lunes, 28 de octubre de 2013

Lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Edición No. 106, octubre de 2013
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria
Hernán Botero Restrepo 
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué





 Lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta


Raúl Jaime Gaviria


La palabra  fiesta, en el contexto de un evento que gira alrededor del libro, no tiene por qué extrañarnos en un medio cultural como el nuestro donde el esnobismo y el espíritu “festivo” están siempre a la orden del día. Sin embargo, no es ninguna casualidad que la administración municipal de Medellín haya decidido, hace unos pocos años, cambiarle a este evento su antiguo nombre de Feria del Libro de Medellín  por el de Fiesta del Libro y la Cultura a la par que decretaba el acceso gratuito del público y trasladaba el evento al Jardín Botánico, un lugar mucho más acorde con el carácter de “anfitrión” que una fiesta presupone para quien la hace. Y es precisamente este carácter el que más se acomoda a nuestro tradicional talante servil y acomplejado frente a lo foráneo en desmedro de nuestra propia identidad cultural.

Por lo general, las fiestas se organizan con el objetivo principal de impresionar a los invitados. Proyectar una imagen de “buenos anfitriones” ha sido común en nuestra región y por eso era otrora tradicional que en las fiestas las familias antioqueñas sacaran su mejor vajilla para atender a los comensales, la que nunca utilizaban en su intimidad doméstica pues la vajilla era  para los invitados y no para los de la casa.

Una de las costumbres más detestables en Antioquia era la de esconder al llamado “bobo de la casa” (un miembro de la familia que por lo general tenía algún tipo de discapacidad física o mental), y al que ni por asomo presentaban en sociedad pues era motivo de vergüenza familiar. Esta odiosa costumbre se cumple a cabalidad en nuestra Fiesta del Libro y la Cultura, en donde el papel de “bobos” es desempeñado por los escritores locales, que por lo general ocupan, en el mejor de los casos, un lugar subordinado dentro del evento cuando no es que se los niega del todo. Con solo decir que, para este año, se tenía como eje temático del evento la figura de Julio Verne, se programaron conferencias, películas y exposiciones en torno al escritor francés y, no obstante, se dejó por fuera a Hernán Botero Restrepo, considerado uno de los más grandes lectores y conocedores de la obra de Julio Verne en nuestro país. Él, siendo del terruño, habría podido aportar muy buenas luces sobre el tema desde un contexto más nuestro y cercano, sin embargo fue excluido de la manera más vil e inmisericorde. Este tipo de cosas no tendrían por qué ocurrir, pero suceden y seguirán sucediendo en esta ciudad de la “sagrada sinrazón” donde las injusticias de todo tipo son el pan de cada día.

Otro punto bastante discutible de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín es el hecho de que sea un evento de entrada gratuita. Quienes defienden este formato aducen que se trata de una excelente manera de ir formando un público interesado en la lectura. Nada más falso. Está plenamente demostrado que, en general, los eventos literarios masivos de carácter gratuito no han contribuido de manera significativa en mejorar los bajísimos niveles de lectura de la población colombiana y ni que se diga de la antioqueña. Cabe aquí presentar un solo ejemplo, cada año en Medellín miles de personas se reúnen en torno a la poesía en el que es considerado el mayor y el más multitudinario festival poético del mundo en la actualidad, un evento que se viene celebrando en la ciudad desde hace más de veinte años. Sin embargo, esto no ha contribuido en hacer de la poesía un género literario popular en la ciudad en cuanto al número de sus lectores. Yo, que trabajé un tiempo como librero, doy fe de ello. Los libros de poesía simplemente no se venden, se trata de un género para minorías y así seguirá siendo, así vengan anualmente a Medellín decenas de poetas de no sé cuántos países y asistan multitudes a “verlos” (porque son muy pocos los que van con la honesta intención de escucharlos).

Las ferias del libro de importancia en el mundo le hacen honor a su apellido y su función principal radica en ser precisamente eso, ferias “del libro” (independientemente del nuevo formato digital en el que ahora este se presenta).  Por eso causa grima el ver hasta qué grado se ha desvirtuado este evento en Medellín, al punto de convertirse en una especie de circo cuyo principal objetivo es “entretener” a la mayor cantidad de gente posible durante diez días; para que luego nuestras autoridades salgan a los medios a mostrar las pomposas cifras de asistencia y, sin ponerse colorados, espeten a todo pulmón que la nuestra es la ciudad más innovadora y educada de este país. Eso no es otra cosa que vender físico humo y para eso ya tenemos suficiente con el fútbol y las telenovelas.

Una última anécdota para ir concluyendo. Por los días en que se desarrollaba la Fiesta del Libro escuché la emisora cultural de la Universidad de Medellín que transmitía en directo desde el Jardín Botánico. Un periodista le preguntaba a uno de los asistentes por su opinión acerca del evento (confieso que por un instante mi mente se negó a creer lo que mis oídos escucharon) y el entrevistado respondió, de la manera más olímpica y sin alterar para nada el tono enérgico de su voz, que lo que más le gustaba era que este año no habían tantos libros, que había “otras cosas” más interesantes como exposiciones, películas y conciertos. Lo peor de todo fue que, en vez de refutarlo, el entrevistador estuvo de acuerdo ante tamaño despropósito y ponderó “las otras cosas” que habían en la feria diferentes a “los libros” como si estos no fueran más que una mera decoración de fondo, una especie de estorbo necesario.

Es claro que de seguir así, en Medellín estaremos avanzando, indefectiblemente, hacia el escenario paradójico de una Fiesta del Libro sin libros (excelente tema para un cuento fantástico que hasta el mismo Borges envidiaría), donde lo que menos importe sean los libros y lo que más interese sea la juerga y la parranda. Lo cierto es que de esta, como de las otras “Fiestas y Festivales de ciudad”, no quedó más que el ruido y aquellos que abogamos por una cultura más auténtica nos quedamos de nuevo viendo un chispero. Definitivamente en Medellín lo que nada nos cuesta lo volvemos “fiesta”. No vaya a ser que un día nos pasemos de rosca y el guayabo termine por matarnos.


P.D.
De todo la anterior cabe deducir, por lo poco perspicaz que se pueda ser, que el espacio crítico quedó de nuevo por fuera de la Fiesta del Libro y la Cultura en este 2013. Aparte de las preguntas de unos cuantos de los asistentes a las numerosas conferencias y lanzamientos de libros y de las respuestas que los autores y conferencistas dieron a estas preguntas, no se dio un verdadero espacio para el debate intelectual. Podrán algunos argüir que para eso existen los eventos académicos, que una fiesta del libro no es el lugar indicado para profundizar y valorar los diversos aspectos en torno al libro y a la literatura, lo cual equivale a seguirle apostando a la mediocridad cultural. Desde ese punto de vista, los más modestos foros de los cineclubes estarían por encima, en cuanto a su catadura reflexiva, de eventos del tipo de los que se presentaron este año durante la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín.