martes, 9 de octubre de 2012

La música de lo urbano en la poesía de Víctor Bustamante


GUADAÑAZOS PARA LA                               
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 38, octubre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Por Raúl Jaime Gaviria


"Música" es el inquietante título del poemario escrito por Víctor Bustamante, y en éste, es precisamente la música la que subvierte sus propias reglas formales trasladándose a la calle. Con los inéditos instrumentos de la cotidianidad, el poeta se dispone a dejarse llevar por nuevas melodías, ocultas en los más inesperados rincones de su devenir citadino, a través de territorios que le son más afines que la misma naturaleza. Una noche de tragos en un bar o el furtivo encuentro con una muchacha, sometido a los juegos y los fuegos del azar erótico en cualquier motel de quinta con promesas de un sexo de primera. Escenarios temáticos como estos se acercan más a la realidad del hombre postmoderno que el que se nos ofrece en un haikú solipsista, repleto de ranas y lotos,escrito por algún surrealista trasnochado con delirios de monje zen. El mundo poético de Víctor nos recrea y nos relata un paisaje urbano constantemente renovado que se despliega ante los ojos al ritmo trepidante de una absurda película de Fellini. La poesía de Víctor es tanto más necesaria en cuánto que la literatura colombiana lleva décadas de espaldas al mundo del hombre común,lo que equivale a una traición a la poesía, puesto que ésta surgió y desde siempre se ha nutrido de las fuentes del ámbito popular, y aunque muten sus formas, su esencia será siempre igual. Víctor, en su poesía, no busca ser Rey de utopías encerrado en las soberbias torres de marfil del lenguaje, y muy por lo contrario nos propone el retorno a lo salvaje, para darle una vuelta de tuerca definitiva a la realidad,acercándonos a una vida que se nos ofrezca más plena. El lenguaje ,entonces, no actúa ya como carcelero sino como aliado e  instrumento de goce. Liberados de una vez por todas de los mandamientos que en la vieja poesía superan,y con creces,los diez del pueblo de David, qué importa ya un verso de más o una coma de menos. A la poesía nueva hay que vivirla primero para luego cantarla, y en esto Víctor es experto.

martes, 2 de octubre de 2012

Sobre “El hombre que no quería ser padre” de Alfonso Buitrago Londoño


GUADAÑAZOS PARA LA                                
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 37, octubre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
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martes, 25 de septiembre de 2012

"La otra cara de la muerte" novela de Juan Mario Sánchez Cuervo

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 36, septiembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com

"La otra cara de la muerte" novela de Juan Mario Sánchez Cuervo.
Por: Raúl Jaime Gaviria Vélez.
"La otra cara de la muerte", ópera prima del escritor antioqueño Juan Mario Sánchez Cuervo, nos presenta la vida de Juan Aguilera, un ex-seminarista solitario que sufre de depresión y otros trastornos mentales. Su vida da un giro de ciento ochenta grados en el momento de conocer a Beatriz, una hermosa mujer a la vez que peligrosa, que trabaja para la policía y a la que le ha sido asignada la misión de espiarlo. Juan, desprevenido de la situación, sale de su concha y se entrega al amor por primera vez en su vida y lo hace a fondo, sin medir ningún tipo de consecuencias. Con lo que no contaba Beatriz era con que ella se iba a enamorar también y que de esa extraña dicotomía entre amor y deber surgiría un conflicto interior desgarrador que en la novela se ve reflejado de manera magistral en la segunda parte del libro que se titula "Ella" y que está escrito a modo de diario. Lo que en realidad sorprende es la capacidad del autor para desdoblarse y por decirlo así meterse en la piel y el alma de un personaje femenino de tantos pliegues y complejidades como Beatriz. "La otra cara de la muerte" es una novela que aunque tiene lugar en un entorno violento, la Medellín de principios del milenio, en plena época de la Operación Orión en la comuna 13 ,no recurre para nada al estilo desmañado y facilista característico de la literatura que, en nuestro medio, toca el tema del narcotráfico y sus violencias derivadas. Y aunque a veces se acude a un lenguaje fuerte por exigirlo así los personajes, nunca se abusa de este recurso. Otro de los ejes importantes de la novela se halla en la relación de Juan Aguilera con Dios, que oscila pendularmente entre la negación y el arrepentimiento. "Un teólogo ateo" ,así se describe a si mismo el protagonista, lo que pone en evidencia que por más que desee encubrirlo se trata en esencia de un alma religiosa, de un hombre atormentado por el concepto de Dios. Incluso la devoción con que Juan Aguilera se rinde al amor podría calificarse también de religiosa, de ahí la magnitud de su decepción al descubrir la traición de Beatriz. La novela narrada en primera persona, otro de los aciertos de la obra, devela un yo que inquieta al lector de principio a fin. Tanto en Juan como en Beatriz subyace un fondo ético común, y he aquí lo más interesante ya que no se trata de personajes rígidos, sometidos al eje binario bueno-malo, como ha sido tradicional en nuestra reciente literatura, sino que ambos se deslizan convincentemente a través del cromático espectro moral de los grises.  Esto los hace más humanos, más creíbles, personajes apasionantes con los que fácilmente nos podemos identificar.
Siendo yo un lector del tipo lento, condición que me ha causado más de una vergüenza ante mis amigos lectores y escritores, debo reconocer que frente a esta novela me vi sorprendido leyendo a un ritmo violento, imparable.  Devoré sin pudor sus 265 páginas en dos días, lo que me produjo un sentimiento similar al que se experimenta con el sexo apresurado. De ahí que poco después de la primera lectura acometí una segunda con más pausa y paladar, lo que también redundó en un placer mayor. Desde ya le auguro esta misma sensación a todo lector que se acerque a la estupenda historia que se desovilla en "La otra cara de la muerte" de Juan Mario Sánchez Cuervo, editada recientemente por el Fondo Editorial de la Universidad Eafit.


martes, 18 de septiembre de 2012

Don Gustavo en el centro del universo de Medellín

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 35, septiembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


Don Gustavo en el centro del universo de Medellín
Hernán Botero Restrepo

   A don Gustavo lo conocí cuando caminaba a buen paso por la acera de la Avenida Oriental; sentado sobre un pequeño y delgado cojín, rasgaba con torpeza una desvencijada guitarra y cantaba con una voz cascada y carrasposa, que seguramente no había sido buena jamás, una vieja canción popular colombiana “Las acacias”, casi en el borde del andén, frente al Edificio Comedal. A su lado se apreciaba un sombrero gris que seguramente había sido negro hacía tiempo, y una paleolítica silla de ruedas. A don Gustavo le faltaban las piernas –posteriormente me contó que se las habían tenido que amputar a causa de un problema de circulación de la sangre. Pero lo más importante que tenía a su vera, era un perro de color canela con pequeñas manchas blancas, de regular alzada, estirado de largo a largo y con su cabeza entre las patas delanteras. Los dos veloces ríos de viandantes, los que iban y los que venían sin prestarle atención, unidos al cuasi caos del movimiento de los vehículos que pasaban por la Oriental, completaban el cuadro. Ante todo esto yo me sentí conmovido y le solicité que me tocara una canción. ¿Qué cuál quería?, me respondió y le pedí “Mis flores negras” que tocó y cantó como bien pudo. Terminada su actuación musical, y habiendo depositado en su sombrero un billete de baja denominación, inicié un diálogo con él, que reproduzco en lo esencial a continuación.
Yo:   Es una canción que me ha gustado siempre, tanto la letra como la música.
El:   Ya nadie me la pide
Yo:  ¿ Y el perro?
El:   Es una bendición de Dios.  Un vecino que vive muy cerca de donde yo vivo, en la Iguaná, me lo regaló cachorrito, y desde el comienzo se me apegó, no me desamparaba, pero lo más milagroso es que aprendió a jalar mi silla de ruedas a la que le puse una correíta, y es él el que me trae hasta aquí y me lleva a la casa cuando se me hace tarde… y mírelo, no lo tengo amarrado, a veces se va, seguramente detrás de una perrita. Una vez se demoró en volver dos días, yo creí que no lo volvería a ver jamás pero volvió. Esa fue la primera vez que dialogué con don Gustavo.
En alguna ocasión después de haberme tocado y cantado dos de las añejas canciones de su repertorio, apenas reconocibles en su ejecución, y de haber dialogado con él unos momentos, recuerdo que le aconsejé que le abreviara a su perro el nombre tan feo con que lo llamaba: “Gumersindo” y que lo llamara simplemente “Gumer”, a lo que no me ha hecho caso don Gustavo.
Otra vez una mujer joven y bien vestida, ni bonita ni fea, se me acercó en el momento en que acababa de despedirme de don Gustavo y me preguntó con un tono de voz entre extrañado y displicente: - ¿usted de qué hablaba con ese señor? Seguidamente le hice un resumen de lo que yo sabía de don Gustavo a lo que ella luego de escucharme me dijo: - ¡ qué triste depender para todo de un perro! Antes de que yo reaccionara dirigiéndole las palabras que se merecía, ella aceleró el paso sin siquiera despedirse, perdiéndose entre los transeúntes.

