lunes, 13 de agosto de 2012

Encuentro de Raúl Gaviria con Arsenio González en una finca de Anzá

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 31, agosto  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com

  
Encuentro de Raúl Gaviria con Arsenio González en una finca de Anzá
 ( Relato por entregas )
                 
                                                            CAPÍTULO I         
 
  Poco a poco me fui abriendo paso a través de la tupida maleza. El monte virgen había borrado el camino casi del todo. En ese momento, recordé un ensayo de Octavio Paz que había leído hace muchos años en el cual  relataba su visita al poeta norteamericano Robert Frost en su granja de New Hampshire.  Frost fue el cantor de aquellos famosos versos: "Dos caminos se bifurcaban entre un bosque y yo /Yo tomé el menos transitado, y eso hizo toda la diferencia".
 
  Fueron varios los que me habían hablado de la existencia del mítico Arsenio González, el  viejo y sabio poeta que vivía aislado del mundo en una precaria cabaña de orillos de madera ubicada en una vereda perdida del municipio de Anzá en Antioquia. Unos me contaron que era muy bueno y otros que era más que eso, llegaban incluso a sostener que era el mejor. También me dijeron que Arsenio, alguna vez, siendo muy joven, intentó acceder a los círculos literarios de Medellín y que fue rechazado y expulsado del sanedrín poético con cajas destempladas por uno de los mandamases de la poesía de la época, un tal Jorge Montoya Toro.  Según me contaron mis amigos, Montoya, que era un alcohólico impertérrito, en medio de una de sus borracheras en el Café Jordán, increpó a Arsenio con las palabras más soeces que puedan salir de una garganta humana. Y todo porque Arsenio se había atrevido a leerle un pequeño y hermoso poema que acababa de componer titulado "Naturaleza". El poema constaba de tan solo diez versos pero era perfecto en forma y fondo. Tan hermoso, que debido a la belleza y profundidad de este poema y aun siendo yo tan malo para viajar fuera de Medellín, tomé la decisión de ir a visitar al poeta a un lugar tan tragado de la tierra como la vereda Vendiagujal de Anzá. Eran tales mis ansias por conocer al autor de tan magníficos versos.
 
  Volviendo a la historia, dicen que al escuchar aquel poema de labios de Arsenio, Montoya Toro se levantó furioso de la silla y haciéndole honor a su segundo apellido,  bufó como un toro, y de mucha lidia, ya que casi no logran quitarle de encima a Arsenio a ese Toro embravecido y por fortuna lo hicieron justo cuando ya se disponía a descargar sobre la endeble humanidad de Arsenio un segundo y quizás mortal puñetazo. Aquella noche en El Jordán terminó la que, de haber mediado otras circunstancias, pudo constituirse en una de las más promisorias carreras literarias de nuestro país.  Y según cuenta Arsenio, el único pecado de su poema era el de no haberse ceñido a la rima, ya que en cuanto al ritmo interno y la acentuación  el poema era perfecto como el que más. Dicen que a partir de aquel suceso, Arsenio nunca volvió a ser el mismo, se convirtió en un ser huraño y abandonó a casi todos sus amigos excepto a uno, Francisco Ferrer, al que le decían Pacholo, hijo de Ruperto Ferrer , el boticario de la esquina de su casa. Pacholo era todo un personaje, padecía de un retraso mental evidente y apenas si acertaba a balbucir un lenguaje que en nada se parecía al castellano pero que Arsenio entendía sin ningún problema.  Luego de los hechos de El Jordán Pacholo se convirtió en  el alter ego perfecto para Arsenio.  A él le confiaba todo lo que sentía, le leía sus poemas, que por esa época ya pasaban largamente de los doscientos, todos cortos, todos en verso libre. Sin embargo, según reconoce el mismo Arsenio, ninguno mejor que esa joya tallada en palabras que era el poema “Naturaleza”. Jamás volveré a escribir un poema tan logrado como ese y al decirlo su voz se impregnaba de un acento nostálgico..  Cuentan que hastiado de la ciudad y sus desplantes Arsenio decidió irse a vivir a Anzá, un pueblo de los más antiguos de Antioquia y también uno de los más perdidos. Su padre había recibido por sucesión un pedazo de tierra en la vereda Vendiagujal perteneciente al municipio de Anzá, que dada su poca extensión no era apta ni para sembrar ni para criar ganado por lo que  no sabía muy bien que hacer con ella pues tampoco era de fácil venta.  Arsenio le propuso a su padre irse a vivir allá y construir él mismo una casa sencilla, puntualizándole que las mejoras que hiciera le quedarían a él. A don Rigoberto le sonó el negocio, y se lo manifestó a su hijo a través de una sonrisa que le iluminó el rostro de oreja a oreja al tiempo en que pensaba: - con este negocio mato dos pájaros de un tiro, le doy uso a la finca ganándome las mejoras y me libro de este bueno para nada.

