiesta del Libro y la Cultura a la par que decretaba el acceso
gratuito del público y trasladaba el evento al Jardín Botánico, un lugar mucho
más acorde con el carácter de “anfitrión” que una fiesta presupone para quien
la hace. Y es precisamente este carácter el que más se acomoda a nuestro
tradicional talante servil y acomplejado frente a lo foráneo en desmedro de nuestra
propia identidad cultural.
Por lo general, las fiestas se
organizan con el objetivo principal de impresionar a los invitados. Proyectar
una imagen de “buenos anfitriones” ha sido común en nuestra región y por eso
era otrora tradicional que en las fiestas las familias antioqueñas sacaran su
mejor vajilla para atender a los comensales, la que nunca utilizaban en su
intimidad doméstica pues la vajilla era
para los invitados y no para los de la casa.
Una de las costumbres más detestables
en Antioquia era la de esconder al llamado “bobo de la casa” (un miembro de la
familia que por lo general tenía algún tipo de discapacidad física o mental), y
al que ni por asomo presentaban en sociedad pues era motivo de vergüenza
familiar. Esta odiosa costumbre se cumple a cabalidad en nuestra Fiesta del
Libro y la Cultura, en donde el papel de “bobos” es desempeñado por los escritores
locales, que por lo general ocupan, en el mejor de los casos, un lugar
subordinado dentro del evento cuando no es que se los niega del todo. Con solo
decir que, para este año, se tenía como eje temático del evento la figura de
Julio Verne, se programaron conferencias, películas y exposiciones en torno al
escritor francés y, no obstante, se dejó por fuera a Hernán Botero Restrepo,
considerado uno de los más grandes lectores y conocedores de la obra de Julio
Verne en nuestro país. Él, siendo del terruño, habría podido aportar muy buenas
luces sobre el tema desde un contexto más nuestro y cercano, sin embargo fue
excluido de la manera más vil e inmisericorde. Este tipo de cosas no tendrían
por qué ocurrir, pero suceden y seguirán sucediendo en esta ciudad de la
“sagrada sinrazón” donde las injusticias de todo tipo son el pan de cada día.
Otro punto bastante discutible de la
Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín es el hecho de que sea un evento de
entrada gratuita. Quienes defienden este formato aducen que se trata de una
excelente manera de ir formando un público interesado en la lectura. Nada más
falso. Está plenamente demostrado que, en general, los eventos literarios
masivos de carácter gratuito no han contribuido de manera significativa en
mejorar los bajísimos niveles de lectura de la población colombiana y ni que se
diga de la antioqueña. Cabe aquí presentar un solo ejemplo, cada año en
Medellín miles de personas se reúnen en torno a la poesía en el que es
considerado el mayor y el más multitudinario festival poético del mundo en la
actualidad, un evento que se viene celebrando en la ciudad desde hace más de
veinte años. Sin embargo, esto no ha contribuido en hacer de la poesía un
género literario popular en la ciudad en cuanto al número de sus lectores. Yo,
que trabajé un tiempo como librero, doy fe de ello. Los libros de poesía
simplemente no se venden, se trata de un género para minorías y así seguirá
siendo, así vengan anualmente a Medellín decenas de poetas de no sé cuántos
países y asistan multitudes a “verlos” (porque son muy pocos los que van con la
honesta intención de escucharlos).
Las ferias del libro de importancia
en el mundo le hacen honor a su apellido y su función principal radica en ser
precisamente eso, ferias “del libro” (independientemente del nuevo formato
digital en el que ahora este se presenta).
Por eso causa grima el ver hasta qué grado se ha desvirtuado este evento
en Medellín, al punto de convertirse en una especie de circo cuyo principal
objetivo es “entretener” a la mayor cantidad de gente posible durante diez
días; para que luego nuestras autoridades salgan a los medios a mostrar las
pomposas cifras de asistencia y, sin ponerse colorados, espeten a todo pulmón
que la nuestra es la ciudad más innovadora y educada de este país. Eso no es
otra cosa que vender físico humo y para eso ya tenemos suficiente con el fútbol
y las telenovelas.
Una última anécdota para ir
concluyendo. Por los días en que se desarrollaba la Fiesta del Libro escuché la
emisora cultural de la Universidad de Medellín que transmitía en directo desde
el Jardín Botánico. Un periodista le preguntaba a uno de los asistentes por su
opinión acerca del evento (confieso que por un instante mi mente se negó a
creer lo que mis oídos escucharon) y el entrevistado respondió, de la manera
más olímpica y sin alterar para nada el tono enérgico de su voz, que lo que más
le gustaba era que este año no habían tantos libros, que había “otras cosas”
más interesantes como exposiciones, películas y conciertos. Lo peor de todo fue
que, en vez de refutarlo, el entrevistador estuvo de acuerdo ante tamaño
despropósito y ponderó “las otras cosas” que habían en la feria diferentes a
“los libros” como si estos no fueran más que una mera decoración de fondo, una
especie de estorbo necesario.
Es claro que de seguir así, en Medellín
estaremos avanzando, indefectiblemente, hacia el escenario paradójico de una
Fiesta del Libro sin libros (excelente tema para un cuento fantástico que hasta
el mismo Borges envidiaría), donde lo que menos importe sean los libros y lo
que más interese sea la juerga y la parranda. Lo cierto es que de esta, como de
las otras “Fiestas y Festivales de ciudad”, no quedó más que el ruido y
aquellos que abogamos por una cultura más auténtica nos quedamos de nuevo
viendo un chispero. Definitivamente en Medellín lo que nada nos cuesta lo
volvemos “fiesta”. No vaya a ser que un día nos pasemos de rosca y el guayabo
termine por matarnos.
P.D.
De todo la anterior cabe deducir, por
lo poco perspicaz que se pueda ser, que el espacio crítico quedó de nuevo por
fuera de la Fiesta del Libro y la Cultura en este 2013. Aparte de las preguntas
de unos cuantos de los asistentes a las numerosas conferencias y lanzamientos
de libros y de las respuestas que los autores y conferencistas dieron a estas preguntas,
no se dio un verdadero espacio para el debate intelectual. Podrán algunos argüir
que para eso existen los eventos académicos, que una fiesta del libro no es el
lugar indicado para profundizar y valorar los diversos aspectos en torno al
libro y a la literatura, lo cual equivale a seguirle apostando a la mediocridad
cultural. Desde ese punto de vista, los más modestos foros de los cineclubes
estarían por encima, en cuanto a su catadura reflexiva, de eventos del tipo de
los que se presentaron este año durante la Fiesta del Libro y la Cultura de
Medellín.