Epílogo

Don Gustavo cuenta, a ojo de buen cubero, entre los sesenta y los sesenta y cinco años de edad. Por tal motivo me atreví a inquirirle en alguna ocasión si no consideraba como algo bueno para él encontrar un albergue o refugio en el que se le ayudaría en todo aquello que estaba fuera del alcance de la ayuda que le podría prestar Gumersindo. Don Gustavo no me respondió de inmediato, y cuando lo hizo me contestó: - yo vivo con una hermana que me atiende muy bien y además yo cómo que le he cogido gusto a la calle y me hace falta tocar y cantar mis canciones. Así como estoy me siento bien.

martes, 4 de septiembre de 2012

Dr. Héctor y Mr. Abad (Faciolince)

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BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 34, septiembre  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
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  Doctor Héctor y Mr. Abad (Faciolince)
                                                                      Raúl Jaime Gaviria V.

 Héctor Abad Faciolince, el escritor, a quien tantos admiran, y no sin razón, por algunas excelentes novelas como Angosta, Basura y El olvido que seremos parece haber sucumbido de manera patética ante el Héctor Abad Faciolince personaje. El mismo que atacó con furia vitriólica en su columna de El Espectador  el  milenario arte del teatro se ha convertido paradójicamente en un pésimo actor. Su última gran actuación, digna del premio limón, fue la de exhibirse ante el público lector como poeta sin serlo. ¿Qué son sus presentaciones públicas leyendo poemas, sino horrendos monólogos teatrales dignos del denominado género ínfimo, dado el hecho de que ni una sola gota de vate circula por sus venas? Para la muestra un verso: “Mi hermana la mayor arregla muertos” con versos así para qué enemigos. Y así como en El olvido que seremos, su obra más lograda, el Héctor escritor le rinde un bello homenaje a su padre; en su antítesis estética  Testamento involuntario, el Héctor actor no solo niega simbólicamente a su madre al firmar el libro suprimiendo intencionalmente su segundo apellido sino que de paso usurpa el nombre de su padre muerto ya que tan cierto como que madre hay una sola también lo es que en la memoria colectiva de todo un pueblo reside un solo y auténtico Héctor Abad, de segundo apellido Gómez, el que luchó con valentía por la defensa de los derechos humanos de este país. La herida del padre ausente, que en Héctor pareció cerrarse con su libro más aclamado, está hoy de nuevo abierta y supurando fruto de la soberbia del falso poeta que se ha tomado por asalto, esperemos que de forma temporal, el alma del novelista que al modo de Doctor Jekyll y Mr. Hyde tendrá tarde o temprano que escoger entre uno y otro. Desde esta humilde tribuna hacemos votos para que finalmente el triunfo sea de Héctor, el buen escritor y mejor ser humano y no de ese  perverso alter ego mediático, ese monstruoso Mr. Abad que se ha ido gestando últimamente, y que de seguir así acabará por destruir por completo la obra y la persona de Héctor Abad Faciolince.

martes, 28 de agosto de 2012

Maniquíes

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BeLLA ViLLA            
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Edición No. 33, agosto  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
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Maniquíes
Hernán Botero Restrepo