  Luego de caminar por espacio de casi dos horas por entre el monte poblado de helechos, malezas y raíces, salí por fin a un descampado de terreno plano, de no más de dos cuadras de extensión, al fondo se observaba una cabaña de madera con techo de zinc, la única que pude divisar luego de dar un vistazo completo a los alrededores. Por un segundo, la aparición de un elemento de civilización en medio del paisaje selvático se me antojó como algo irreal.  No siendo yo un hombre que se deje llevar con facilidad por las emociones, me vi sorprendido aquella tarde al sentir mi corazón latiendo a gran velocidad y a mí ser entero presa de un sentimiento híbrido entre el miedo y la expectación. Y no era para menos, me encontraba a tan solo unos instantes de conocer por fin al legendario Arsenio González, autor del poema más hermoso que yo haya leído jamás.

-  La segunda entrega de este relato será publicada el lunes 3 de septiembre.  

lunes, 6 de agosto de 2012

Volviendo un poco atrás, casi con ira, pero con lucidez

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 30, agosto  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
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Volviendo un poco atrás, casi con ira, pero con lucidez
Hernán Botero Restrepo

El estío por las ramas
Soñolientas, tembladoras
 Filtra llamas, llamas, llamas
Quemadoras
(Julio Flóres)
 
Ante la actual ausencia de novedades literarias en el país, quiero aprovechar la ocasión para hacer un examen crítico, que ojalá no se quede en el nivel de lo superficial, debido al poco espacio de que dispongo, sobre la antología de la poesía de Julio Flóres, que el poeta, muy mediano a mi modo de ver, Harold Alvarado Tenorio, dio a la luz en el año de 1996. Comienzo por formular el hecho de que la antología no es lo que debiera ser. Algo, que no voy a tratar de desentrañar aquí, movió a Alvarado Tenorio a cargar la mano en los poemas filiales acerca de la madre, de Flóres. Que son demasiado extensos y abundan en cursilería sentimental, y en los de temática fúnebre, lo que tiende a producir la impresión de que el autor de  “Mis flores negras” encarna a un vate de lo más absolutamente populachero de la poesía colombiana. Poemas en cambio como el que se inicia con los dos hermosos versos:
Cuando lejos muy lejos en hondos mares
en lo mucho que sufro pienses a solas
  Que coincide en esencia con otros dos, uno de Edna Saint Vincent Millay, muy hermoso y otro de Safo, el que inicia cantando:
Ella en Sardes tiene su pensamiento puesto aquí.
  No se trata de influencias directas sino de afinidades literarias a través del tiempo. Lo mismo sucede con los dedicados a Silva, sobre todo el titulado “Por qué se mató Silva”, reconocido como absolutamente logrado (en sus “Chapolas negras”) hasta por ese negador de casi todo valor estético en la literatura colombiana que es Fernando Vallejo.  Dichos poemas no aparecen en la mencionada antología.
  En lo que se refiere al prólogo de la antología firmado también por el antólogo, se puede apreciar que la valoración del poeta y del caso Julio Flóres, se estancan en el aspecto general de los temas filial y fúnebre, sin rozar tan siquiera el aspecto musical de los versos ni las tantas veces acertadas rimas, ni lo que hizo el poeta antologado con los diversos asuntos, que rebasan con mucho los del amor filial a la madre y el fúnebre y los metros que cultivó.  De modo absurdo, solo en el brevísimo texto de la contraportada se hace constar que la poesía de Flóres, es clara y al mismo tiempo elaborada en su ritmo.
  En fin, que la antología de Alvarado Tenorio es insatisfactoria, pero al menos la Editorial Áncora la publicó, rindiéndole una especie de honor pírrico a Flóres, en una colección en la que también figuran: Tomás Carrasquilla, José Eustasio Rivera, José Manuel Marroquín, José Asunción Silva, Jorge Zalamea, Luis Carlos López, Porfirio Barba Jacob y Juan Manuel Roca, e insólitamente ese rey de la cursilería novelística colombiana que es José María Vargas Vila.

