miércoles, 6 de marzo de 2013

La bibliotecaria de Auschwitz

GUADAÑAZOS PARA LA                            
BeLLA ViLLA            
                " La literatura a tajo abierto"     

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Edición No. 63, marzo  de 2013
Directores: Raúl Jaime Gaviria / Hernán Botero Restrepo
Publicación de Revista Asfódelo
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué
Correo electrónico: revistasfodelo@yahoo.com


LA BIBLIOTECARIA DE AUSCHWITZ

Raúl Jaime Gaviria Vélez


La bibliotecaria de Auschwitz del escritor español Antonio G. Iturbe, nos presenta a Dita, una joven judio-checa de tan solo diecisieis años, casi una niña, que ha sido trasladada por los alemanes del Tercer Reich del gueto de Terezín al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau junto a sus padres, luego de la invasión alemana a Checoeslovaquia. Dado el interés de la comandancia nazi de presentar una imagen exterior de respeto a los derechos humanos ante una probable visita de una comisión de la Cruz Roja Internacional, se instaura un campo "especial" familiar, el famoso Campo 31, donde no se separan las familias y, de manera extraordinaria, se permite la presencia de niños y ancianos que en otras circunstancias serían enviados sin dilación a las tenebrosas cámaras de gas. La dirección de este campo tan particular le es asignada a Alfred Hirsch, un interno judío-alemán, con amplia experiencia en el manejo de grupos juveniles, que de inmediato muestra su animoso liderazgo y organiza una insólita escuela sin tizas, tableros, lápices o cuadernos. La "escuela" cuenta tan solo con los conocimientos alojados en las mentes de sus profesores, reclutados de entre los prisioneros; además de una diminuta biblioteca de ocho libros en papel que ha ingresado ilegalmente al establecimiento a través del mercado negro y que de ser descubierta por los nazis supondría el cierre inmediato del campo familiar y la condena a muerte de muchos seres humanos. A Dita le es asignada por Hirsch la honrosa tarea de ser la bibliotecaria del Campo 31, lo que ella toma muy a pecho, consciente de los riesgos que conlleva esta peligrosa labor para su vida y la de los demás. Pero Dita no es para nada una bibliotecaria común, su tarea consiste en distribuir estos pocos libros, la mayoría de ellos deteriorados por el uso y el tiempo, entre el cuerpo de profesores y otros lectores interesados, recogerlos al final de las clases y guardarlos de nuevo en su escondite. Dita los cuida como si fueran sus propios hijos, ellos se constituyen en su tesoro más preciado, en una esplendorosa luz en medio de la salvaje oscuridad nacional-socialista que en Auschwitz condujo a la humanidad a su mayor depravación. En esta sui-generis biblioteca en miniatura cohabitan amigablemente, lomo a lomo, autores en las antípodas ideológicas como H.G. Wells o Sigmund Freud con un Alejandro Dumas o con el poco conocido autor checo Jaroslav Hasek y hasta con el compilador de un texto básico de geometría. Nada más cierto que aquello de que solo existen dos lugares en donde puedan convivir apaciblemente escritores que difieran en el terreno de las ideas: un cementerio o una biblioteca. En un par de bolsillos ocultos bajo su vestido, Dita camufla estos libros que por unas horas harán sentir a muchos internos que no son solo un montón de carne dispuesta para el matadero, como pretenden sus verdugos germanos, sino personas dotadas del sublime y sagrado don de la imaginación. Allí, en medio de la fábrica de muerte más terrible que haya podido existir en la historia, se improvisa una clandestina fábrica de esperanzas y queda patente que el tesón y el afán de libertad presentes en el espíritu humano pueden superar hasta las más extremas condiciones de humillación física y psicológica.

   La bibliotecaria de Auschwitz más que una simple novela es un auténtico tratado de resiliencia, un himno al poder de la voluntad humana ante la adversidad. Y aunque, dado lo sensible de su tema y el tratamiento que a este se le da en el texto, no pueda permitirse bajo ningún aspecto considerarlo un libro para entretenerse, su tensión dramática y la profunda fibra humana que devela su historia nos mantienen anclados a sus páginas con expectación. Pareciera que nosotros mismos fuéramos un personaje más, uno de aquellos hombres o mujeres en aquel campo de concentración cuyo destino pende de un hilo, poseedores de un futuro que linda con la muerte y que, sin embargo, dejan volar el alma ante un libro que pretende brindarles la promesa de una vida más allá de las atroces condiciones a las que se ven abocados. Personas como Dita tienen el valor inusitado de entender en su acepción más profunda, que no solo de pan vive el hombre, ni siquiera en un lugar tan pavoroso como Auschwitz. Dita Kraus, quien protagoniza esta historia de la vida real, y quien hoy en día, a pesar de sus más de ochenta años, vive, sueña y lee en su amada Israel, lo sabe mejor que nadie. Me encantaría que muchos pudieran compartir su conmovedora historia a través de la lectura de La bibliotecaria de Auschwitz, un hermoso libro publicado por Editorial Planeta y de muy reciente aterrizaje en nuestras librerías.