I
  Golpeó dos veces con suma discreción el cristal de la vitrina de Lady Brummel’s shop, con el objeto de inquirir por una dirección cercana que no recordaba con claridad, procurando atraer la atención de la muchacha que en posición de tres cuartos de perfil, colocaba un jarrón atiborrado de rosas sobre una mesita de centro.  Todo sucedió en cuestión de segundos: primero, la inquietante sensación que le produjo la extraña inmovilidad de la joven –no tuvo tiempo de pensar que fuese dura de oído y por ello no había volteado la cara para observarlo-, y luego el que la muchacha no era una persona de carne y hueso, sino un maniquí. Un extraño pavor hizo presa de él y se alejó de inmediato del lugar de sus descubrimientos.
  ¡Ah, maldita miopía!,  y hoy olvidé ponerme los lentes de contacto, se le ocurrió, tratando de encontrar algo parecido a una razón que justificara el terror que lo había embargado.

II
  Desde el día de su experiencia en Lady Brummel’s, nuestro personaje dio en soñar con maniquíes que inicialmente le parecían personas y de pronto clavaban su vista (sin perder su condición de tales) en su rostro, con una mirada cuyo espíritu no podía discernir, pero que le inquietaba al máximo, a pesar de que ninguno de ellos intentaba causarle daño alguno.  A continuación de lo cual Mr. Joseph o como pudiera llamarse se despertaba presa de un espanto inconmensurable.

III
  Corrieron los años, la miopía de Mr. Joseph fue aumentando, incontenible, y se complementó con una presbicia galopante, que ni la oftalmología de punta consiguió curar ni aminorar jamás. El resultado de todas estas desgracias ópticas fue a la postre la ceguera total de Mr. Joseph, pero él seguía soñando con los maniquíes, los veía con su vista de antaño, poseído por el horror que le inspiraban su inmovilidad o grado perfecto de suspensión de su acción.
   Lo más espantoso sucedió la noche en la que Mr. Joseph, vio que el maniquí, que era la misma maniquí muchacha de Lady Brummel’s, había girado su rostro hacia el suyo y él supo, con esa certeza de los que alguna vez vieron, que ella era invidente, por más que sus ojos parecían ver de forma normal. Despertó espantado como nunca y sin titubear se arrojó por la ventana, que mantenía todas las noches abierta, al vacío. Mr. Joseph, vivía en el piso diecisiete de un imponente edificio de apartamentos.

martes, 21 de agosto de 2012

Pablo el Austero o el síndrome de las becas locas

GUADAÑAZOS PARA LA                                 
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 32, agosto  de 2012
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com

Pablo el Austero o el síndrome de las becas locas
Raúl Jaime Gaviria V.

