BeLLA ViLLA
" La literatura a tajo abierto"
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Edición No. 87, junio de 2013
Directores:
Raúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Publicación de Revista Asfódelo Raúl Jaime Gaviria (revistasfodelo@yahoo.com);
Hernán Botero Restrepo (boterohernan@yahoo.com)
Colaborador permanente: Rubén López Rodrigué (rdlr@une.net.co)
¿POR QUÉ EL HECHO
CULTURAL NO ES NOTICIA?
Rubén López
Rodrigué
¿Para qué ver
noticieros que viven presentando escenas de violencia y se lucran con el dolor
ajeno? ¿Para qué lugares donde las buenas noticias, entre ellas las
realizaciones culturales, escasamente aparecen? ¿Por qué razón hay que ser
cómplices de esa campaña, consciente o inconsciente, deliberada o ignorante,
para desmoralizarnos, para hacernos perder la fe y la esperanza, para acabar
con nuestra devaluada dignidad? ¿Por qué el hecho cultural no es noticia? Es
una pregunta que de entrada respondo: la cultura no es noticia sencillamente
porque no es rentable.
Los periódicos
tienen algo en común: la avidez por el dinero, una avidez que consiguen
convirtiéndose en unos «agradavulgos». A la prensa se la tiene como un negocio
al que le falta mucho ejercicio cultural y sufre de reumatismo mental. Suele
vender la mentira, negociar la cultura de la desinformación, por ejemplo a
través del lenguaje ambivalente que conduce al engaño sin necesidad de mentir. La
cultura es recluida en páginas que contienen noticias sobre eventos de la vida
social. No se dice casi nada sobre lo que sucedió realmente y mucho menos se
explica el porqué.
Los medios de comunicación no están en la dinámica de
impulsar la cultura, y al decirlo no quiero caer en el vano optimismo de creer
que la cultura se torna más fácil en cuanto más extendida esté. ¿Acaso el periodista desconoce qué es
periodismo cultural? Periodismo cultural no es solamente hablar de arte. El
problema es que escasean los periodistas especializados en arte, literatura,
música y otros temas afines. Además, los supuestos periodistas culturales
escasamente van a los actos de cultura, o asisten un momento y luego se marchan
porque viven muy ocupados. Es de pensar que los periodistas culturales habrían
de viajar por distintas regiones de la nación y a otros países; pero esto no es
posible porque no hay financiación para ello.
Una página cultural
no depende del periodista sino de la dirección del periódico. Y se le da más
importancia a las noticias de la cocina política y su utilitarismo, a las
noticias de una guerrilla sin ideología política como para conformar un Estado,
a las noticias del narcotráfico que sucumbe a los cantos de sirena y cuya única
pobre ambición es el dinero, o a las noticias de una delincuencia enfermiza por
infancias de abandono, con ausencia de amor y de valores positivos.
La prensa ha de formar al público que lo va a leer,
ha de disponerlo al encuentro con el hecho cultural. Y es que no puede haber
cultura si no hay espacio para el ejercicio de la cultura, así como en nuestro
país escasamente existe la crítica literaria porque no tiene un espacio donde
se la ejerza. Además de que interviene el deseo personal del periodista, a este
se le obliga a no hacer críticas de más de ocho o diez renglones.
El diario Excélsior de México editaba todo un
cuadernillo equivalente al de deportes dedicado a la cultura. En cambio, en
nuestro país en lugar de avances lo que hay es un retroceso cuanto que los suplementos
culturales y literarios prácticamente han desaparecido, si bien existen
periódicos comerciales que ya le dedican al menos una página diaria a la
cultura, aunque la estadística de quienes la leen sigue siendo muy baja. Pero
de eso se trata: persistir para ir creando
los lectores, incrementar paulatinamente las páginas dedicadas a la
cultura, aunque allí no se trate de informaciones que se vendan solas.
Los medios masivos
de comunicación no son en sí mismos el horror del pensamiento. No son buenos ni
malos. Pero sí suelen ser empleados para frenar el pensamiento y privilegiar la
imagen con la que se manipula el deseo. Una prueba de ello es que el periodista
suele cambiar, cortar, reescribir y simplificar a escritores y filósofos. Al
fin y al cabo, representa a una sociedad a la que le sirve de manera devota,
está al servicio de estructuras de poder. Elimina incluso lo subjetivo,
original, experimental de un autor en provecho de lo que al público pueda
servir de propaganda o de diversión.
En la televisión
las telenovelas vinieron a cubrir lo que eran excepciones, como fueron los
programas de Carl Sagan que referían sobre el vasto océano cósmico y calculaban
las posibilidades de vida en otras galaxias de civilizaciones interestelares;
los programas de la
National Geographic
que enseñaban, como Tolstoi, que «Aunque pongan piedras sobre piedras, aunque
cierren todo con ladrillos, las hierbas siempre tienden a surgir, la primavera
siempre será primavera»; o los programas de Jacques Cousteau que abrían un
nuevo mundo acuático, no sólo en lo que atañe a la ictiología sino también a la
geografía marina.
En eso
consiste la opinión nacional: unos periodistas que hablan de lo que les dictan
unas estructuras de poder, que entrevistan a quienes les da la gana y en más de
una ocasión orientan las respuestas según una brújula amañada. Para ellos sigue
siendo noticia no que el perro muerda al hombre sino que el hombre muerda al
perro.