  Es frecuente que al referirse alguien en Colombia a Julio Flóres, le salgan al paso los críticos y académicos con la anécdota de que habiéndole dado a leer algún lector colombiano, unos versos de Flóres, a Don Marcelino Meléndez Pelayo. Este dijo: -Muy buen hijo debe de ser este Julio Flóres, pero poeta no es- . Es indudable, que de ser esto cierto, por lo menos en parte, no se le haya dado a conocer a Don Marcelino, (último gran defensor de la inquisición) más que algunas poesías de Flóres de carácter filial. Porque de haber leído versos como:
Algo se muere en mí todos los días
Del tiempo en la insonora catarata
O este verso inicial de otro poema:
Una gran agua gris, inmóvil, yerta
O el ya aludido poema “Por qué se mató Silva” o algunos poemas y versos de “Año Harmónico” de seguro que otro hubiese sido su concepto, y no peyorativo, acerca del poeta colombiano.




martes, 31 de julio de 2012

La matrix y el carrusel de la literatura

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 29, julio  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
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La matrix y el carrusel de la literatura
Raúl Jaime Gaviria V.

 No deja de ser una suerte de milagro con ribetes de excentricidad que en un país como el nuestro logre aparecer la figura del crítico literario independiente bajo una modalidad totalmente opuesta a la del tradicional investigador académico cuyos intereses por lo general pasan por el robustecimiento de su ego y el ascenso a cualquier costo dentro de los ámbitos institucionales de la cultura. El crítico literario independiente, por el sólo hecho de mantenerse ajeno a las componendas propias de los poderes, casi siempre oscuros, que reptan bajo las estructuras en apariencia inmaculadas, del andamiaje cultural literario, adquiere hoy un valor inusitado que no ha de tomarse a la ligera.  Es un secreto a voces que la podredumbre que ha invadido hasta el último recoveco de nuestras instituciones públicas y privadas ha tocado también, con su infecta mano, el sector cultural y más específicamente dentro de éste, el literario.  Las editoriales, los concursos literarios, las becas y estímulos a la creación, las ferias y festivales masivos, las facultades universitarias sirven de plataforma para que los falsos profetas de las letras hagan su agosto y conviertan la literatura en botín de corsarios. ¿Será que nadie va a ser capaz de alzar la voz por encima del miedo y gritar un ¡Basta ya! ante esta afrenta?  Y aquí no me refiero al diatribista vitriólico, que resentido por no recibir la que él considera justa porción del pastel, revienta de cuando en vez repartiendo sable a diestra y siniestra como un niño enrabietado hasta que o bien se cansa o el "establishment cultural" se conduele de él  lanzándole un filete, que tan pronto es recibido, nuestro diatribista se apresta a esconder para devorarlo con fruición lejos del ojo público.  Sólo el advenimiento del crítico literario independiente mostrará a la luz este perverso carrusel de la literatura que tomado en su conjunto no dista demasiado en cuanto al monto de los recursos que mueve y al fardo mortecino que lleva adentro  a los  tristemente celebres carruseles de la salud y de la contratación de obras públicas de los que tanto se ha hablado últimamente en Colombia. La pregunta que surge es ¿Quiénes son los jefes de este carrusel, a quién pertenece la mano negra que acciona la primera rueda de este maquiavélico engranaje? La teoría que he comenzado a esbozar me indica que no existe un líder como tal, que la estructura en su integralidad posee una especie de "inteligencia" y que a modo de "matrix" está perfectamente interconectada y comunicada. Estos ejércitos de novelistas, poetas, editores, libreros, profesores y gestores se conocen todos entre ellos aunque nunca se hayan visto, una suerte de hilo maléfico invisible los une y unos códigos de acción idénticos se encuentran inoculados en sus mentes. De ahí que cuando les sea necesario reaccionar, al sentir amenazados sus intereses, lo hagan con certero espíritu de cuerpo. Se trata de un perfecto mecanismo que funciona con la precisión de un reloj suizo.  