  Justo acababan de dar las tres de la tarde en la suite presidencial del Hotel Le Tremoille de Paris. Paul Auster departía con su amigo y confidente el prestigioso crítico literario inglés John Lester  Thomas, alrededor de una humeante taza de café.  El tema giraba en torno a la pasión de ambos: la literatura y más específicamente en como ésta  había degenerado últimamente en un mero negocio alejándose por completo de sus ideales más nobles. - Las editoriales hoy en día solo quieren vender, no les importa para nada si eres buen escritor o no, la literatura como arte está en vías de extinción y casos como el tuyo son la excepción a la regla le dijo John a Paul mirándolo apenas de reojo como si intuyera que lo que acababa de decir no le iba a gustar. !Bah! eres demasiado pesimista John, por algo eres crítico, también en el siglo XIX el objetivo de los editores era vender libros y a pesar de esto floreció una gran literatura y de no ser por la demanda del público de aquella época estoy seguro de que no hubiéramos tenido a un Dumas padre ni mucho menos a un Balzac. - Quizás tengas razón Paul, pero sigo insistiendo que en cuanto a esto hemos llegado al nivel de lo grotesco, mira el ejemplo de los premios literarios, ¿o acaso no te parece escandaloso lo que sucedió con la última edición del Booker? volver a premiar a Mark Sommers tan solo dos años después de habérselo ganado, en mi opinión es un asunto francamente repugnante. -Bueno, replicó Auster en un tono un poco más calmado, te concedo que la situación en el mundo anglosajón deja mucho que desear, sobre todo después de eso del Booker, pero no puedes generalizar que algo así esté pasando en todas partes. – Sí que puedo y es más, déjame demostrártelo.  - ¿Y ahora qué diablos pretendes?, no me digas que vas a salir con otra de tus chifladuras, acotó Paul abriendo desmesuradamente los ojos. - Dime Paul, ¿todavía conservas el globo terráqueo para escritorio que compramos juntos el año pasado en Shakespeare and Company? - Por supuesto John, tu que crees, ese globo es mi talismán.  Me acompaña siempre en todos mis viajes, no lo suelto por nada del mundo. - Y dime ¿dónde está?— Aquí mismo en la maleta, se apresuró a contestar Auster, con esto de la charla en la Sorbona no he tenido ni siquiera tiempo de desempacar del todo. -Tráelo por favor. Auster se dirigió a la habitación principal de la suite y regresó casi de inmediato con un pequeño globo terráqueo de madera muy fina, tallado en alto relieve. -  Vamos John, ¿qué quieres con mi globo? ya me tienes intrigado. - Es algo sencillo Paul, simplemente te quiero demostrar que en cualquier país o ciudad del mundo donde exista un ámbito cultural literario por más insignificante que este sea sucede lo mismo, es decir que la literatura esta en poder de mafiosos y los escritores que destacan son basura. A renglón seguido comenzó a darle vueltas al globito y le indicó a Auster que frenara el giro con el dedo. - Mira Paul frenaste en Colombia, déjame acercarme para ver mejor, mira, frenaste en Me-  d- llín, Colombia. - Diantre, maldito nombre tan difícil de pronunciar. Bien, no me digas que podrías haber escogido un lugar más desconocido que éste. - Tienes razón, respondió Auster un tanto perplejo, jamás en mi vida he oído hablar de ese pueblo, ¿crees tú que pueda existir literatura ahí? - Hombre Paul de existir existe, eso te lo aseguro, hoy en día los escritores y más si son malos e intrigantes crecen en cualquier lugar como si de maleza se tratara, y recuerda que detrás de un mal escritor  siempre habrá una pésima editora dispuesta a publicarlo Ja,ja,ja. No estoy de acuerdo con eso, lárgate con tu machismo freudiano a otra parte,  yo prefiero la frase de  X que decía que la única forma para que un escritor se volviera rico sin dañar su alma era casándose con su editora. - A la que yo agregaría -o al menos con su agente literaria- replicó un divertido John.  En cuanto a los buenos escritores esos serán siempre escasos en todas las épocas, afirmó Paul, está claro que el talento no lo venden en las droguerías, puntualizó. - Por Dios, dime de una buena vez adónde quieres llegar con todo esto John, que no entiendo nada. - Mira Paul, lo que te quiero proponer es que busquemos en internet si hay abierto algún concurso literario de novela en ese lugar para que te presentes a él con tu último manuscrito. ¿Pero qué locura estas diciendo John, tu bien sabes que mi último manuscrito es "El último rascacielos" que de cierta manera completa las tres novelas de la Trilogía de Nueva York. Ese libro no pienso publicarlo hasta el final de mi carrera.  - Y no tendrás que hacerlo, por lo menos aún no, porque estoy convencido de que si te presentas no vas a ganar y en el muy hipotético caso de que ganaras siempre puedes renunciar a tiempo. - Humm,humm, musitó Auster haciendo silencio por espacio de un par de segundos, hasta que en su mente surgió la pregunta. ¿Y en qué te basas tu para tener tal seguridad?, no creo que en un pueblucho como Me-d-llín pululen los Paul Auster. - Pues me baso en mi teoría de que premiarán a algún amigo del jurado y  por más Paul Auster que tu seas y lo bien que escribas si no eres amigo de los jurados no te darán el premio. -Permíteme dudarlo John. Vaya, si no fueras tan amigo mío creo que debería enfadarme contigo. - Bien Paul, ¿estás dispuesto a seguir el juego, te apuesto una cena con todo incluido en el mejor restaurante de Paris, ¿que tal La Brasserie Lip?. Pues ese será el mejor para ti, le interrumpió Auster con cierto aire de molestia, por si no lo sabías según la revista "Le restaurant" el mejor es Le Chateaubriand, cosa que he podido comprobar personalmente, y por una cena en  Le Chateaubriand estoy dispuesto a apostar hasta mi alma si es necesario. No hay que llegar tan lejos Paul, bien, ¿tenemos una apuesta entonces? preguntó John con aire de picardía. -Tenemos una apuesta le respondió secamente Paul. John sacó de su maletín ejecutivo Gucci  un mini eye pad de siete pulgadas, el último grito tecnológico, se metió en el buscador y googleó las palabras clave: Medellín, convocatoria, concurso, novela.  De inmediato salió un link que decía IX Convocatoria Becas a la creación, Medellín 2012. Aparte de esto no figuraba ningún concurso más. John abrió el link y luego un archivo en PDF con las bases. Como era de suponerse estaba en castellano pero eso no era ningún problema para John que había estudiado hasta el último nivel de español para extranjeros en el Instituto Cervantes de Londres. Luego de consultar en silencio el documento John dio un grito a la par que saltaba del sillón, cosa que asustó a Auster. ! Vaya, Paul estamos de suerte!, no se trata de un concurso sino de una beca. Se requiere presentar un proyecto de novela de no más de veinte páginas. Y  cuál es el premio, ¿un saco de cocos y una edición en pasta dura del Robinson Crusoe? Deja de ser irónico Paul, mira que para ser un pueblo perdido el premio no está tan mal, aquí habla de un poco más de 20 millones de pesos colombianos y haciendo la conversión eso me da algo así como 10.000 dólares. -¿y que otros requisitos exigen? Sí, aquí dice que se requiere ser residente o presentar un certificado de que el autor se desempeña profesionalmente en Me-d-llín, ¡vaya aún no consigo pronunciar bien el maldito nombre!. Eso si que va a ser un problema, no me van a dejar participar. - No hay nada que no se pueda resolver, déjame ver si en M-de-llín existe un Tower Records. Mmm. !Ajá, si que hay uno! resulta que tengo un amigo en un alto cargo directivo de Tower Records que con certeza nos puede ayudar con un certificado laboral falso, en las bases no indica que no se puedan presentar extranjeros y como tu nombre real no es Paul Auster sino Paul Anderson, cosa que  muy pocos conocen,  quienes evalúen los documentos no tendrán ni idea de que se trata de ti. Auster dibujó un semblante preocupado. -¿No estaremos metiéndonos en algo ilegal? No seas dramático, es sólo un juego. Otra cosa, hay que participar bajo seudónimo, debes escoger uno y preferiblemente que sea en castellano. No se, dijo Auster, ¿que tal te parece Torero andaluz? Estas loco Paul, se trata de Colombia no de España, pienso que lo mejor será que castellanices tu nombre. A ver, Paul en español es Pablo y Auster se asimila mucho a la palabra austero que significa frugal. Ya está, Pablo el Austero ! el seudónimo perfecto! - No puedo dejar de reconocer que es ingenioso reconoció Paul. John tuvo que bajar a la oficina VIP del primer piso para imprimir el formulario que era necesario completar, de ahí volvió a la suite e hizo que Auster llenara a mano toda la información y que firmara lo que había que firmar. Una vez todo estuvo en regla, bajó de nuevo al salón VIP, se acercó a la oficina de Western Unión y  envío el paquete que estaba dirigido a su amigo en la sede principal de Tower Records en Londres. Luego de que John enterase vía telefónica a su amigo acerca del asunto en cuestión fue cosa de un par de días para que la documentación completa estuviese legalmente radicada en la secretaría de la cultura de M-de-llín. Era un 14 de abril y el fallo se daría a conocer tan solo hasta julio 18 en un acto público que se celebraría en un teatro de aquel pueblo perdido de Suramérica. Auster y John se olvidaron casi que por completo del asunto, hasta precisamente, vaya causalidad, el día en que se cumplía el plazo para el fallo de la beca.  