martes, 1 de octubre de 2013

TRES POEMAS MÍSTICOS DE RAÚL JAIME GAVIRIA

GUADAÑAZOS PARA LA                           
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 102, octubre de 2013
Directores: 
Raúl Jaime Gaviria  (revistasfodelo@yahoo.com)
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué (rdlr@une.net.co)





  


TRES POEMAS MÍSTICOS DE RAÚL JAIME GAVIRIA



Poema de la eternidad

Es este caminar constante hacia el encuentro y este rudo fatigarse en la fricción. Es este ir de aquí para allá, después volver y encontrar que nunca se partió. Es esto y mucho más, y todo duele, duele saberse vivo y no vivir. O en la mañana ante el espejo no reconocerse en lo más bueno, sabiendo que en el fondo siempre ha estado allí. Sí, todo duele, pero también todo pasa, hasta la muerte. Todo final es tan solo un punto seguido de un eterno poema, más abierto que la vida, que habremos de escribir entre todos. ¿Por qué afanarnos entonces? Si el dolor es proporcional al movimiento, es prudente la quietud. Tal vez así, de cuando en cuando, en días de sol, el ángel bueno de la poesía, en forma de turpial o de quetzal, aletee sobre nosotros y nos despierte, para cantarnos los últimos versos del poema de la eternidad que somos.



¿Quién he sido?
¿Quién he sido en el tormento de la duda?
¿Y quién cuando la fe me otorgaba su certeza?

¿Quién he sido al cegarme los sentidos?
¿Y quién cuando el espíritu en vigilia
                  disipaba la niebla de mis ojos?

Tal vez necesite a otro para saber
                  quien he sido.
A ese otro
que recuerde en mí
lo ausente que he sido
cuando he creído ser.



 El extraño país de la poesía

El león oscuro de la tarde
cayó sobre mi como ruda piedra
y entonces dijeron los dioses:
hágase en ti la poesía
y la poesía en mí se hizo
y como en el principio, volví a estar desnudo
y esta vez no sentí  vergüenza sino que reí
reí a más no poder
y mi risa atravesó todos los campos
impregnó todas las flores,
cruzó todos los ríos.

Luego sentí  frío,
un frío tal como no lo había sentido nunca
y ya no quise estar desnudo
y lloré
y me sentí profundamente solo
en aquel extraño país
de la poesía.