Para ilustrar como funciona este mecanismo, basta un solo ejemplo: se da el caso de los concursos literarios, de cualquier género que estos sean, en que a los jurados (casi siempre miembros de la matrix) les llega un manuscrito firmado con seudónimo cuyo autor (miembro a su vez de la matrix) se identifica claramente ante ellos a través de un particular y reconocible estilo, el cual es de inmediato captado por él  o los jurados que no dudan en otorgarle el primer premio. Y aunque los jurados no logren identificar plenamente la identidad del autor, lo importante es que a través del estilo reconocen por decirlo así el santo y seña, el código indicado para dar su voto positivo a la obra. Se podrá afirmar que los premios no son siempre otorgados a figuras reconocidas, que en innumerables ocasiones son autores jóvenes quienes los reciben etc, yo les diría a quienes afirman esto, que es cierto, pero que también lo es el que esos mismos jóvenes han debido necesariamente pasar por una suerte de iniciación por parte de algún peso pesado fuertemente establecido dentro de la matrix literaria y que esa iniciación las más de las veces incluye una alta dosis de favores de todo tipo (queda a la imaginación del lector de que índole de favores hablo). Al finalizar esa iniciación, al nuevo miembro de la cofradía se le otorgará el código respectivo que será su llave para abrir distintas puertas dentro de la matrix. Es preciso aclarar que cuando me refiero a un código, lo hago en un sentido que aunque figurado es muy real.
Volviendo a nuestro ejemplo inicial, el autor premiado, agradecido por el favor de los jurados, se apresurará a leer todo lo que pueda acerca de la vida y obra de sus benefactores. Leerá cuanto hayan escrito al punto de casi aprenderse sus obras de memoria y lo más importante, jamás olvidara  el estilo con el que fueron escritas. Más adelante, cuando haya ascendido dentro de la jerarquía piramidal de la red podrá devolverles el favor con creces y de paso ayudará al fortalecimiento de la matrix. Para el crítico literario independiente, que ve un poco más allá de sus narices sería fácil insertarse dentro de la red, ya que ha podido detectar como se mueve y se desenvuelve, ha descifrado sus códigos y mecanismos, sin embargo no posee la clase de estómago que se requiere para sobrevivir en medio de esa cloaca.  Pero el hecho de que exista la matrix literaria no es indicador de que no pueda existir nada fuera de ella.  Hay siempre la posibilidad de gestar una creación auténtica por fuera de aquella red putrefacta, quizás no se obtengan ni los premios, ni la fama ni las publicaciones en grandes casas editoriales, eso es casi seguro, pero se logrará algo mucho más valioso:  una vida en paz consagrada a la creación. Por eso es que la figura del crítico literario independiente se hace cada vez más necesaria y refrescante en medio de los tiempos que corren.

P.D    El código al que he hecho alusión no tiene que ver nada que ver con el tan llevado y traído “Código Da Vinci” de Dan Brown, propio de la imaginación comercialísima de este autor. Aquel es un código real y actuante y que por lo tanto requiere ser develado por todo el que exija el derecho que todo ser humano tiene a una calidad de vida cultural.

lunes, 23 de julio de 2012

Tríptico

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
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Edición No. 28, julio  de 2012
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Tríptico
                   
Hernán Botero Restrepo



Poesía abierta de par en par

Abierta al público de lunes a lunes,
lo mismo, diferente cada vez;
lo diferente, nuevo.
De domingo a domingo
y así  hasta el infinito,
el espacio y el tiempo abrazándolo todo,
semanalmente, indefinidamente,
cual si fuera una feria de rosas
que no se marchitaran
o de estrellas,
cada una fulgurando
sobre un trozo de noche;
así quisiera yo la poesía,
así la sueño. 
 

A un mago de salón

Logras más que un prodigio,
inventas las palomas en el aire,
multiplicas el naipe con un guiño,
fascinas al muchacho,
al adulto lo vuelves a la bondad
al volverlo al silencio y la sonrisa.
Mirándote se olvida el erudito
(si aún no ha muerto)
de la horrible Bibliópolis.
¡Qué dulce seriedad en tu secreto
de pañuelo que muda de colores 
y conejos nacidos del asombro!
Logras más que un milagro
al transformar en rosa una manzana.