Ese 18 de julio se habían vuelto a encontrar, John y Paul  en Nueva York después de más de dos meses de no verse y fue ese día, mientras almorzaban en Harry´s, un  restaurante de culto del Village, que trajeron de nuevo a cuento lo de la novela y la beca en M-de-llín. -Hoy es el fallo. Veremos que pasa, ya me veo en Le Chateaubriand comiéndome un delicioso estofado de pato de cuenta tuya Paul. Nada está dicho aún John, de pronto va y te llevas una buena sorpresa y resulte que en esa aldea indómita de M-de-llín existan jurados con mucho más criterio que los del National Book Award. De paso, antes de que se me olvide, te cuento que voy a pasar la noche en el Waldorf. Siri llegó esta mañana de Noruega, hace tiempo que no nos vemos, y tengo unas ganas enormes de desquitarme esta noche, sabes bien de lo que hablo, una jornada de buen sexo. Claro que sí Paul, te lo tienes bien merecido. ¿Oye, tienes el eyepad contigo?. Sí, aquí lo tengo en mi maletín. ¿Por qué no buscas si los resultados de la tal beca la van a transmitir por televisión local?. John compuso un rostro de extrañeza. -Vamos John no me mires así. El año pasado estuve en Mbule, un villorrio a doscientos kilómetros de Kibera, me hospedaron en un hotel que parecía más bien una mazmorra, ni siquiera tenía nevera, ¡y con el calor que hacía!, sin embargo me sorprendió el ver que había un televisor, por curiosidad lo encendí y me encontré con un baile típico africano, una especie de revista de vaudeville a lo National Geographic, por eso no me extrañaría que en M-de-llín pueda existir una estación de televisión, por más infra-tecnológica que sea. De nuevo John abrió su maletín, esta vez se trataba de un espléndido Dolce & Gabbana de cuero de ante de la colección otoño-invierno 2012-2013. John sacó su mini eyepad. - Es cierto Paul, exclamó después de navegar tan solo unos segundos, si que existe una estación televisiva en M-de-llín se llama Tele M-de-llín. -Vaya, que original, se debieron haber devanado los sesos para dar con el nombre ironizó Auster.  Entonces, ¿si va haber transmisión? Sí, la transmisión va en vivo por internet, en unos minutos comienza. -En ese caso, no me importaría aplazar por un rato la noche de gran sexo que me espera con Siri. Tan pronto pasaron  veinte minutos se inició la transmisión del evento en directo. Un maestro de ceremonias, de aire un tanto ridículo (a leguas se veía que no tenía ni la más vaga idea de como se anuda correctamente una corbata) y de una voz chillona muy fastidiosa dio a conocer primero el nombre de los jurados:  Malva Escolar, Rafael Viena y   Stefan Carlos Medina y a renglón seguido el nombre del ganador. Cuando el maestro de ceremonias pronunció el nombre Pablo,  Auster saltó de improviso y en un arrebato de triunfo zarandeó a John gritándole. ! Ves como tenía razón, gané el concurso, aún queda una esperanza para la literatura! A lo que John, que no había despegado los ojos ni los oídos de le transmisión replicó, - te equivocas Paul, el Pablo del que hablan no eres tú, el que ganó se apellida Montilla y su seudónimo es Lucrecio, espero verte pronto en Le Chateaubriand para ese estofado.  A los veinte días y vía Tower Records llegó una copia del acta del jurado a la mansión de Paul Auster en Los Ángeles. Por curiosidad Auster la abrió y como no entendía el español digitó en el traductor online  todas las palabras de manera literal. Al leer la traducción no pudo reprimir una carcajada tan potente que de seguro llegó hasta Long Beach. El texto decía: Su novela es ilegible, no lineal, los personajes son ambiguos, la novela no posee un hilo conductor definido, es incoherente e inverosímil, su prosa es recargada. Auster introdujo la carta de nuevo en el sobre  y sin que se difuminara del todo la sonrisa irónica que instantes atrás había aflorado en sus labios, se lo entregó  a Amanda su empleada del servicio ordenándole secamente:
¡ a la basura con esto!

P.D. Todos los personajes de este cuento son enteramente ficcionales aunque puedan tener algún tipo de semejanza con la realidad.