BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 66, marzo de 2013
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.comColaborador permanente: Rubén López Rodrigué
El fantástico
humor de P.G. Wodehouse
Raúl Jaime
Gaviria
Hace
algunos días terminé de leer el libro Picadilly
Jim de P.G. Wodehouse, un autor inglés que vivió parte de su vida en
Estados Unidos y que escribió más de noventa novelas. Hoy por hoy este autor está
viviendo un segundo revival importante en nuestro idioma. En los años sesenta
la editorial Plaza y Janés publicó varias de sus obras dentro de la colección El club de la sonrisa y recientemente ha
sido Anagrama la encargada de volverlo a presentar al público de lengua
española. Luego de tomarme un café bien cargado en la
mañana decidí emprender la lectura de Picadilly Jim, no sin cierta prevención,
pues me habían hablado del autor en términos tan elogiosos que, como buen
antioqueño, se me activó el chip de la desconfianza y en mi interior pensé:
"de eso tan bueno no dan tanto". Lo cierto es que me equivoqué de
medio a medio, Wodehouse es un escritor de un finísimo humor, que en una
alquimia prodigiosa, le añadió al aire flemático e irónico del humor británico
cierta frescura que hace que su prosa sea un formidable delicatessen para el lector de buen paladar. Si hay un escritor
capaz de proporcionar gozo a raudales ese es sin duda P. G. Wodehouse que en
cada página es capaz de recrear las situaciones más disparatadas sin que por
ello pierda pie la progresión coherente de la historia que relata. Su maestría ha sido comparada con la de Dickens. En el caso de que existiera un ranking
mundial de escritores con la más alta dosis de imaginación del último siglo
estoy seguro que Wodehouse estaría en los primeros lugares de la lista y no, no
necesito haberme leído la obra completa del caballero en cuestión para realizar
tamaña aseveración, como tampoco considero necesario que haya que llegar al
tomo cuarenta de la Summa Theologiae
para darse cuenta de que se trata de un soberano ladrillo.
Picadilly
Jim es un libro de 288 páginas y yo, que, es menester reconocerlo, poseo
una faceta excéntrica que no he podido superar, antes de iniciar la lectura
decidí contabilizar el número de carcajadas (nada de afrancesadas risitas
hipócritas) que la lectura me produciría, cosa que ya había hecho en ocasiones
anteriores. Fueron exactamente cuarenta y dos, a razón de una cada 6.85
páginas, mi nuevo record personal.
Leyendo a un escritor como Wodehouse no pude
menos que lamentar las falencias humorísticas que padece nuestra actual
literatura colombiana. Definitivamente hay que tomarse muy en serio el arte
literario para producir una obra así y en Colombia muy pocos están capacitados
para hacerlo, baste con citar los esperpentos pseudo-literarios de Daniel
Samper Pizano y su retoño.
Y que
decir acerca de algunas de nuestras pretendidas "obras maestras"
locales. La única carcajada (eso si, más larga y fuerte que cualquiera de las
cuarentaidos provocadas por Picadilly Jim)
que me produjo la lectura del absurdo mamotreto de García Márquez Cien años de soledad, se suscitó, luego
de finalizar el libro, al recordar que algún imbécil llegó a comparar este
libracho con una de las cumbres de la literatura de todos los tiempos como lo es
El Quijote. ¡JA JA y triple JA de nuevo!
Para
finalizar permítanme citar a Sommerset Maugham, quien decía que la función
principal de una novela era entretener y que si alguien leía novelas con el afán
de formarse espiritual o intelectualmente pues más le valdría leer textos de
filosofía, ciencias sociales o religión. Bajo este precepto podríamos decir que
P.G. Wodehouse es uno de los autores más entretenidos que nos podamos encontrar
en nuestro camino lector, y eso solo, en un mundo como el de hoy, vale un
potosí.