La Malibran habla desde su retrato
(Haciendo suya una leyenda sobre su muerte)

Esta pintura es apolínea
mis labios rojos,
mis cejas negras como la muerte.
Yo soy María Malibrán,
hija de Apolo el flechador
(no menos terrible que  Dionisos),
mi voz, mi alma, mi cuerpo
cayeron fulminados en la mitad de un aria; 
he muerto en un teatro rebosante de locura
a los dieciocho años
por querer traspasar el límite
de la medida humana
hacia esa mesura que es vértigo
(la del propio dios flechador)
Sírvanse tomar nota
para cuando lean a Nietzsche:
Apolo también dispone de sus seguidores,
él también es terrible en su belleza.

 


 

 





martes, 17 de julio de 2012

La novela que tantos han matado goza de cabal salud

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
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Edición No. 27, julio  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
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La novela que tantos han matado goza de cabal salud 

Raúl Jaime Gaviria

Sí fuera cierta la temeraria afirmación de que la novela ha muerto, tendríamos entonces que admitir también el fin de la historia. Y este mero hecho haría imposible que se siguieran relatando las miles de historias que se producen hoy en día y que de una u otra forma se enmarcan dentro del género novelístico. De ahí que aún a riesgo de mantener el nivel de temeridad contenido en el postulado inicial,  podría llegar a afirmarse, con un mayor grado de certeza, que quizás la poesía se encuentre en un más alto nivel de riesgo de desaparecer de la faz de la tierra que la novela. Y  si tomamos por cierto aquello de que la novela le habla al hombre mientras que la poesía le habla a los dioses, el reciente descubrimiento de la llamada "partícula de dios"  debería haber puesto a pensar a más de un poeta si no sería mejor ir  buscando otro oficio, más adecuado a los tiempos, como por ejemplo dedicarse a escribir vigorosas y excitantes novelas que apelen a la naturaleza del homo sapiens. Fuera de broma ,y lo digo como novelista, soy de la convicción de que la novela está hoy más viva que nunca.

El mundo atraviesa por uno de los períodos más axiales de su historia y lo mejor y lo peor están aún por venir. En resumen, hay mucho por contar y poco tiempo para perder en vagas ensoñaciones. Dadas las nuevas tecnologías de la información las historias se encuentran más accesibles que nunca y si, apegándonos a la famosa paradoja felina de Schrödinger, en la que mientras no se abra la caja no se sabrá con certeza que le ha sucedido al gato, podríamos también decir que de un momento a otro, esas millones de historias, anteriormente ocultas, han estallado de improviso ante nuestros ojos, mostrándonos un inédito panorama hacia el futuro y proveyéndonos de un material de incalculable valor, para, como alquimistas de la palabra, lograr transformarlo  en el crisol de nuestro diario quehacer como novelistas. Y aunque no sería tan atrevido como para decir que un Victor Hugo nacido hoy sería más genial de lo que lo fue el gran escritor galo en su tiempo, lo que si puedo afirmar sin temor a dudas es que dispondría de  otras herramientas más precisas que unidas a esa genialidad quizás nos depararían grandes novelas con el sello actual. Lo más importante no es el hecho de que la aldea global preconizada por Mac Luhan ya se encuentre aquí, lo importante es el qué vamos a hacer con ese vasto caudal de información que a modo de inmenso tsunami se nos vino encima. De todas formas y en consonancia con el popular adagio, estoy de acuerdo en que es mejor pecar por exceso a hacerlo por defecto. Se trata entonces de una excelente noticia para los novelistas y sus lectores y una no tan buena para los poetas, el paraíso al que tantos bardos, aún hoy, y por increíble que parezca, aspiran a retornar con su dotación de animales fantásticos y desnudas odaliscas, ha llegado a nosotros bajo otras formas y está disponible ya en la web y otros medios desde hace algún tiempo y con fortuna muchos novelistas avisados se alimentan ya de sus frutos. Recrear la historia a través de las historias que de ella se desprenden, he ahí la misión del novelista contemporáneo, estar atento al flujo constante que lo atraviesa todo el tiempo y a todas horas. No, definitivamente la novela no ha muerto, aunque los poetas, esos novelistas perezosos al decir de William Burroughs afirmen lo contrario.


P.D  Tocando pista en este tema tan espinoso, que nos obliga a elevarnos conceptualmente a tanta altura, se observa que por más sensibles y lúcidos que puedan hallarse y ser hallados los miembros de la Real Academia Sueca en los últimos años, encuentran estos muchísimo más difícil la tarea de topar con un poeta de suficiente valía como para ser acreedor del Premio Nobel de Literatura que hallar a un novelista de igual nivel. Basta con repasar la lista de los galardonados en los últimos cincuenta años para  comprobarlo.

lunes, 9 de julio de 2012

Vanitas vanitatum

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 26, julio  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
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Vanitas vanitatum
Hernán Botero Restrepo

  En su magnífica novela  “Ferdydurke” el escritor polaco Witold Gombrowicz  arremete sin escrúpulo alguno contra la poloneidad,  aunque sin hacer un análisis profundo de ese concepto.  Gombrowicz  nunca se refiere en su novela a los repartos que de la tierra polaca se hicieron entre Rusia, Alemania y Prusia, que tanto pesaron en el sentimiento del pueblo polaco. Si ser reo de poloneidad, de la poloneidad  de la que habla Gombrowicz,  es algo que dada la indefinición de la tal poloneidad  no tiene nada de tal, entonces  Chopin, que compuso la “Gran polonesa militar” no lo sería.

  Además, lo polaco en tanto sea culturalmente valioso y lo universal , están fundidos en el Chopin de la “Gran polonesa militar”, con la influencia francesa por supuesto, casi omnipresente en el conjunto de la obra chopiniana. Volvemos a Gombrowicz para recordar que uno de los leit-motivs de Ferdydurke es el que el polaco (a pesar suyo) que escribió esa novela,  insiste en el hecho de que en las escuelas polacas se venía diciendo desde siempre que los tres más grandes poetas polacos eran: Adam Mickiewicz, Julius Slowacky  y Zigmunt Krazinsky en ese mismo orden. Gombrowicz no se mete con los poetas sino con lo que se podría denominar una pedagogía canonista rígida de la literatura de su patria.

  Es bien sabido que Gombrowicz rechazaba de plano la poesía en verso, y es bien conocida su comparación gastronómica, según la cual leer poesía es como deglutir solo azúcar en vez de disfrutar de lo dulce que puede haber en algo comestible. Por ejemplo, la fruta más azucarada no es azúcar sola; pero como estas consideraciones no aparecen en la juvenil  “Ferdydurke”, mi idea de que Gombrowicz no se mete dentro de los mundos poéticos de Mickiewicz, Slowacky y Krazinsky es consecuente.

  Pasando al contexto colombiano, al leer el texto de Gabriel García Márquez “La literatura colombiana, un fraude a la nación”, se puede apreciar la miseria de los argumentos de que echa mano su autor para sostener ese embeleco con pretensiones críticas que despliega en sus páginas. Todo se resume, en el mencionado texto, en lugares comunes ideológicos y estéticos, más o menos  -en realidad más menos que más- de índole vanguardista.  “La literatura colombiana, un fraude a la nación” se parece en mucho en este aspecto a las críticas de Álvaro Pineda Botero a la novela colombiana del siglo XIX, y a la tesis de Juan Gustavo Cobo Borda, escritor de poca monta, de que la tradición de la literatura colombiana es una tradición de pobreza estética.

  Dios cría a estos inquisidores de las letras colombianas, y ellos, que se consideran cada uno a su manera, eximidos de las lacras que abominan, nos obligan a pensar que si todos los lectores colombianos aceptaran, así fuese por vía de hipótesis, que García Márquez es un gran crítico, para los malos no quedarían calificativos peyorativos. De lo que no cabe dudar es de que las ideas, si es que así se les puede llamar, sustentadas tanto por García Márquez como por Cobo Borda, denotan en estos autores una vanidad y una autosuficiencia de tales proporciones que hacen de ellos, en tanto críticos, casos de triste excepcionalidad.

  Para finalizar y retomando el inicial caso polaco es preciso puntualizar, primero:  aunque Gombrowicz arroja una sombra de duda sobre el valor de la literatura polaca;  su anti-poloneidad no llega jamás a cosiderar “tabula rasa” a todos los poetas de su país anteriores a él. El caso de  García Márquez es más grave en tanto que pretende pogromizar a todos los escritores que en Colombia se sirvieron de la pluma con propósitos literarios antes de su aparición.

  No queremos despedirnos de ustedes, nuestros asiduos lectores, sin proporcionarles un poco de diversión. ¿Se imaginan ustedes que el efecto de leer la poesía completa de Hölderlin se asemejase en un todo a devorar una docena de tazones colmados de azúcar, uno tras otro? 

martes, 3 de julio de 2012

Algo va de escritor a literato

GUADAÑAZOS PARA LA                                
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 25, julio  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
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Algo va de escritor a literato
Raúl Jaime Gaviria V.

Existe el escritor y a su vez también existe el literato que escribe. Sin embargo, se trata de dos personajes, si no del todo opuestos al menos radicalmente distintos. Tan sencillo como lo es el hecho de que el escritor aplica su devoción a la escritura y el literato que escribe al aparataje cultural de la literatura. El lego podrá argüir que tanto uno como otro producen material escrito surgido bien sea de la imaginación,  de la experiencia o de la mera erudición, y en eso no dejan de tener la razón. Sin embargo, los objetivos de los dos suelen ir en direcciones contrarias. El escritor de raza, una vez descubierta su vocación, advierte en primera instancia que su aliado principal está en un lector posible y pone en marcha todas sus potencias creativas a tal fin. La escritura para él es ante todo una materia de fe, en la cual él desempeña el papel de "el que crea" y quien lo lee de "el que cree”. El escritor es también un seductor que busca completarse en su lector. El proceso podría muy bien asimilarse a un acto de amor. Sin esta fe y este amor no hay escritura verdadera y es precisamente de aquella de la que carece el literato que escribe. De ahí que éste, al ser esencialmente un ser desconfiado, dada su carencia de fe en la escritura, no pueda producir una obra que se sostenga en el tiempo y tiene que verse sometido por fuerza a convertirse en un simulador.  Es usual ver a estos literatos que escriben desviviéndose por sostener su imagen ante los diversos medios que configuran el que podríamos denominar "establishment cultural". Imagen construida por ellos mismos a través de un sistemático y desgastante esfuerzo sostenido de simulación. Para los literatos que escriben el lector importa poco, o solo importa en tanto éste se convierta en caja de resonancia de su ego. Un ejemplo fehaciente de escritor vs literato son en el caso colombiano las figuras de Miguel Antonio Caro, prototipo del literato consumado, quien reinó en su época siendo considerado una encarnación del humanista integral,  y la de José Asunción Silva que por lo contrario  fue tachado de decadente, amanerado, extranjerista y hasta mal poeta, por aquellos que sostenían el statu quo de la literatura de la época, no solo en Colombia sino en Hispano. América. Pero la mayor tragedia de los literatos que escriben, estriba en que por lo general se trata de seres humanos infelices. El considerable desgaste que implica tratar de ser quien no se es, los transforma en individuos fáciles para el odio y el resentimiento. Por todos lados ven fantasmas y enemigos que en cualquier momento pudieran poner en peligro el edificio intelectual construido por ellos con tanto esmero a fuerza de relaciones públicas y manejos mediáticos. Atacan y se defienden a capa y espada a través de métodos las más de las veces bajos y mezquinos. Afortunadamente, el paso del tiempo, que todo lo puede, termina por develar el poco o ningún valor real de las obras de estos personajes. En caso de no desaparecer del todo, lo cual es harto probable, quedarán como curiosos objetos de museo, observados con atención bajo la lupa de perspicaces disectores literarios. 

P.D.  Con la Academia de la Lengua Francesa (fundada nada menos que por el cardenal Richelieu), la Italiana y la  Real Academia Española sucedió que durante mucho tiempo tuvo por miembros a personajes ajenos a la creación literaria y que eran reclutados por lo general entre miembros de variadas profesiones liberales como médicos, ingenieros ,juristas y predicadores religiosos. Quizás de este hecho provenga esa malsana infiltración de los literatos y académicos dentro del ámbito que les pertenece por derecho propio a los escritores creadores.